jueves, abril 25 2024

Imagen de portada: Paniko

Nacido en Chile, pero avecindado en México y en España, Roberto Bolaño supo desde los 15 años de edad que quería ser escritor y decidió entonces que debía dejar los estudios escolarizados para llenarse de vida y lecturas. Incursionó al principio en la poesía, cuyos trabajos creados desde mediados de los años 70 hasta 1990 acabaría por recopilar en Los perros románticos (1995), misma época en la que escribió el primer Manifiesto Infrarrealista (1976).

Autor actual, vigente, casi siempre vivió en condiciones precarias, lo que cambio un poco al publicar la que es considerada su obra más reconocida, Los detectives salvajes (1998), novela de tal talla que le valió dos de los premios más importantes en lengua castellana: el Herralde de Novela en el mismo año de su publicación y el Rómulo Gallegos al siguiente. A estas piezas se debe sumar en primer lugar 2666 (2004), publicada póstumamente, La literatura nazi en América y Estrella distante, ambas de 1996, así como Nocturno de Chile (2000), por mencionar algunas.

A Bolaño, nacido el 28 de abril de 1953 en Santiago de Chile y muerto en Barcelona, España, el 15 de julio de 2003, se le puede considerar un autor que despierta pasiones encontradas, pero lo cierto es que escribió una de las obras más importantes en lengua española, sobre todo desde los años 90, explica a Litoral Francisco Carrillo Martín, catedrático del Colegio de Filosofía y Letras de la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ).

El que sea un autor tan amado como odiado es, a la vez, una de sus virtudes, pues pocos escritores de los últimos tiempos han generado tanta atención, comentarios, con su obra, en la que cuenta con al menos dos publicaciones que son indispensables para entender la literatura en lengua castellana de las últimas décadas, Los detectives salvajes y 2666, acota. No obstante, continúa con su idea, hay mucha incomprensión hacia su trabajo, si bien luego de publicar su primer libro muchos lo reconocieron como un maestro y se declararon sus discípulos por su estética y su ideología.

Lo último, porque en sus obras narrativas, sobre todo, Bolaño recupera las ideologías de los años 60 y 70 que se habían olvidado, pero a finales de los 90 y con la entrada del nuevo siglo muchos pensaban que era necesario de recuperarlas.

El catedrático acota que es importante mencionar que dos generaciones posteriores al autor que hizo gran parte de su vida y su literatura en México, donde fundó el movimiento infrarrealista junto con autores como Mario Santiago, Bruno Montané y José Vicente Anaya, entre otros, ya había escritores que lo tomaron como al padre que había que destruir para poder expresar su verdadero yo, pues lo consideraban protagonista y hasta cursi y naif, porque en sí Bolaño es un elogio para la juventud, esa que se mueve y manifiesta su capacidad.

Claro, también hay autores que toman una distancia porque de esa forma se canonizan por ser un referente de la literatura hispanoamericana, expone al comentar que Bolaño también era partidario de bajar del altar a los escritores para que cada quien creara su propio lugar en la literatura.

Igualmente fue un impugnador de cierta literatura de su tiempo, esa que creció con el neoliberalismo y las grandes corporaciones editoriales, en las que el escritor es más que otra cosa un publicista de su propio trabajo. Sin embargo, y sin quererlo seguramente, le sucedió lo mismo, pues tras su muerte su obra ha pasado por esa situación, con múltiples ediciones y la aparición de textos de los poco o nada se sabía antes.

Recuerda que a la par de la generación del chileno había otras y una de ellas iba más con el neoliberalismo, autores que se pensaban más internacionales, que creían que no tenían por qué ser los portadores de las luchas latinoamericanas, desideologizados y que hacían una literatura “pura”, sin dogmas ni corrientes. Él, por el contrario, se reivindica portador de una literatura con ideas, pero lo interesante es que lo hace sabiendo que se trata de un pensamiento que ha perdido ya la batalla, acota.

Sin embargo, aclara, no se siente desencantado, su posición es desde la imposibilidad de la ideología, de la militancia en su tiempo. Sus personajes en Estrella distante, Los detectives salvajes y 2666 se saben derrotados y van huyendo de esa caída y sólo les queda peregrinar en una especie de búsqueda de lo imposible.

