jueves, noviembre 21 2024

La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía

Cuentan que en el helicóptero en el que iban, entre otros, Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle iba un sexto pasajero.

Su nombre: Miguel Barbosa Huerta, ex candidato de Morena a la gubernatura de Puebla.

Hay cadáveres que no saben que están muertos.

Barbosa no lo sabe.

Por eso se puso a dar entrevistas en los noticieros radiofónicos nacionales sobre el fatal accidente.

Muchos vieron en esa actitud un virtual arranque para la nueva campaña electoral.

Quién lo dijera.

Hasta en la muerte de sus enemigos personales —los detestaba a fondo— lucró con ellos.

Fue tal su arrebato que en una de esas entrevistas dijo que había sido un magnicidio.

Es decir: un crimen de Estado.

Luego se arrepintió y corrigió el término por la versión oficial que desde el primer momento circuló con singular prisa: “fue un accidente”.

Barbosa es un cadáver político que quiere a toda costa ser otra vez candidato a la gubernatura.

De lograrlo, no tendría discurso de campaña.

¿O se irá con todo en contra de la “Pareja siniestra”, como bautizó a Martha Érika Alonso y a Rafael Moreno Valle?

¿Escupirá contra quien fue su amigo y benefactor, ahora que sus cenizas yacen en una urna?

¿Arrojará lodo sobre las víctimas de la tragedia?

Barbosa perdió en ese accidente algo más: su discurso de odio contra Martha Érika.

(Algunos de los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación coincidieron en que la desaparecida gobernadora había sido víctima de violencia de género en la campaña).

Sin discurso y sin calidad moral es muy difícil ir de nuevo a las urnas, pese a que sus aliados y fieles sirvientes —encabezados por Gabriel Biestro y José Juan Espinosa— así lo quieren.

De hecho, pocos minutos después del siniestro, Biestro y Espinosa se reunieron con Barbosa en el salón de un hotel poblano para empezar a armar la nueva estrategia.

Primero —reveló la fuente que pidió la gracia del anonimato— buscarían a un gobernador interino que allane el camino hacia Casa Puebla.

Luego, ungirían a Barbosa como candidato de la coalición Juntos Haremos Historia.

Tanta prisa mata.

Y mete incertidumbre.

Dice el clásico que detrás de un siniestro como el que vivimos hay que buscar a los beneficiarios para saber qué pasó.

En aras de llegar a Casa Puebla a como dé lugar, Barbosa y sus aliados no cuidan las formas y quieren comerse un pastel de sangre y levadura.

(La hipótesis es sencilla y alimentará la teoría de la conspiración: lo que no pudieron ganar en las urnas ni en el tribunal lo ganarán con la muerte de la gobernadora y con su mayoría en el Congreso local para poner un interino a modo. Ufff. Grotesco).

Será por eso —y para evitar jaloneos— que Olga Sánchez Orozco, secretaria de Gobernación, ya tomó el asunto en sus manos.

Es claro que desde Palacio Nacional y Bucareli se tomarán las decisiones.

Y hay dos sopas:

O convalidan la errática estrategia de Barbosa y aliados o proyectan a un gobernador interino y a un candidato sin ligas con los primeros.

La sopa que sea servida en la mesa hablará mucho de cómo enfrentar la brutal crisis que enfrenta el nuevo gobierno federal.

De hecho, Federico Arreola —vocero informal junto con Jenaro Villamil de López Obrador— deslizó en una reciente columna un escenario polémico.

Vea el hipócrita lector:

“Puede Morena derrotar a la derecha panista poblana, pero ¿a qué costo? y ¿qué va a ganar el gobierno de Andrés Manuel con ello?  Puebla existe y debe ser una entidad totalmente apoyada por López Obrador. Pero… lo que también debe hacer el presidente de México es tomar un plumón negro y con una enorme cruz tachar a ese fascismo que quiere nacer con el accidente de Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle. Andrés debe decir: ‘la ultraderecha no existe’ y seguir haciendo su trabajo.

“(…) Lo que sigue es que Andrés Manuel ejerza su influencia en Morena para dejar Puebla en manos del panismo. No tiene sentido una jornada electoral que enfrente con apasionamiento a una derecha envalentonada y manipulada por dirigentes sin escrúpulos como el señor (Luis) Banck Serrato y a los militantes del partido de izquierda que necesita tranquilidad para desarrollar sus proyectos de gobierno en todo el territorio nacional.

“En Monterrey el partido de López Obrador decidió no participar porque tenía un mal candidato y no podía cambiarlo, un comediante seleccionado por el PT: El Pato Zambrano.

“En Puebla, donde las cosas se ven mucho más complicadas, Morena no debe participar simple y sencillamente para quitar un argumento perverso a la derecha.

“Por el bien de todos, especialmente por el bien del programa de gobierno del presidente López Obrador, el partido en el poder debe dar un paso atrás en Puebla si ello ayuda a eliminar el odio que la derecha casi fascista está sembrando”.

(Disculpe el lector la cita larga y delirante con la que el columnista acusa a Luis Banck de ser de ¡ultraderecha! por un pronunciar un discurso sentido y sensato. ¿Qué quería el vocero? Es obvio: una pieza oratoria que no exigiera justicia).

La tentación está sobre la mesa:

O el presidente López Obrador encabeza la toma de Puebla viniendo a hacer campaña rodeado de sus palafreneros o cabe en él la mesura y la sensatez a la que tanto llama desde la desmesura y la insensatez.

Dos ejemplos en su rueda de prensa de este miércoles:

Cuando habló de los neofascistas me recordó inevitablemente a un fascista —y agente de la CIA—: su admirado Luis Echeverría, quien en los años setenta llamó “!jóvenes fascistas!” a quienes lo fustigaron en la UNAM.

Y la amenaza subliminal de censura a quienes en las ya no tan “benditas redes sociales” lo ligaron al siniestro que les costó la vida a Martha Érika Alonso y Moreno Valle.

Y es que dijo que ya se les está investigando para “limpiar las redes”.

Por cierto:

Cuando señaló que él no necesita defenderse porque millones de personas lo están haciendo en las redes exageró un poco.

Y es que han sido detectados numerosos grupos manejados por hackers supuestamente desde Bucareli.

Son tan evidentes que dejan las huellas en sus tuits al esgrimir idénticas descalificaciones y similares argumentos.

Vaya: hasta la ortografía los delata.

Desencuentro en Los Fuertes

En su más reciente columna, Arturo Rueda escribió unas líneas reveladoras:

“Olga Sánchez, la titular de Gobernación, fue depositaria de la ira del grupo, pero antes de los gritos, los abucheos, fue encarada por la señora Gabriela Rosas, madre del ex gobernador, cuando la ministra quiso darle un compungido pésame.

 “—Qué curioso que vengas a enterrarla y no hayas venido a ungirla a su toma de protesta—, le dijo.

 “—No, yo sí quise venir pero…— trató de justificarse la ex ministra de la Suprema Corte.

 “—No me dirijas la palabra, no quiero saber nada de ustedes—, la despachó con ‘cajas destempladas’.”

Ufff.

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