viernes, abril 19 2024

La Quinta Columna
Por Mario Alberto Mejía

El mal humor social en el país lleva a la gente a cometer extravíos brutales.

Un caso:

El lunes 2 de diciembre, a eso de las 23 horas, varios vecinos de Santa María Tonanzintla, junta auxiliar de San Andrés Cholula, reportaron el robo de un vehículo y un allanamiento de morada.

Al reunirse la gente en torno de los presuntos responsables surgieron las malas, pésimas, ideas:

“¡Hay que quemarlos vivos!”, gritaron algunos.

La furia fue creciendo conforme avanzó la noche.

La indignación se volvió rabia.

Karina Pérez Popoca, presidenta municipal de San Andrés, fue informada de los hechos y no lo pensó dos veces: se trasladó al lugar de los hechos.

Con ella viajaron el secretario de Gobernación Municipal, Sergio Mirón Terrón; el regidor de Gobernación y Seguridad Pública, Israel Mino Vicens; el secretario de Seguridad Pública, Oscar Hugo Morales González, y el delegado de Gobernación Estatal, Edgar Hernández Hernández.

Apenas se bajó del vehículo que la condujo a Tonantzintla, Pérez Popoca calmó los ánimos:

“¿Qué pasó, señores? ¿Qué está pasando aquí?”.

Los gritos afloraron.

Todos querían ser los primeros en externar su rabia.

Como buena activista en el pasado reciente, Karina recurrió a la psicología popular.

De entrada, se metió en las camisas de los furiosos pobladores y entendió sus razones.

(Cuántas veces en el pasado no hizo lo mismo).

Luego fue reflexionando en voz alta sobre las inconveniencias de los linchamientos.

En tono firme, muy segura de sí misma, les fue haciendo entender que los linchamientos marcan para mal a los pueblos.

Tras cuatro horas de negociación, los potenciales linchadores bajaron la guardia.

Era de madrugada cuando la presidenta municipal regresó a la cabecera municipal.

Si todos los alcaldes actuaran igual frente a los potenciales linchadores las cosas serían distintas.

El problema es que ante casos así los presidentes municipales son los primeros en correr y en dejar a sus pueblos levantados en armas.

Un poco de prudencia, cruzada de talento y sentido común, basta para apagar infiernos.

La gente está enojada, sí, y no sabe cómo saciar su mal humor social.

Éste es un buen ejemplo de cómo enfrentar las crisis.

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