viernes, abril 26 2024

Por: Mario Alberto Mejía

El tamaño del equipo es el tamaño del jefe.

Muchos se preguntan por el Súper Delegado Rodrigo Abdala.

Llegó con las mejores expectativas, tanto así que en todos lados se le empezó a ver como un futuro posible gobernador de Puebla.

“Es el hombre de confianza de AMLO en el estado”, juraban.

“Le habla al oído al señor”, rezaban.

“No hay nadie como él”.

Los meses pasaron y las expectativas nunca se cumplieron.

Al contrario.

Hace algunas semanas el propio presidente lo regañó con severidad.

Su pecado: la ineficiencia.

¿Cómo es posible que un prospecto de ese tamaño haya disminuido su peso político?

Su equipo parece explicarlo mejor que nadie.

Vea el hipócrita lector.

César Addi Sánchez Salinas es su secretario particular.

Sin que hasta el momento se tengan registros de su título profesional, este personaje era conocido hasta hace poco por su adicción a la fiesta y a la mediocridad.

Otros de sus cuadros intelectuales son: Iztac Hernández Quiterio —suplente del gris diputado federal Alejandro Carvajal—, Joshue Uriel Figueroa Blazquez y José Manuel Vera Salgado.

Todos colaboraron en la campaña de Morena con Abelardo Cuéllar en las elecciones de 2014 y operan políticamente algunos municipios del estado.

O eso dicen.

Fueron invitados a trabajar con Rodrigo Abdala tras su incorporación a ese partido.

En realidad —hay que decirlo—, poca gente al interior del mismo simpatizaba con él por ser sobrino político de Manuel Bartlett.

Este grupo opera en la ciudad con los enlaces distritales de Morena que fueron nombrados directamente por Abdala en cada distrito de la ciudad de Puebla y en algunos distritos del interior del estado.

Ellos, pues, son el vínculo político, laboral y económico entre el Súper Delegado y los enlaces distritales del partido.

En las pasadas elecciones, hicieron campaña paralela.

Debido a su trato poco profesional con la militancia no establecieron un vínculo de autoridad sobre los enlaces y los candidatos.

Una vez que Miguel Barbosa asumió el mando total, Abdala y sus muchachos se fueron quedando atrás.

La tarea de organización electoral —encomendada por el propio López Obrador— quedó a deber notablemente.

Este grupo también tuvo la responsabilidad de registrar la estructura electoral del estado ante el INE, así como monitorear los municipios que operaban para ellos.

¿Cómo lo lograron?

Chantajeando a los candidatos sobre la responsabilidad de triunfar en las elecciones.

No podía ser de otra manera:

Presumían ser los enlaces directos con López Obrador y aseguraban desde entonces que tendrían el control de las dependencias federales.

La arrogancia y el despotismo de este grupito sólo es similar a la ineptitud que mostraron todo el tiempo.

Faltaba más: ellos fueron los culpables en la elección pasada de que Morena no tuviera en Puebla las actas de escrutinio al final de la elección.

El equipo, pues, es el hombre.

Ahora queda claro, muy claro, por qué Abdala técnicamente está desaparecido.

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