Por: Mario Alberto Mejía
Este domingo habría cumplido cincuentaiún años Rafael Moreno Valle.
El 24 de diciembre pasado, tras el siniestro del helicóptero en el que viajaba con su esposa Martha Erika Alonso —a la sazón gobernadora de Puebla—, su nombre entró a un umbral en el que conviven la leyenda y el mito.
(Leyenda y mito parecen hermanos. No lo son. Acaso son primos hermanos).
En los últimos meses ha ocurrido un fenómeno curioso: quienes lo elogiaron desmedidamente en la prensa, hoy le lanzan lodo… también desmedidamente.
No podría ser de otra manera.
La traición es sinónimo de miseria humana.
Antes de que Moreno Valle llegara a la gubernatura de Puebla, Mario Marín había creado un estado mediocre —enano— curtido por los coscorrones que les daba a sus empleados y enemigos.
El desprestigio era brutal.
Puebla se volvió referente de pedofilia, violencia, corrupción, aldeanismo y basurero político.
Moreno Valle apostó todo a la gubernatura y terminó ganando.
(Marín se fue al cesto de basura con el tiempo. Hoy sólo es un prófugo de la justicia visibilizado por la Fiscalía General de la República al que en cualquier momento aprehenderán).
Nuestro personaje, hay que decirlo, cambió el rostro de Puebla y generó un legado.
Sus obras —algunas muy polémicas— nos llevaron al cambio.
Sus alianzas nacionales y su brutal capacidad de trabajo lo catapultaron a otras ligas.
A sus colaboradores más cercanos siempre les hizo énfasis en la importancia de la seguridad pública en Puebla.
Ése era uno de sus puntos centrales.
Al mes de fallecido, su padre narró la historia de un hijo que permanentemente tenía que ser operado del corazón y que cuando llegó a la mayoría de edad desafió al destino al interrumpir su tratamiento.
Eso explica la voluntad de trabajo de Moreno Valle y las pocas horas de sueño.
Sabía que podía morir en cualquier momento y no tenía tiempo para contemplaciones.
El propio Fernando Manzanilla Prieto, secretario general de Gobierno que en un mes pasará a ser secretario de Gobernación en la administración de Miguel Barbosa Huerta, escribió unas líneas reveladoras tras la muerte de quien llegó a ser un gran amigo suyo:
“La urgencia de reconciliación que se vive en la sociedad poblana es un asunto que no sólo tiene que ver con la gobernabilidad, la legalidad o la corresponsabilidad.
“La dimensión humana, compleja y profunda, es el punto de partida desde el que tenemos que avanzar hacia la restauración del tejido social.
“(…) Los momentos presentes de dolor para la familia de mi esposa, cuyas dinámicas me mueven, me han permitido optar por privilegiar, en mis recuerdos de Rafael y Martha Érika, aquellos momentos de fraternidad y cercanía, por encima de las diferencias y los desencuentros.
“Si no puedo cambiar el pasado, al menos tengo la alternativa de honrar las mejores cosas compartidas.
“Por ello, a un mes de distancia de su partida y, desde mi condición humana, me resulta doloroso haber perdido a personas a quien, en su momento, me unió una enorme y entrañable amistad y no tener ya la posibilidad para lograr un espacio íntimo de mínimo reencuentro y paz.
“(…) Hoy, nadie puede pensar en desmantelar una expresión política para beneficiar a otra, ni tampoco alentar un ambiente de división con nuevos protagonistas.
“(…) Que el perdón y la reconciliación nos guíen”.
El propio gobernador electo, Miguel Barbosa Huerta, llegó a tener una amistad muy cercana con quien este domingo habría cumplido cincuentaiún años.
¿Hasta dónde habría llegado en su carrera política?
No lo sabemos.
Nos está impedido saberlo.
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Las Fichitas del Yunque
Este lunes, los enemigos de Miguel Barbosa buscarán apoderarse del Consejo Coordinador Empresarial a través de Herberto Rodríguez Concha, hijo del Yunque y nieto de los fifís porfiristas.
Fuentes que pidieron la gracia del anonimato, cuentan que Herberto se fue a estudiar a Barcelona becado por la UPAEP debido a que tuvo un affaire con una secretaria de esta institución educativa.
El affaire, juran, se volvió tan peligroso que tuvo que intervenir el propio Jefe Mayor del Yunque: don José Antonio Quintana.
Uno de sus apoyadores —Pepe Díaz de Rivera— también tiene su historia negra.
Y es que, aseguran las mismas fuentes, hizo —con su socio— una fábrica en llamas de una fábrica quebrada.
¿El fin?
Cobrar el seguro.
La historia no tuvo un final feliz, pues la trama fue descubierta y el socio terminó en la cárcel.
Así por el estilo se mueven los yunques que aspiran a quedarse con el Consejo Coordinador Empresarial.
Otro de sus apoyos tiene un prestanombres que se apellida como el personaje de una película de Cantinflas: Penagos.
Y otro más controla una inmobiliaria muy poderosa también en su calidad de prestanombres.
Pura finísima persona.
Faltaba menos.