jueves, abril 25 2024

Por Dorsia Staff

A finales del año pasado, un colectivo de artistas chilenas montó un performance-protesta que se replicó en casi todo el mundo.  

“Un violador en tu camino” se tradujo en más de 25 idiomas y fue ejecutado por miles de mujeres en las plazas públicas de sus países natales.  

En algunos casos, como en Siria, las autoridades reprimieron las manifestaciones. Pero las mujeres no callaron.  

Y es que no es exclusivo de México el problema de los feminicidios. Matar mujeres por el simple hecho de ser mujeres es una pandemia global.  

¿Qué pasa por la mente de los hombres que arremeten contra sus novias, sus familiares, sus compañeras de trabajo? 

La línea entre la cordura y la locura es muy delgada, sin embargo, el asesino, más que ser un demente, sufre de una involución.  

Aquel que experimenta placer al matar (en este caso a una mujer) da un salto de regreso millones de años atrás. Se vuelve un simio. 

Sin embargo, aunque el tema es ya muy alarmante a todas luces, igual de alarmante es la hombre-fobia que han generado las diferentes formas de feminismo ultra radical.  

Existe un discurso a la par de virulento que el que sobreviene del machismo más arraigado.  

Nuevas narrativas e incorporaciones de palabras que son utilizadas al vapor para denostar a un genero que no somos nosotras: “El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer” es sin duda una frase que pega, que enciende focos amarillos, que apasiona: ¡alerta, alerta, ahí viene un cabrón! 

Lo que perdemos de vista ante tanta impunidad, y en efecto, una violencia fuera de control es que si se continúa combatiendo el machismo desde la misma trinchera de intolerancia y segregación (ahora a la inversa) estaremos condenados a vivir en medio de una espiral tóxica de la que difícilmente podremos salir.  

El violador no eres tú… papá que protegió a sus hijas ante el acoso escolar, generalmente llevado a cabo por compañeritas del mismo sexo.  

El violador no eres tú, hermano que nos guareció de la tormenta y que se quitó la chamarra para evitarnos enfermar de frío.  

El violador no eres tú… galán imperfecto que te acercaste a la chica de tus sueños sabiendo que el “no” ya lo tenías por delante y aún así seguiste intentando ser respetuoso con la muchacha que te despreció y te partió por primera vez el corazón.  

El violador no eres tú… esposo fiel, cumplido y atento a quien, por aburrido, tu mujer acabó por dejar para irse a los brazos de un patán.  

El violador no eres tú… peatón que una noche defendió a una estudiante de ser asaltada y posiblemente violada y asesinada.  

El violador no eres tú… maestro que sacrificaste más horas de las que se te pagan (miserablemente) para ayudar a una alumna a entender las ecuaciones de primer y segundo grado.  

El violador no eres tú… mesero que fuiste sumamente empático y le llevó de cortesía un postre a la señorita que lloraba en la mesa después que alguien la dejó plantada.  

El violador no eres tú… funcionario público que te metiste en archivos a los cuales no tenías acceso con tal de que no se cometiera una injusticia contra la señora que llevaba tres días esperando respuesta a una demanda que se traspapeló porque tu jefe es amigo de su marido.  

El violador no eres tú… tío que mandó a su hijo a terapia cuando se dio cuenta que acosaba a tu hermanita menor.  

El violador no eres tú… activista que acompaña a las mujeres a las marchas y se siente mierda por ser hombre y tener testículos.  

El violador no eres tú… abogado que logró una orden de restricción al padre de unos niños que eran violentados por un verdadero hijo de puta.  

El violador no eres tú… doctor que aprendió a implantar piel a las víctimas hombres que queman a sus mujeres con ácido.   

El violador no eres tú.  

El violador es el que viola y también el violador es la madre que, en aras de proteger a su hijo violador caen en el terrible crimen de la omisión.  

Lee también: Ni acompañantes ni mercancías (Parte I)

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