martes, abril 16 2024

“no sé decirte
nada más
Perdóname pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino”. José Agustín Goytisolo.

“When I cannot sing my heart
I can only speak my mind”. John Lennon

Por Aldo Cortés

El telón se abrió un 17 de junio del 97 — Juan Carlos crecía, Papá esperaba— fue allí, cuando después de una agradable gestación, que decidí ver el mundo desde afuera. Son muchos los recuerdos que tengo en palabras de otros, pero el mejor de todos lo viví en tus brazos: nacer.


Intento dilucidarlo, mamá. El amor es lo que se da sin la esperanza de regreso. El amor es ese verbo que se conjuga con lealtad, con bondad, sin reciprocidad, sin arrebatos. Me amabas antes de nacer. Me amarás cuando nuestros ojos ya no puedan verse. Son cosas que la razón no asimila y, sin embargo, el corazón comprende, no olvida.


Mamá, vivir es tranvía de vicisitudes. Escúchame, como yo cuando era niño y todo lo aprendía a través de ti. Aprendí a leer muy pronto, ¿recuerdas? Sí mamá, debes recordarlo, estuviste allí. Tenía seis años y me obsequiaste uno de los momentos estelares de mi vida: «El Principito». Discúlpame, mamá, nunca he agradecido la llama que encendiste aquel día y que hasta hoy —gracias a ti y a los nuestros— sigue transmitiendo fuego, calor y vocación. Escribo todo esto al mismo tiempo que envejezco. Ya no soy un niño, aunque sé que ese recuerdo nostálgico siempre quedará en tus ojos. Aquel espíritu que leía todo aquello que llegaba a sus manos sigue intacto. He cometido todos los errores que alguien de mi edad puede tener, puedes creerlo, Nunca es demasiado tarde.


Mamá, gracias por ser tú. Gracias por seguir tu carácter, tu destino, por nunca abandonarte, por convertir la adversidad en fuerza; estoy seguro de que hoy, como hace casi veintitrés años, si la vida me situara entre dos caminos, te elegiría a ti en esta y en todas mis vidas.


¿Qué es un héroe? Un héroe es alguien capaz de llevar a cabo hazañas y acciones virtuosas. Todo héroe es digno de respeto y admiración. Yo te admiro, eres una heroína, mamá. Tú me diste a luz, y se la has dado a quien ha tenido la oportunidad de conocerte. Tomaste la senda de este destino y decidiste recorrerlo hasta el final. Eso es tener raza, eso es tener grandeza. ¿Quién como tú?


Apareciste de golpe en mi vida. Ternura y alegría, mamá. Eres entelequia. Pasarán las horas, los días, los años… y yo siempre seré tu hijo y tú siempre serás mi mamá.

Dios tiene formas muy extrañas de manifestarse, ¿verdad? La vida es un banco para crecer espiritualmente y yo he crecido contigo. Nací el día que te conocí.
James Salter lleva razón; llega un momento en el que adviertes que sólo lo escrito tiene posibilidades de convertirse en realidad. Mamá, esta es una promesa irrestricta de mi cariño y afecto por ti.


Elegir es renunciar, porque cuando eliges un camino automáticamente renuncias a otro. No me preocupo, aquí o allá, seguirás estando conmigo o en mí. Lo que llevamos dentro jamás se olvida, ni mucho menos, se abandona.
El día de tu cumpleaños es la fecha en que el mundo dijo que no puede vivir sin vos. Yo no imagino mi vida sin ti.


Gracias, mamá… Allí donde estés tú, siempre estará mi hogar.
Y siempre —lo digo con esperanza idílica — acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti. Solo como Don Quijote, astuto y valeroso como Ulises, pero siempre regreso al origen: tu hijo.


                                         ¡Entrégate a la ilusión, vive!

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