miércoles, noviembre 13 2024

Por: Mario Alberto Mejía

El teatro del absurdo se vino a vivir a Puebla.

Ni Fernando Arrabal ni Alejandro Jodorowski entenderían la nueva farsa poblana.

Y es que un antimorenovallista será el candidato a la gubernatura de lo que queda del morenovallismo.

¿Su nombre?

Enrique Cárdenas.

Varias dudan matan en esta trama.

¿Cómo le hará Cárdenas para tragarse sus palabras en contra de Rafael Moreno Valle?

¿Cómo le harán los partidos que lo apoyan —PAN, PRD y MC— para frenarlo en caso de que se le vaya encima al pastor recientemente muerto?

Durante casi un año, Cárdenas descalificó a Moreno Valle y a Martha Érika Alonso.

¿A qué giro teatral recurrirá para resolver los enigmas y crearse un discurso veraz?

Hoy por hoy, sus trapos sucios vuelven a tenderse en la azotea de nuestro pesimismo.

¿Quién es Cárdenas además de ser un vulgar ambicioso de poder?

Lo recordamos mintiendo en enero de 2018, cuando le hizo creer a mucha gente que AMLO ya lo había elegido candidato de Morena a la gubernatura.

Una vez que su mentira fue descubierta, Miguel Barbosa Huerta fue entronizado como candidato.

Cárdenas se puso a hablar y a escribir pestes del hoy presidente de la República.

La bilis amarilla y la bilis negra hicieron una sola bilis apellidada Cárdenas.

Despojado de su morenismo, agarró fuerzas y escupió en el traje nuevo del entonces presidente electo a través de Twiter:

“La decisión de @lopezobrador_ sobre el nuevo aeropuerto será recordada como una de las peores estupideces de un presidente en la historia económica contemporánea. Ojalá me equivoque”.

Un tuitero le recriminó:

“Hace unos meses creía en él. (Hoy) no tiene la candidatura y ya no cree en él”.

Cárdenas no tardó en responderle:

“Así es. Creí en él. Pero cuando me ‘hizo chapuza’ con su encuesta, dejé de creerle. Es lógico. Si tu esposa te engaña con otro, dejas de creerle”.

El ex rector se refería a la encuesta que lo lanzó al vacío en el contexto de la precandidatura de Morena a la gubernatura de Puebla, misma que terminó beneficiando a Miguel Barbosa.

(Barbosa es el “otro” en esta historia de infidelidades. Es decir: AMLO engañó a Cárdenas con Barbosa. Ni Corín Tellado podría haberlo escrito mejor).

Técnicamente, fue la primera vez que Cárdenas dijo que López Obrador le hizo trampa.

(La palabra chapuza es más violenta en México, pues significa “estafa”).

Técnicamente también fue la primera vez que acusó al presidente electo de pergeñar una de las “peores estupideces” en la “historia económica Contemporánea”.

En otras palabras: lo puso en el nivel de José López Portillo cuando nacionalizó la Banca, tema, por cierto, de un documental de brillante factura que patrocinó la Fundación Espinosa Yglesias.

Cárdenas estaba enojado.

Muy enojado.

Nadie lo podía acusar  entonces de ser un sicario.

Tampoco era parte de la Mafia del Poder.

Digamos que se volvió un Charles Bovary de medio pelo una vez que descubrió que su mujer lo engañaba.

(El doctor Bovary es en realidad un antihéroe que soportó con una enorme grandeza los devaneos eróticos de su mujer).

Y es que frente a la “chapuza” de AMLO, el doctor Cárdenas montó en cólera, pero se la guardó como un personaje de novela rusa.

Dejó que el reloj corriera.

Tic tac, tic tac.

Deshojó el calendario con la paciencia del que limpia el revólver asesino.

De pronto, cuando la trama del nuevo aeropuerto se precipitó, sacó el morralito de rencores y lo vació sobre el traje nuevo del presidente electo.

Hoy está de regreso, luego de haber buscado ser gobernador interino y auditor superior del Estado.

Su ambición no tiene fin ni conoce escrúpulos.

Lo suyo es el poder por el poder.

Ya habrá tiempo de documentar sus irregularidades y su locuacidad.

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