jueves, marzo 28 2024

Por: Carlos Meza Viveros

El triunfo es algo que levanta ámpula entre los perdedores, sí, pero también entre aquellos que complotan contra el personaje que resulta ganador.

La frase “fuego amigo” es tremendamente ambigua, sin embargo, ha existido desde que el simio evolucionó en hombre y vio que, con un poco de fuerza y cierta malicia, podía hacerse del lugar de honor por medio del engaño y, claro, de la traición.

Hay que decirlo de nuevo: esas bajas pasiones son pura y dura condición humana.

En casos como estos lo más importante siempre es ir un paso adelante del traidor o del adversario abierto, y así lo hizo nuestro hoy gobernador electo, Luis Miguel Barbosa.

Años y años dedicándose a la política le han enseñado (y confirmado) que este oficio es como una cazuela de carnitas. Así me lo hizo saber en una comida en la que tuve el privilegio de fungir como anfitrión… si algo tiene Miguel es un sentido agudísimo de la ironía y el humor; sin esos dos ingredientes no se podría sobrevivir en un medio tan ingrato como este.

Quiero recordarle al amable lector la anécdota de la cazuela de cobre, que, si la memoria no me falla, conté en mi artículo titulado “Réquiem por Javier Lozano”: ese personaje abyecto que sigue sin enterarse que es un zombi, y que a últimas fechas ha tratado de llevar maicito a su nixtamal para ver qué saca (cosa que no conseguirá).

El síndrome “cazuela de carnitas” aplica otra vez en las circunstancias que estamos viviendo, es decir, a partir de que Barbosa derrotara en las urnas a Cárdenas.

Dentro de una apetitosa cazuela de cobre nadan en gruesas capas de cebo las piezas destazadas de un marranito. Algo se escucha al fondo del recipiente. Algo que no es el ruido de la manteca que hierve, sino los cantos cacofónicos de las piezas del cuino: por ahí va la oreja; allá, a la izquierda, la trompa. Cerca de la pala un chamorro. Más allá, bailando entre la grasa, las pezuñas. ¡Hey!, por ahí, muy disimulado, anda el culo (al que sus compañeros hipócritas nombran “rabo”). Todos conversan entre sí, en las esquinas. El “rabito”, por supuesto, es José Juan Espinosa, quien jura y perjura que estaba de viaje fuera de la cazuela. “Regresé el día de la elección”, dijo mientras las demás partes bailaban sincronizadas y felices.

Hacer carnitas (bien lo saben los michoacanos) es riesgoso: salta mucha grasa hirviendo, sobre todo cuando en medio de los cueritos y la maciza, llega un culo a saludar y a complotar contra los sesos. Es una danza sincopada…

Dejo aquí el link original del primer paralelismo de la cazuela de carnitas (https://revistadorsia.com/requiem-por-lozano-alarcon/) sólo que en ese entonces el rabo no era JJ, sino Lozano. ¡Bah!, algo tienen en común estos dos personajes: son la parte del cerdo que todo el mundo desprecia por razones obvias.

Pese a todo. Pese a las traiciones y a las máculas que quisieron revertir con omisiones y complots la llegada de la 4T a Puebla, hoy tenemos gobernador.

José Juan puede seguir dando tumbos y haciendo performances en los programas y noticieros. Puede ejecutar las suertes de porro que siempre lo han caracterizado. Puede arremeter contra mí o contra sus críticos en Twitter. Puede, si quiere, buscar un buen ahuehuete en Tepeojuma y llorar su noche triste particular. Puede salir a defender a Claudia Rivera argumentando que él no es misógino, cuando hay pruebas que demuestran lo contrario. Puede clamar en el desierto. Puede invocar a alguna ave de las tempestades que puso pies en polvorosa, es decir, podría colapsarse porque Eukid ya no está para defenderlo y comprarlo.

Pero lo mejor que puede hacer este pánfilo es ir a administrar la fortuna que hizo hecho durante sus periodos de diputado y presidente municipal del pueblo que desprecia. Puede, por ejemplo, pinchar llantas en El Carmen para después ofrecer sus servicios de vulcanizador. Puede subir los precios a los ataúdes en “Funerales Asís”. Puede subir la cuota de inscripción en su Montessori. Puede ponerse las botas y dar clases de salto en su hípico. Puede ponerse a repartir volantes para rentar más locales en sus plazas comerciales.

¡Hay tantas y tantas cosas que puede hacer el “Niño Naranja”! En vez de hacer el ridículo por enésima vez. En vez de tuitear a lo perro frases inconexas.

En vez, oh sí, de seguir siendo un político de pacotilla… o el rabo de la cazuela de carnitas.

Lo digo sin acritud, ¡pero lo digo!

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