Saber hacer ver fácil lo difícil

Su escritura hace parecer, equivocadamente, que es algo fácil. Se trata de un estilo muy vertiginoso y en algunos casos también muy barroco, con muchos elementos, capacidad de ficcionar, de imaginar, de proponer líneas y tramas narrativas. Todo ello puede dar una idea de fácil lectura, pero en realidad es muy compleja, con muchas capas, lo que es más claro en sus dos obras más reconocidas, y sobre todo en Los detectives salvajes. En tanto que en 2666 se puede encontrar su capacidad de narrar con distintos estilos a la vez, lo que tiene alto grado de dificultad.

Pero además de ello, se trata de uno de los escritores de los últimos tiempos más dotados, porque en verdad tenía cosas que decir y formas para hacerlo, lo que no ocurre mucho actualmente, cuando hay muchas publicaciones con gran técnica, pero que no transmiten nada. Bolaño desde la primera página te atrapa en la lectura porque tiene algo que decir, no deja al lector impasible, lo hace reaccionar.

Vigencia

Finalmente, Francisco Carrillo Martín asegura que se trata de un autor actual, vigente, y lo demuestra el hecho de que, para él, parte de la literatura en los años recientes deben mucho al trabajo de Bolaño, sobre todo a 2666. También, porque últimamente han aparecido traducciones de su obra al inglés en Estados Unidos y se le lee y estudia en países que no son hispanoparlantes más que a cualquier otro escritor latinoamericano. Es decir, todavía habrá mucho tiempo en el que se seguirá hablando de Roberto Bolaño.

Recomendaciones

Los detectives salvajes

Entre la narrativa detectivesca, la novela «de carretera», el relato biográfico y la crónica, Los detectives salvajes -ganadora de los premios Herralde y Rómulo Gallegos- está considerada unánimemente una de las más brillantes y originales ficciones de nuestro tiempo. En ella, dos jóvenes poetas latinoamericanos, Arturo Belano y Ulises Lima, emprenden una aventura que transcurrirá durante varias décadas y en distintos países.

Símbolo de la rebeldía y la necesidad de ruptura con la realidad establecida, sus vidas representan los anhelos de toda una generación. La búsqueda de la misteriosa escritora mexicana Cesárea Tinajero, desaparecida y olvidada en los años posteriores a la Revolución, sirve de inicio a un viaje sin descanso marcado por el amor, la muerte, el deseo de libertad, el humor y la literatura.

Nocturno de Chile

Sacerdote derechista, reconocido crítico literario, ignorado poeta, Sebastián Urrutia Lacroix se encuentra tendido en la cama una noche que parece ser su última en este mundo. El sudor, el delirio, la certeza de un final y su dolencia lo aquejan cruelmente.
Pero más febril que su enfermedad es el alud de recuerdos, la avalancha incontenible de un pasado fantasmal de halcones adiestrados para cazar palomas, de lecciones de marxismo a un dictador en ciernes, de un artista abandonado a sí mismo en la inanición, de tertulias iluminadoras en una casa sumida en la herrumbre de la tortura.
Interrumpido solamente por el «joven envejecido» de su conciencia, el monólogo de Urrutia se alza por encima de los muros de una ciudad hundida en el toque de queda.

Estrella distante

Alberto Ruiz-Tagle, fascinante y seductor poeta autodidacta habitual de los talleres literarios del Chile de Salvador Allende, y Carlos Wieder, piloto de las fuerzas aéreas chilenas que escribía versículos de la Biblia con el humo de una avioneta tras el golpe de estado de Pinochet: una y otra cara de la misma moneda, uno y el mismo oscuro personaje. Un individuo, encarnación pura del mal y la crueldad, que el narrador de esta historia, el alter ego de Bolaño y perenne detective salvaje Arturo Belano, se cuida de desmenuzar.

Esfumado durante la transición democrática, el poeta y el investigador Abel Romero irán tras sus huellas y las de las desaparecidas hermanas Garmendia para hacer justicia al margen de la ley. La búsqueda conducirá sus pasos a ambos lados del Atlántico, de Chile y México a Barcelona y Blanes, hundiéndose en el más profundo vórtice de la infamia

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