lunes, noviembre 4 2024

Las religiones son fundadas en el miedo de muchos

y en la vivacidad de pocos

(Stendhal)

Como bien dice Carlos Puig en su columna: “parece que la élite mexicana no lee Vanity Fair ni Forbes, ni sabe inglés”.

Yo diría algo todavía más preciso: las élites (del dinero, porque hay otro tipo de élites) no leen (punto final).

Hoy los dueños del país son los nietos de hombres y mujeres que amasaron esas pantagruélicas fortunas, y sí, esos nietos pueden haberse expandido y hacer aún más grandes las empresas, pero son en esencia personajes rotos y vulnerables sin ningún tipo de sentido común.

También esas nuevas élites están repletas de arribistas que han escalado gracias a otros talentos o mañas.

Yo lo veo a diario en Puebla: como de la nada, de un día para otro, aparece un nuevo edificio titánico o alguna universidad o centro comercial, cuyos dueños o dueñas nada tenían que ver hace una década con la clase empresarial, mucho menos con el sector de la construcción. Lavadores de dinero (los más) que hoy son “el top” y salen en cuanta revista de sociales circula en la ciudad, pero que en su íntima intimidad no conocen la “o” por lo redondo. Ignorantes…

Y es en ese contexto en donde los líderes carismáticos anidan y encuentran terreno fértil para succionarles el seso a esos nuevos ricos, que al no tener mayores pasiones ni curiosidad intelectual (pero sí un vacío existencial tremendo), deciden voluntariamente entrar a grupos como NXIVM, esa secta que esclaviza mujeres y las marca como reses.

En estos días se está viviendo el juicio contra el líder de esta secta en la que están involucrados apellidos como el de Salinas y Fox.

Sorprende que el hijo de un hombre que si bien fue un sátrapa, no es ningún iletrado. Pero no debe culparse a Carlos Salinas de Gortari de tener hijos impresentables. Pasa hasta en las mejores familias. De Fox, es evidente que su descendencia no podría ser muy preclara.

Keith Rainere es, como todo líder de cualquier secta demencial, un sociópata cuyo talento consiste en seducir mentes débiles. Así es como se explica que personajes de tan alto nivel económico hayan decidido endosarle no sólo cantidades obscenas de plata, sino sus vidas y sus reputaciones de paso.

Hoy este sujeto está bajo la lupa de la ley estadunidense y enfrenta un juicio por varios cargos, pero el que más llama la atención es aquel que sugiere que Rainere esclavizaba mujeres en un sistema de “sumisa-amo”.

Carlos Puig retoma este tema y hace mención que ya para 2003, el caso de Rainere y su extraño grupo que se disfrazaba con la máscara de una empresa que daba cursos de superación personal, brincaba en los editoriales de revistas internacionales, sin embargo, quienes se fueron alineando a la secta parecían desconocer los antecedentes de Nxivm…

Cuando leo esto pienso irremediablemente en otro personaje torvo que hizo una gran fortuna embarcando a pobres almas atribuladas: L.R. Hubbard, fundador y líder de la iglesia de la Cienciología (antes Dianética).

Recuerdo bien que a finales de los años ochenta, en los anuncios de televisión por cable, aparecían anunciados los cursos que este hombre vendía como la nueva ciencia de la salud mental. Anuncios que se parecían a sus iglesias: horrorosas construcciones en las que alguien con un poquito de instinto no se metería ni para picarse heroína ni tomaría muy en serio. Así como alguien sensato no podría jamás creer que un escritor fracasado de ciencia ficción fuera quien trae al mundo la salvación por medio de cursos dados por esclavos que pagan para estar ahí dentro con tal de que otro  don nadie que leyó “Dianética” los conecte a un detector de mentiras para “auditarlos” y alejarlos de las “SP” (personas supresivas, que no son otra cosa más que los que no creen en la dianética). 

Hubbard fue un genio, sí, pero las super ventas.

Tiene record Guinnes en publicación de libros, sí, pero de libros basura para leer mientras se viaja en un gajolotero pensando que se va en una nave espacial; la misma que traerá de regreso al alien “Xenu”: el tirano que nos llenó a los hombres de almas malignas que traemos pegadas y por eso hacemos tonterías o cometemos crímenes o somos infelices o locos o drogadictos o mujeriegos.

Al igual que Raniere, Hubbard vio en la gente de dinero su principal mercado. Claro; los pobres no pueden pagar cursos con los que uno cruza un puente de cientos de paradas para poder acceder a un estado de “claro”, que no es otra cosa que sentirse liberados de culpas tras haber pasado horas y horas de lavado de cerebro en el “Flag”, que es la mazmorra fifí en donde una panda de alienados que creen que Hubbard volverá para salvarlos (Tom Cruise será el anfitrión a su vuelta).

En el documental “Going Clear”, dirigido por un ex cienciólogo que casi se muere cuando, tras haber cruzado todo el puente (pagando millones de dólares) se percató de que Hubbard no iba a volver (aunque hablen de él en presente y le hagan fiestas cada año con fuegos, artistas de cine y trajes satinados), y que lo único cierto de todo aquello es que Hubbard se colgó de la pobreza espiritual de la banda para hacerse de millones mediante la fe y la estulticia ajena.

No se culpe a Hubbard por su ambición, ya que casi todas las religiones son iguales, incluyendo la católica que también nació siendo una secta…

Y me refiero a Hubbard (personaje fascinante del que escribo actualmente una novela), porque acá en Puebla hay una nueva oleada de cienciólogos. Gente de mucha plata que gasta esa misma plata en busca de lavar sus culpas y abandonar prácticas que catalogan más nocivas que la propia idea de creer en almas que habitan en huevos dentro de los volcanes.

Ron Hubbard vive, sí, en sus pupilos ignorantes. Sin embargo está más muerto que un ostión en la nevera, aunque su iglesia se expande como el mercurio gracias a David Miscavige y a esos pobres ricos que no tienen más que dinero.

Ahora toca turno de ver cómo cae Raniere, y cómo esos fieles que lo seguían y creían en sus enseñanzas se van desligando poco a poco con tan de no caer en la chirona, es decir, en la cárcel.

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