sábado, abril 20 2024

por Alejandra Gómez Macchia

Entender a Edurne Ochoa no es tan complicado si nos remitimos a antes de su nacimiento; a su padre, don Eduardo Ochoa: un hombre que siempre ha estado en el lado izquierdo de la historia. De ahí que nuestro personaje creciera con la rebeldía como bandera.

Se dice que es el dedo más rápido de Twitter. Simplemente no se que queda callada ante lo que le parece injusto, y no teme arremeter, arrobar y señalar a quien amenace su integridad o la de los suyos… sea un parroquiano de a pie o alguien poderoso.

Antes de meterse de lleno al activismo, dedicó su tiempo a estudiar y ejercer la comunicación política y asesoró a varios personajes locales  nacionales e internacionales en temas de imagen.

Uno de los eslóganes que ha manejado durante toda su carrera es “El cuerpo no miente”, y a partir de ahí explora el círculo en donde curiosamente más se juega con la apariencia y los dobles discursos: la política.

Edurne es dueña de una personalidad extrovertida y apabullante.

No cualquiera se mete con ella porque es sabido que es de armas tomar y que no teme sumergirse en los abismos más pantanosos para defender sus creencias.

El tiempo la llevó a encontrar un nuevo bastión en el feminismo; y aquí cabe mencionar un detalle personal: la mayor parte de sus años formativos como mujer y ser humano estuvieron custodiados por ese hombre que se menciona al inicio: su padre, quien curiosamente le enseñó lo opuesto a ser una mujer sumisa y agachada. Todo lo contrario. Fue Eduardo Ochoa de quien aprendió las palabras y los conceptos “progresista” “igualdad” “democracia” “libertad”.

Su paso por España fue fundamental para cerrar la pinza de su independencia. Fuera de la burbuja familiar, comprendió que en la vida muchas veces hay que defenderse hasta con los dientes. Como el jaguar que lleva tatuado en el hombro.

Uno de los personajes que confió en ella desde los inicios de su carrera política es el hoy gobernador Sergio Salomón. Edurne y su esposo Alejandro Suárez, estuvieron codo a codo con el entonces diputado local por Tepeaca. Huelga decir que a la fecha Alejandro es el encargado de la Agenda digital y la oficina de Comunicación Social del Estado.

La complicidad entre esta pareja está también probada en ácido: juntos han crecido como empresarios, asesores y padres.

Entrar al movimiento feminista es una suerte de ruleta rusa.

Te convierte de inmediato en un foco rojo para los intereses abyectos de un gran grupo de personas que te atacan y se niegan al cambio, pero recordemos que la esencia de Edurne es la rebeldía. Su físico le ayuda: es una mujer alta y fuerte, de mirada avezada y reacciones rápidas. A veces esa presteza en sus reacciones la han colocado en el ojo del huracán, como cuando fue Subsecretaria de Igualdad en el primer año del gobierno de Barbosa. Simplemente llegó, vio que aquel entorno en lugar de defender a la mujer era una cuna de grillos, tomó su celular, abrió Twitter y exhibió lo que a su punto de vista había nacido podrido. Luego regresó a su trinchera, al grupo que ella misma formó, llamado 33 Mujeres: un proyecto que lleva ya varias generaciones de féminas que, en busca de no dejarse maniatar, buscaron la guía de la máster del incendio.

Digamos que Edurne (figuradamente) va por la vida con un bidón de gasolina y una caja de cerillos en las manos… por si se ofrece hacer un fuego en aras de que las autoridades volteen a ver a las víctimas más desprotegidas.

Este 8 de Marzo, en la marcha, Edurne encabeza un contingente cuyo lema es “Hasta que la dignidad se haga costumbre”. No es de los grupos anárquicos que legítimamente van rompiéndolo en aras de hacerse visibles ante una sociedad amnésica, aunque nadie duda que Edurne sería un gran elemento de ese contingente si causa lo amerita.

 

 

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