miércoles, noviembre 20 2024

Redacción

En 2030 se estima que la población de adultos mayores sea más numerosa que la de los jóvenes y niños debido a la disminución en las tasas de mortalidad y de nacimiento. Sin embargo, si bien hay una mayor expectativa de vida – 80 años -, así también hay una alta incidencia de enfermedades crónico degenerativas, como diabetes, Alzheimer y cáncer, entre otras, que impactan en la calidad de vida de este segmento y en los costos del sistema de salud pública.    

Con el fin de contribuir al mejoramiento de la salud de futuras generaciones de adultos mayores, la doctora Nora Hilda Rosas Murrieta, investigadora del Laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular del Centro de Química, del Instituto de Ciencias (ICUAP), estudia qué factores moleculares se ven afectados a lo largo de la vida, los cuales provocan el envejecimiento de las células y la aparición de enfermedades.

Doctora en Ciencias Químicas, nivel I del Sistema Nacional de Investigadores, explicó que cuando la célula es joven monta una respuesta eficiente ante cualquier agresión o daño, mientras que cuando envejece esa capacidad se afecta. Si bien el envejecimiento es un proceso natural que ocurre en todos los tipos celulares, puede acelerarse por diversos factores. Uno de los más importantes es el consumo de comida rápida con alto contenido en grasas y carbohidratos, que hoy incluso ha permeado en el medio rural, donde la dieta era más sana. Diversos estudios han comprobado que la reducción en la ingesta de calorías incrementa la expectativa de vida, así como el ejercicio y la calidad del sueño.

Rosas Murrieta, profesora de tiempo completo con Perfil Deseable PRODEP, agregó que otros factores son los ambientales. La exposición continua a metales pesados, como mercurio, podría vincularse al envejecimiento celular, hecho reportado en 2017, a través de la tesis de Maestría en Ciencias Químicas, de Guadalupe Rojas Sánchez.

En esta línea de investigación se emplean levaduras y líneas celulares de origen humano.  Al respecto, señaló: “Usamos el modelo de levadura Schizosacharomyces pombe para abordar el estudio de procesos extrapolables al ser humano. En sistemas envejecidos, a nivel molecular ocurre una desregulación de la actividad de las proteasas; su mal funcionamiento se refleja en la modificación de la maduración, la activación o inactivación de algunas proteínas, o la interacción con otras moléculas cruciales para el correcto funcionamiento celular”.

La doctora Nora Hilda Rosas inició este proyecto en 2012, con el estudiante de la Licenciatura en Biología Omar Seoane Gutiérrez, y en 2014 continuó con Mario Maciel Rodríguez, quienes describieron la existencia de al menos dos proteasas con una alta actividad en células envejecidas. La más interesante, la dipeptidil aminopeptidasa. Mientras que otras enzimas disminuyen su actividad en el envejecimiento; tal es el caso de la metionina, fenilalanina y valina aminopeptidasas.

Entre 2016 y 2018, los estudiantes de la Maestría en Ciencias Químicas, Patricia Leany Segundo Ibáñez y Olaf Rosas Galicia, analizaron los genes de autofagia y de apoptosis en la levadura envejecida. En 2023, Edson Antonio López Castillo, de la Licenciatura en Biología, trabajó en la revisión documental “Envejecimiento asociado a la función del citoesqueleto en células eucariontes”. A este proyecto recientemente se incorporaron los alumnos del posgrado Erick Gómez Soriano, Alexa González Castro y María José Vega del Real.

La también integrante del Cuerpo Académico Consolidado Bioquímica y Biología Molecular BUAP-CA-147, quien ha dirigido 14 tesis de licenciatura, 12 de maestría y cinco de doctorado, explicó que “el objetivo de esta línea de investigación es conocer qué factores moleculares podrían ser afectados durante el envejecimiento, para mejorar la función de uno o más sistemas celulares y, por lo tanto, la calidad de vida del ser humano”.

El propósito de esta investigación -dijo- es aportar conocimiento encaminado al desarrollo de estrategias para contribuir al correcto funcionamiento celular.   

Desde el inicio del proyecto han colaborado las investigadoras del ICUAP, las doctoras Irma Herrera Camacho y Lourdes Millán Pérez Peña; así como las doctoras Rebeca Martínez, Laura Morales Lara y Nidia Gary Pazos Salazar, de la Facultad de Ciencias Químicas.

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