jueves, marzo 28 2024

Memorial
Por Juan Manuel Mecinas

Los aplaudidores de AMLO y sus detractores pelean como si la vida se les fuera en ello, pero el país sufre por su lucha inútil y su incapacidad para tener altura de miras y cooperar para sacar al país de la crisis económica, de salud y de inseguridad. 

El gobierno ha sido incapaz de responder de forma coral y completa a los retos que le plantea la pandemia. Ha respondido pensando en las consecuencias electorales y mediáticas, aunque deja de lado la solución inmediata que se requiere para superar los obstáculos que plantea la pandemia y también omite las respuestas de largo aliento, que ahora mismo se deben proponer y comenzar a construir para poder tener resultados exitosos. El gobierno pretende transformar al país apagando fuegos y en eso se le puede ir el sexenio. Solo cinco proyectos tienen visión largo plazo en el lopezobradorismo: Dos Bocas, el Aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya (todo ellos en construcción), así como las ayudas a los adultos mayores y las becas a estudiantes, de las cuales se tiene la sensación que llegaron para quedarse.

En el mejor de los escenarios, si esos proyectos de largo aliento resultan exitosos, la 4T los podrá presumir, pero son insuficientes para afirmar que gracias a ellos lograrán transformar la realidad mexicana. El país sigue sufriendo una desigualdad con brechas cada vez más profundas, la inseguridad sigue azotando a regiones enteras del país en donde el Estado no existe, la mayoría de personas no tienen acceso a los servicios de salud, la educación es deficitaria y los emprendedores siguen sin aparecer de forma determinante en el radar del gobierno.

¿Por qué el gobierno no ofrece respuestas a estos grandes temas? Porque no le interesa.

No se trata solo de conjugar voluntades políticas que produzcan leyes para solventar las necesidades de la población en los asuntos referidos, sino que se trata también de perder una parte del capital político, que no se recuperará sino en el largo plazo. Por eso, el gobierno no pone atención a temas que son demasiado complejos y considera que arrojarán pérdidas electorales que pudieran poner en jaque a los temas a los que se ha enfocado en la primera cuarta parte de su periodo. Por ejemplo, proponer una reforma fiscal siempre enojará a más de uno, pero se sabe que sin ella la reducción de la desigualdad es una utopía en las democracias contemporáneas.

Además, López Obrador pone énfasis en destruir/reformar ciertas instituciones que considera le fueron útiles a sus opositores para atacarlo y cortarle el paso en las elecciones de 2006 y 2012. Comenzó por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, continuó con los programas sociales y luego por cambios sustanciales en el sector energético. Hace un par de semanas intentó un gran cambio en materia de competencia, con la propuesta de Monreal para fusionar la COFECE, el IFT y la CRE. Por supuesto que su mirada también está puesta en el INE, que con la llegada de cuatro nuevos consejeros probablemente puede dar un giro a favor de los intereses de AMLO (como en su momento sirvió a los intereses de Fox, Calderón y Peña, aunque a quienes romantizan con las autoridades electorales les cueste aceptarlo). Esos intentos de destrucción y reforma no proponen mejores modelos de instituciones. Exactamente eso se le critica al tabasqueño: que la destrucción o reforma no conlleva una mejora.

Visto todo ello, la pregunta más seria que tendría que hacerse el lopezobradorismo sería si sus esfuerzos para destruir/reformar las instituciones que tiene en la mira son tan fuertes que perdurarán más allá de 2024. A día de hoy, más de uno apostaría que, con la llegada de un nuevo jefe a Palacio Nacional esas instituiones se alejarán de la visión de la 4T. Eso no depende de las preferencias electorales, sino de la estabilidad del sistema que pueda construir la 4T.

AMLO aún tiene la posibilidad de impulsar programas y crear instituciones que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos. Insistir en que todo es culpa de la corrupción es un discurso que sirvió para ganar el 2018, aunque es insuficiene para gobernar de manera adecuada hasta 2024. Faltan cuatro años para que acudamos a las urnas y si el lopezobradorismo no pone énfasis en las políticas y en la construcción de un mejor sistema, a partir de la destrucción, reforma o modificación de instituciones y la estabilidad de ese nuevo sistema, podemos prepararnos para presenciar el mayor desencanto de la democracia en México.

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