sábado, abril 27 2024

Por Mario Alberto Mejía

Todo fue extremadamente raro. Primero trascendió que Juan Carlos Lastiri había sido levantado por seis hombres armados en Zacatlán en plena temporada de Todos Santos, Día de Muertos. Luego dijeron que no había sido un levantón”, sino una orden de aprehensión cumplida.  

Sobrevino entonces lo que Alfonso Durazo le dijo a una senadora en el sentido de que Lastiri no había sido aprehendido. Minutos después afloró un manotazo: el ex subsecretario de la SEDESO y la SEDATU sí había sido detenido. Y hasta dijeron que el mismo juez del caso Rosario Robles le había obsequiado la bellísima orden de aprehensión. 

Las horas pasaron y vino el desmentido: Lastiri no fue aprehendido ni mucho menos. Ah, y tampoco se encontraba en el Reclusorio Oriente. 

Nuevas horas se movieron en el reloj. Por fin algo aparentemente real: la esposa de Lastiri decía que no sabían nada de su esposo. Tic tac, tic tac. Es oficial: a Lastiri lo secuestraron. 

Sorpresivamente, el viernes 1 de noviembre corrió la voz de que el secuestrado había sido puesto en libertad. Todo fue exprés. El levantón, la supuesta aprehensión, los desmentidos, las nuevas versiones, la libertad. Sobre todo esto último. 

Cuando a Diego Fernández de Cevallos lo secuestraron pasaron cosas normales: Sus captores tardaron un mes para comunicarse con los familiares del Jefe Diego. Un mes. Y una vez que se logró la negociación, pasaron quince días para que lo dejaran en libertad. Quince días. 

Aquí todos tenían prisa. Los secuestradores y el secuestrado. Tanta prisa tenían los primeros que ni siquiera se pusieron en contacto con la familia. Todo se arregló, así parece, entre las partes involucradas. Fast track. Comida rápida. 

¡FLORES PARA LOS MUERTOS! 

EL columnista Ricardo Morales fue el primer en revelar la versión de que Juan Carlos Lastiri había sido abordado y subido a una camioneta por seis tipos con cuernos de chivo mientras corría en algún lugar de Zacatlán, su tierra de origen. Con Lastiri iban cinco personas, quienes narraron en distintos momentos los pormenores del caso. 

Todos coincidieron en que los tipos no iban encapuchados, pero sí llevaban chalecos. Todos, además, vestían ropa oscura. 

—¿Quién es Juan Carlos Lastiri? —preguntó uno de ellos. 

—Soy yo —respondió el hoy desaparecido. 

Las versiones se desataron. Los periodistas bien informados aseguraron cosas que después desmentirían una vez que la Fiscalía General de la República anunció que ellos no le giraron orden de aprehensión alguna.  

Los familiares de Lastiri preguntaron por él en el Reclusorio Oriente. Fue inútil. “Aquí no hay ningún interno con ese nombre”, les respondieron. 

¿Dónde está Juan Carlos Lastiri?, nos preguntamos todos. 

Alfonso Durazo había dado la clave cuando la mañana del miércoles 30 de octubre le dijo a la senadora que le preguntó por Lastiri que para aprehender a cualquier persona los ministeriales cumplen con un protocolo muy estricto. Es decir: se identifican y le leen sus derechos al detenido antes de subirlo al vehículo en el que lo trasladarán. 

¿Quién detuvo entonces a Juan Carlos Lastiri?, nos seguimos preguntando. O mejor dicho:  ¿Quiénes lo secuestraron? 

Y vinieron las respuestas: 

Quizás fueron los mismos que en enero pasado ingresaron a su casa de La Vista para robarle de una caja fuerte 11 millones de pesos en efectivo y varios relojes de lujo. 

Ya se sabían el caminito. Cómo no volverlo a caminar. 

Luego apareció el multicitado en el contexto del secuestro exprés más breve de la historia y los perros del rumor se volvieron a soltar. 

No tenemos remedio. 

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