viernes, noviembre 22 2024

Por: Mario Alberto Mejía 

Mentir es cosa sencilla.

Mentir y revolver el mundo, no es tan fácil.

Desde el primer momento, Enrique Cárdenas, candidato del PAN a la gubernatura, guardó un silencio sospechoso sobre el tema de su oneroso salario en el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).

No respiraba para no herir el viento.

Pero por fin habló.

Y cuando lo hizo, fue para mentir.

Para mentir y revolver el mundo.

Hay algunos temas básicos.

Las asociaciones civiles sin fines de lucro —como el CEEY—no están hechas, como su nombre lo dice, para lucrar.

Ganar alrededor de 350 mil pesos mensuales es sinónimo de lucro.

Hacerlo en una empresa privada es de lo más normal.

Ganar esa cantidad en una asociación civil sin fines de lucro es una grosería.

De la noche a la mañana, una vez exhibido durante varios días, Cárdenas salió a decir que su salario no estaba etiquetado como parte de los gastos administrativos del centro —mismos que no deberían superar el 5 por ciento—, sino que estaban metidos en el baúl de los gastos operativos.

Sólo un problema hay: en sus declaraciones fiscales siempre incorporó su extravagante salario como “gasto administrativo”.

¿Acaso mintió en su declaración o en aras de evitar el linchamiento público quiso mover la realidad?

Su caso, hay que decirlo, ya es es de pena ajena.

Ni en el PAN, su partido postulante, le creen una palabra.

.

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El Poluto Disoluto

¿En qué se parece Raskolnikov a Enrique Cárdenas?

En que a los dos los atormenta su conciencia.

Al primero, por haber matado a una usurera en la gran novela de Dostoyevski: Crimen y Castigo.

Al segundo, por haber engañado al SAT en la enorme farsa: Cómo robar millones una noche de Verano.

El doctor Cárdenas, es evidente, solo tiene una patrona: Amparo Espinosa Rugarcía, hija de don Manuel: sirviente de Jenkins: sirviente de Maximino.

Cárdenas no vino a Puebla por su voluntad.

Su jefa le ordenó venir a conquistar la última ínsula del Barroco.

No podrá.

No pudo.

No puede.

Su carácter mediocre lo ha signado como el perdedor innato.

E impoluto.

O Poluto.

Como lo llamó Miguel Barbosa Huerta, candidato de Juntos Haremos Historia a la gubernatura de Puebla.

En una entrevista con El Universal, Cárdenas reconoció que cobró anualmente cantidades superiores a los cuatro millones de pesos.

Pero, dice, lo hizo en función de representante legal, director ejecutivo y becario del Centro de Estudios Espinosa Rugarcía.

En pocas palabras: admitió que era el asesino en el lugar del crimen.

Violó, pues, sistemáticamente el reglamento que prohíbe que una donataria autorizada —como es el Centro de Estudios Espinosa Yglesias— generara una asociación civil con fines lucrativos.

Seamos sensatos:

Los recipendiarios de dos fundaciones —hijas de doña Amparo— admiten dinero privado que termina convirtiéndose en público.

En otras palabras: las hijas de la Nación buscan perdonarle la vida a los que se quedaron en el columpio.

Es lo que hay.

Ufff.

La pena mata.

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