viernes, abril 26 2024

 

por El Santo Niño Mezcalero

L

a producción de un mezcal se remonta a sus orígenes ancestrales y se elabora en un espacio etéreo. Ahí se produce una magia alquímica por medio de la cual la esencia del agave se transmuta en agua de rocío; el horno, las tinas de fermentación y los sobrios destiladores de olla de barro culminan el proceso en un elixir sagrado.

Los utensilios con los que se produce esta bebida tienen connotaciones simbólicas. El horneado de las piñas de agave se lleva a cabo en un horno profundo en forma de cono simulando una espina de agave.

Una vez que las plantas se hornean, la «carne» del maguey se deposita en canoas de sabino y ahí se machaca a mano con mazo. Tal parece que fueran conexiones con los ancestros «sembrados» y sus corazones del maguey se tornan a lo fermentado.

En este proceso de fermentación la pulpa se cubre de efervescencia como si fueran nubarrones y que encarna a los espíritus que nacerán nuevamente como exhalación hacia las nubes en forma de abundancia.

Este fermento se calienta al incesante fuego por horas, y al condensarse, se precipita en forma de gotas de licor y aparece la primera destilación. Posteriormente se tendrá que refinar en una segunda destilación, donde los vapores del alcohol han quedado sellados en su composición; produciendo así esta extraordinaria bebida.

Las propiedades mágicas del mezcal no se limitan a un proceso de destilación, sino también abarcan las sensaciones y los sabores que produce. Cuando  se bebe en cantidades considerables anima el espíritu, apacigua el desamor, permea felicidad, acompaña en la soledad y estimula la imaginación.

En este mundo de sensaciones, podemos percibir el alma del agave, los componentes naturales que intervinieron para su nacimiento y la tierra que lo cobijo durante muchos años.

La embriaguez  que produce funciona como una metáfora; un proceso cósmico entre el cielo y la tierra, entre lo sagrado y lo profano, donde la base de la espiritualidad conversa  con el renacimiento de la vida.

Así pues, los procesos cognitivos para la elaboración de mezcal se tornan como una especie de «rito» y la idiosincrasia de los pueblos mezcaleros esta fuertemente ligada a su relación con la tierra, el quehacer cotidiano y la divinidad.

Las siguientes imágenes pertenecen a la serie fotográfica «Espíritu Mezcal»  del artista Fernando Armenghol.

Un imaginario contemporáneo donde el Mezcal es representado en su forma mística y de la relación hombre-agave. Las esencias espirituales que intervienen en los procesos cognitivos de este elixir embriagante son interpretadas por el autor. Cada imagen muestra una semblanza fantástica de la naturaleza etérea a través de las alucinaciones  humanas, creando así una poética visual contemporánea.

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