Chacahua: un paraíso dulce que huele a mar
Por: Bien de ojo, fotógrafo gitano y viajero
Después de estar unos días en mi ciudad natal, Oaxaca, me fui a visitar la costa: una de mis regiones favoritas dentro del estado.
Una vez más la fotografía me envuelve en un cúmulo de emociones para re- tratar el majestuoso mar y los paisajes insostenibles… sentir la desmesurada calidez de la gente costeña.
Llegué al embarcadero de “El Zapotal”, un pueblito muy pintoresco don- de una de las actividades prominentes dentro de la comunidad es el recorridos turístico en lancha dentro del parque. Los visitantes pueden solicitar el servicio de transportación a los parajes establecidos dentro del complejo lagunar culminando al poblado de Chacahua y La Grúa.
Abordando la lancha es donde realmente empiezas a sentir la aventura.
Durante el trayecto, el lugar te empieza a envolver poco a poco. El aire se vuelve intenso y huele a mar -siempre hay esta incertidumbre de ver qué más hay allá (o más acá)-.
Las islas falsas de manglar revelan sus habitantes humanos y animales.
Las aves con las nubes conforman una macha de óleos o grabados en un infinito horizonte. Otras descansan sobre los ramajes sintiendo el estruendoso ruido de la lancha pasar.
Los pescadores inquietos en sus canoas buscan el sustento de lo cotidiano, y con suerte se pueden apreciar peces retozando o cocodrilos nadando a lo lejos.
El trayecto al principio se ve inalcanzable, pero el destino se delata poco a poco hasta llegar al punto donde el complejo lagunar se enamora del mar y convergen infinitamente en la bocabarra.
Aquí se puede contemplar dos escenarios fantásticos: el océano y el corazón de manglares en la laguna.
El poblado de Chacahua esta con formado de una isla tropical habitada por la comunidad afrodescendiente. El lugar ofrece hospedaje y pequeños restaurantes locales a sus visitantes; además se puede recorrer la villa de pescadores y degustar un buen manjar de mariscos. También se sugiere visitar en La Grúa (frente a Chacahua), el sitio de reproducción de cocodrilos, el faro que está en lo alto del cerro y con- templar una imponente vista del lugar.
La gracia de su gente favorece mucho la visita. Aquí puedes conectarte con la naturaleza y el tiempo se vuelve tu aliado.
Le escribo desde aquí, mi querido lector, dónde estaré viviendo y compartiendo momentos.
He adoptado un periquito que le llamaré “Tiburcio”. Ahora es parte de mi equipo de trabajo. Aquí escribiré con luz mi próximo proyecto a desarrollar en esta comunidad negra.
Pronto habrá más historias que contar, pues este lugar me ha adoptado… me volveré negro.