Por Luis Conde
Siempre he creído que los relatos íntimos deberían tener una cabida especial dentro del campo de la literatura. Sé también que ese campo, el literario, se plaga de egos y crea un círculo casi divino en donde sólo caben cierto tipo de textos.
Y no es que no haya intimidad en la literatura, sino que esta tradicionalmente se cuenta y se mira desde una lejanía que le da al autor un margen de maniobra para salir con pulcritud de los charcos que pudiera generar la sinceridad de su obra.
Es precisamente ahí donde se excluyen casi siempre las historias íntimas, propias y de ajenos, relatos que no por cercanos pierden calidad y mucho menos presencia, además de que muchas veces esos escritos son narrados de forma tan exquisita que uno encuentra no sólo placer en la lectura, si no inspiración para aventurarse a poner sus vivencias sobre el papel.
Bernhard Se Muere, de Alejandra Gómez Macchia (Pre-Textos, 2019), es uno de estos casos excepcionales en donde el lector intima con los personajes que viven y crecen dentro de las páginas. Hay tanta cercanía entre quienes desfilan por los parajes del libro que irremediablemente el lector termina siendo parte de la fiesta y tragedia que enmarca este compendio de relatos.
Alejandra Gómez Macchia utiliza al novelista austriaco Thomas Bernhard no sólo como un pretexto para narrar sus historias desde una perspectiva bernharniana, sino que el escritor es el principal fantasma dentro de los relatos que cohabitan en un espacio tan cercano entre sí que da la impresión de que suceden en una misma habitación.
Gómez Macchia, que no se define a sí misma como una bernhardniana, más bien como una voraz lectora de la obra de Thomas Bernhard, engarza historias con toques autobiográficos en donde los protagonistas no son de carne y hueso, más bien son fantasmas que deambulan en un cementerio que todos hemos pisado alguna vez.
Ahí, en el fango negro rodeado de lápidas de nuestros propios personajes pasados, se conectan los relatos que el lector encontrará también como suyos: aventuras, desamor, miedo y un sentido del humor que nos saca de golpe de entre las ánimas del pasado.
Ocho piezas conforman esta obra de la escritora y periodista poblana, cuya habilidad para encontrar (y contar) historias en hechos muy cotidianos hacen que nadie salga ileso de estos relatos, en donde las almas deambulan obscenas y maliciosas entre perros callejeros, cuentos de carretera y sueños lapidados por la cotidianidad.
A diferencia de otros autores, Gómez Macchia no duda y es la primera en saltar al fango de la sinceridad, y ahí, junto con su pluma, nos lleva al abismo de nuestras historias.