martes, abril 16 2024

Por David Carmona Sánchez

El día de ayer tuve la oportunidad de conocer en compañía de mi hijo amado un mundo en que vivimos (sin conocerlo) , un joven venezolano se acercó a pedirme una moneda cuando degustábamos un buen taco y birria cerca de la China Poblana, no le di moneda alguna, mejor ocurrió invitarle a comer. El joven nos platicó sus tragedias, Venezuela incendiado, como nuestro México. Nos dio mucho gusto a mi hijo y al suscrito verlo comer, platicar de algunos guisos parecidos en Venezuela, conversando con él salió a guisa su ansiedad de llegar al país gobernado por Donald Trump, cuando ya lo han deportado tres veces. Duele, porque es un joven sincero que pudo asaltarme, matarme, incluso en compañía de mi hijo. La maldad que permea es producida por nuestro sistema de gobierno, es producto de una trama de siempre. Más triste fue verlo partir porque tenía que ver a los once niños que transitan en su caravana para llevarles dos plátanos para comer.

Sin embargo, ¡al tema!

Hace algunos días tuve la fortuna de acudir a la presentación del libro de Alejandra Gómez Macchia, intitulado “Bernhard se muere”. Concluida la presentación en Ciudad Universitaria de la BUAP, me fue dedicado  por la autora el ejemplar, que agradezco inmerecidamente, a retales lo leo, lo disfruto, enseña, enriquece, es una pluma diferente, profunda y exacta. Debo decir que es una lectura difícil, regresa uno a cada frase, busca, piensa, y se vuelve al texto que se sigue disfrutando.

El texto de Alejandra contiene una frase que mueve, ¡caro amigo!, debemos ilustrar:

“…Brasil vivía un periodo de promesas de apertura política, pero muchos brasileños continuaban en el exilio. Desde Portugal, el teatrólogo Augusto Boal reclamaba noticias y Chico, en asociación con Francis Hime, atendió el llamamiento del amigo utilizando el refrán «la cosa aquí está negra» para informar sobre la situación del país al amigo distante. La madre de Boal fue portadora de la «carta», entregada durante un almuerzo con amigos también en exilio, de entre ellos Darcy Ribeiro y Paulo Freire, en la casa donde vivía en Lisboa, en el Campo Pequeño. Reunidos durante la sobremesa, los amigos oyeron las «noticias de casa»: «Hablábamos tristezas, y oímos una esquina de esperanza.», cuenta Boal en testimonio para el libro Chico Buarque de Brasil. Actualmente la música representa una de las más importantes obras criticando la dictadura de todos los tiempos en Brasil…”

Al efecto será incomprensible el contenido y resultados de todas las charlas, pero la lectura obligada es, gracias Alejandra por convivir con los míos. Teniendo la oportunidad de conversar y convivir contigo, con amigos y compañeros de trabajo, la complejidad del ser es patente, sin embargo prevalece la lealtad entre todos. Tu lectura obliga a regresar todo el tiempo, ¡Qué compleja! ¡Qué pluma!

¡Abur!

Esta nota sin sentido solo tiene el fin de tratar de agradecer a toda la gente que me ha cobijado, y que son muchos, reconocer a una pluma genial, como a Carlos Meza Viveros, jurista y constitucionalista indispensable, quien me ha dado la oportunidad de que de su viva voz he sido el escribiente de artículos, improntas, y diversos escritos en materia jurídica que no tienen desperdicio. Estudiar con él es difícil, pero nutriente como no se imaginan.

A mis amigos que me han brindado todo este placer solo puedo decirles ¡Gracias mil!

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