martes, abril 23 2024

por Cecy Rendón

Como es común entre la gente de la alta sociedad poblana, se discutían en la mesa temas de viajes, destinos de lujo y restaurantes de alta gama. El último viaje a Los Cabos de una pareja era el centro de la conversación. Relataban, y evidentemente presumían, haberse hospedado en uno de los hoteles más exclusivos y disfrutar de los mejores restaurantes que el destino turístico podía ofrecer.

 

  • La primera noche fuimos a cenar a un restaurante de mariscos espectacular. La segunda noche fuimos a uno italiano maravilloso; todo estaba exquisito: yo pedí un risotto de langosta, y sin exagerar, es uno de los mejores que me he comido en mi vida – relató alegremente ella.
  • Eso sí te lo voy a reconocer: fue la mejor cena de todo el viaje – él procedió a relatar las maravillas del restaurante, la comida, la vista al atardecer sobre el mar y la extraordinaria arquitectura del hotel en donde estaba.
  • La última noche también cenamos delicioso…
  • ¡Fue un robo! – la interrumpió él.
  • No exageres, corazón; costaba lo mismo que los otros restaurantes –respondió ella tratando de calmar su evidente enojo.
  • ¡Fue un robo! Nos cobraron casi dos mil pesos por una tlayuda ¡Una tlayuda!
  • El restaurante estaba en uno de los hoteles más caros de todo Cabo San Lucas. Era un lugar de comida oaxaqueña, mi vida… y ya sabes que me encantan las tlayudas – ella desvió la atención de su marido y miró al resto de los comensales.

(Yo pedí una tlayuda de langosta, que estaba deliciosa, además con langosta recién pescada de la zona, en verdad una delicia, tienen que ir a conocer el lugar).

  • ¡Es un robo! No puedes cobrar eso por una pinche tlayuda.

 

Haciendo gala de mi imprudencia, no pude contenerme e interrumpí la conversación.

 

  • Perdona la pregunta, pero, ¿cuánto costaba el risotto de langosta? – le pregunté a él.
  • Un poco más de dos mil pesos – respondió de inmediato.
  • ¿Y no se te hizo caro pagar más de dos mil pesos por un pinche risotto de langosta? – insistí mientras la mesa se callaba para no perderse el interrogatorio.
  • Es un risotto, y tenía langosta, eso valen esos platillos… por si no lo sabías.
  • Por lo que entiendo, la tlayuda también tenía langosta –lo confronté ignorando todos los cánones sociales y la prudencia más básica.
  • No puedes cobrar eso por una tlayuda, ¡en Oaxaca las venden en los mercados! –respondió elevando el tono sin ocultar su molestia.
  • Y los risottos los venden en Italia en cada esquina. No entiendo porqué el risotto se presume como platillo muy elevado y la tlayuda se juzga como un robo… cuando ambos tenían langosta, ¿qué tan caro puede ser el arroz respecto al maíz y los frijoles? –Se hizo el silencio ante mi argumento.

 

Debido a la evidente incomodidad de todos los asistentes, desvié la conversación hacia la belleza de las playas y los atardeceres. Pero la pregunta quedó en la cabeza de todos, en el enfrentamiento del risotto contra la tlayuda. ¿Por qué un platillo de orígenes oaxaqueños es juzgado como menos digno? No soy chef, pero bajo los parámetros comerciales, ambos platillos se sirvieron en el mismo destino en dos restaurantes con características similares, y en ambos casos tanto la tradición, la complejidad de los sabores y el ingrediente estrella, la langosta, eran similares.

En el tema del precio, el risotto era todavía más caro y aún así la tlayuda fue juzgada de robo. Ante lo cual solamente puedo concluir dos cosas:

 

Todavía hay mucho trabajo por hacer cuando se trata de discriminación hacia nuestras raíces. Aún consideramos lo extranjero como “mejor” que lo mexicano; todavía nos hace falta valorar la riqueza de nuestra cultura… y definitivamente nos hace falta sentirnos verdaderamente orgullosos de ser quienes somos.

Lo buenos es que poco a poco se va viendo un cambio en el tejido social, y el restaurante Alebrije es evidencia de ello.

 

Es un gran orgullo que la comida mexicana, y en este caso específico la oaxaqueña, esté en los grandes escenarios gastronómicos del mundo. Los Cabos es el destino más exclusivo de México y uno de los más buscados a nivel mundial por el jet set y las celebridades. Tener ahí un restaurante que honre la comida oaxaqueña y que esté posicionado en el mismo nivel que otras gastronomías consideradas “elevadas”, insisto, es motivo de gran orgullo para todo México y para el hermoso estado de Oaxaca.

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