jueves, noviembre 21 2024

Por: Dorsia Staff

Cuatro grandes casas de campaña, donadas por Unicef, rodean los salones de clase donde cada noche duermen 16 voluntarios que cambiaron su ciclo de vacaciones por un compromiso con la transformación de una realidad social afectada por el rezago y el abandono.

Hasta el 3 de agosto, preparatorianos y universitarios que participan en la Campaña de Alfabetización y Trabajo Comunitario BUAP 2019 radicarán en el poblado de Santa Cruz Cuautomatitla, ubicado en el municipio de Tochimilco, en las laderas del Popocatépetl.

Son sus primeras semanas de actividades, desde que el sábado 15 de junio se diera el banderazo de salida a los trabajos, coordinados por el Centro Universitario de Participación Social. Y su llegada se nota en el centro del poblado, pues este grupo de alfabetizadores tiene su sede en la escuela Profesor José Ramírez, rehabilitada en diciembre de 2018, tras quedar muy afectada por el sismo del año anterior.

Son más de tres lustros los que lleva esta iniciativa, hoy coordinada por Mirta Figueroa, en las comunidades rurales de las sierras Norte, Negra y Nororiental del estado de Puebla. Los alfabetizadores radicados en Cuautomatitla, según Alejandro Aguilar, estudiante de la Preparatoria 2 de Octubre de 1968, veterano con tres y cuatro campañas a cuesta, renuncian a su ocio vacacional “por un acto de justicia y de reparación” capaz de otorgar a las comunidades “su merecido derecho a la cultura y a la educación”.

Esa es la razón por la que no solo se enseña a leer y a escribir a la gente de estas localidades rurales. También se les imparten talleres de promoción de la lectura, la cultura y el arte,  gracias a los cuales, señala Alberto Larry Guzmán, alumno de la Facultad de Filosofía y Letras -quien también ha participado en cerca de tres campañas-, entienden las comunidades que “los libros no son algo tediosos y aburrido”. En el camino, descubren la ciencia aplicada en la observación de estrellas o en las formas de aprovechar la abundante cosecha de peras para mermeladas, galletas o pasteles que pueden llegar a comercializar. Y en esta espiral de aprendizajes significativos, recuperan los pobladores su condición de ciudadanos: “El hecho de que vengamos a escucharlos, a colaborar con ellos, aminora la sensación de que su voz no cuenta, que son invisibles”, concluye el futuro filósofo.

Horarios espartanos, disciplina férrea y espíritu comunitario definen una misión que requiere la implicación personal de los estudiantes: todos los elementos de la campaña de alfabetización, desde la logística hasta los materiales, pasando por las tres comidas diarias, o la labores de talleres y clases, dependen de la cooperación de los alfabetizadores y ello genera un aprendizaje grupal que, cada noche, se actualiza en asambleas donde se discuten los avances y retrocesos del día a día y se perfilan las mejoras necesarias en el trabajo de las brigadas.

Son, pues, siete semanas de frenética actividad que cambian la vida de todos los participantes y dejan una indeleble huella en las comunidades que los reciben.

Y es que los alfabetizadores son ya una tradición en Cuautomatitla: llegaron a remover escombros los días posteriores al sismo del 19 de septiembre de 2017 y, desde entonces, se plantearon llevar a cabo campañas de alfabetización y de intercambio con la cultura local, enfocadas a la creación de un Kali, estos centros comunitarios de trabajo social que el CUPS ha desplegado por ciudades y pueblos del estado, para “fortalecer el tejido social de zonas alejadas de la capital poblana” y “generar espacios para la formación de los estudiantes”.

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