viernes, noviembre 22 2024

Por: Mario Alberto Mejía

Una de las últimas noticias de las que se enteró don Miguel Quirós Pérez antes de morir fue del arribo a la gubernatura de Puebla de don Guillermo Pacheco Pulido: su contemporáneo, su colega, su eterno rival en las ternas.

Abogado brillante dotado de una memoria prodigiosa, don Miguel fue, como don Guillermo, prácticamente todo en su vida política.

Sólo le faltó ser gobernador.

En los años setenta, don Alberto Jiménez Morales —otro contemporáneo de ambos— denominó “Los Cuatro Fantásticos” a don Miguel, don Guillermo, don Carlos Palafox y don Marco Antonio Rojas.

Desde su perspectiva, todos ellos eran brillantes —cada quien a su modo—, pero ninguno sería gobernador.

Ahora queda claro que se equivocó con don Guillermo.

Nacido en Zacatlán, don Miguel despuntó en la política poblana desde muy joven.

A su paso por ésta, logró ser presidente municipal, líder del Congreso, presidente del CDE del PRI y diputado federal.

Manuel Bartlett, desde su extraña forma de hacer política —bizarra, heterodoxa, personalista—, vio en el licenciado Quirós a una mente brillante y como tal lo hizo presidente de la Gran Comisión del Congreso del Estado, en el contexto de una legislatura que reunió, entre otros, a los empresarios Falín Posada y Valentín Díez, y a Rocío García Olmedo, América Soto, Laura Alicia Sánchez Corro y Miguel Ángel Martínez Escobar.

En algunas ocasiones, el célebre Vale se llevaba la tertulia del Congreso a su residencia de la colonia La Paz, donde nos leía el tarot a los entusiasmados asistentes.

Don Miguel fue un lector voraz —cosa en la que también se asemejaba a don Guillermo—, y, en consecuencia, era un conversador avezado, escrupuloso y puntual.

En varias ocasiones compartimos momentos delirantes hablando de literatura.

La última vez que lo vi fue hace unos meses en el restaurante Casa Reina.

Me gustó verlo memorioso como era, aunque atado a una silla de ruedas.

Con su hijo Miguel —generoso como pocos—, hablé en varias ocasiones de su padre.

Descanse en paz este extraordinario hombre que fue, por cierto, magistrado del Consejo de la Judicatura Federal.

Nota Bene: en mi novela “Miedo y Asco en Casa Puebla, don Miguel aparece en tres ocasiones.

Rescato dos estampas:

“Palabras muy distintas fueron las que salieron de don Miguel Quirós. Los diputados se iban a Cacaxtla a ver ruinas arqueológicas cuando se topó con vergara en la puerta del Congreso. Lo vio y lo tomó del brazo. Al tiempo que caminaban, le dijo entre risas: ‘me encantan sus crónicas. Me encanta su estilo a la Norman Mailer y Truman Capote.

“(…) Una vez que dejó de ser presidente del Congreso, don Miguel Quirós Pérez fue nombrado presidente del PRI estatal. “Un día, Vergara recibió un mensaje: ‘El licenciado Quirós lo espera en su oficina del PRI de la 5’. No lo pensó dos veces y le dijo a Átticus Munive, reportero del Serrat poblano, que fueran a verlo. Apenas llegaron, la secretaria los hizo pasar. Tomaron asiento frente a don Miguel, quien hablaba por telé- fono. Les regaló una sonrisa y les cerró el ojo. Siguió hablando. Su interlocutor, quedaba claro, era el diputado Melitón Morales, mejor conocido como el Filósofo de Tlalancaleca, mano derecha del líder de la legislatura, el ex secretario de Gobernación Carlos Palafox Vázquez. Algo hablaban sobre un tema que Vergara y Munive habían venido reporteando todos los días en la última semana. No lo podían creer: ante ellos corría el desenlace de la película del momento.

“‘No sean pendejos, Melitón, pórtense como profesionales’, dijo don Miguel sin perder la elegancia. Y resumió al teléfono el trascendental acuerdo. Apenas se despidió del diputado, volteó a ver a Vergara y a Munive, y dijo con una nueva sonrisa: ‘qué gusto haberlo visto, estimado Juan Pablo. Que les vaya muy bien’. Salieron desconcertados pero felices. Sin revelarles nada les había dado la nota de ocho columnas”.

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Los Mismos de Siempre en la Cruzada en Contra de Anel Nochebuena

La envidia es un tema cultural abordado, entre otros, por Alfonso Reyes, Salvador Novo y Carlos Fuentes.

Es una navaja que corta y que destaza.

Nace de la simulación y tiene su cama en los rincones húmedos y poco iluminados.

El envidioso siempre está preparado para destruir su objeto de odio.

Vive para él.

Sin él, ya no es nada.

Todo esto le ha venido ocurriendo a Anel Nochebuena, subsecretaria de Cultura del gobierno estatal, desde que estuvo al frente del Instituto Municipal de Arte y Cultura.

Un grupo de parias de la cultura ha encabezado en otras ocasiones una guerra sorda en contra suya, pero, siempre, invariablemente, desde el anonimato.

La acusan de todo.

Hoy van de nuevo por ella.

Y hasta han organizado una campaña en Change.org en aras de evitar que sea nombrada secretaria de Cultura.

Pretenden reunir miserables quinientas firmas para ese fin, cuando lo medianamente presentable en esa organización asciende a cincuenta mil firmas.

Menos de esta cantidad da pena ajena.

Son los mismos de siempre quienes están detrás de esta nueva aventura de la envidia poblana.

Supérenlo.

Algún día arribarán a la burocracia dorada a la que tanto aspiran.

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