sábado, abril 27 2024

Por: Mario Alberto Mejía

Cuando Cassius Clay subía al ring ocurría el fenómeno Rocky Marciano: sus rivales temblaban y las rodillas se venían abajo.

Eso sucede cuando los aspirantes a la gubernatura de Puebla escuchan el nombre de Alejandro Armenta Mier, senador de la República que preside la poderosa Comisión de Hacienda y forma parte ya de la Junta de Coordinación Política.

Todos coinciden en que si Armenta es el candidato de Morena se desfondará el PRI.

No ocurre lo mismo cuando en la mesa surgen los nombres de Miguel Barbosa y Nancy de la Sierra.

Al primero lo ven con reservas, una vez que ha estado sometido a un desgaste brutal durante más de un año.

A la segunda no la ven en serio.

Y peor: saben que está usando de manera oportunista el tema de género, ya que en corto dice: “Se murió una gobernadora. Puebla, entonces, necesita otra gobernadora”.

Los enemigos de Armenta juran que Mario Marín está detrás suyo.

Se equivocan.

Marín querría estarlo.

Es indudable.

Pero no lo está.

Armenta trazó su propia carrera desde que empezó a forjarse su futuro.

Primero fue diputado federal por el PRI.

Luego aceptó las invitaciones de la coalición Juntos Haremos Historia.

Fue él, no Nancy, quien ganó la elección al Senado.

Desde el primer momento obtuvo el reconocimiento de Ricardo Monreal y de Martí Batres, quienes lo han empezado a impulsar al interior del Senado.

Hacía afuera, en todo el estado, los priístas dicen que si él es el candidato a la gubernatura no dudarán en apoyarlo.

Barbosa sólo tiene los votos de Morena.

Nancy, los de Cholula.

(En Teziutlán no la pueden ver).

Armenta guarda en el bolsillo los sufragios de morenistas y priistas.

Como Rocky Marciano, como Cassius Clay, cuando sus rivales oyen su nombre las rodillas y el mentón les tiemblan.

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