sábado, noviembre 23 2024

Memorial
Por Juan Manuel Mecinas / @jmmecinas

Felipe Calderón era panista cuando gobernó el país, aunque hoy quiere olvidarlo. Después de dos sexenios, pretende volver a Palacio Nacional de la mano de Margarita. La pareja presidencial tiene aspiraciones porque Felipe ha hecho creer que su mujer tiene los apoyos y la capacidad para ser presidenta. Los primeros son dudosos y su capacidad lo es aún más.

Pero la vuelta de los Calderón con un nuevo partido significa muchas cosas, entre otras, la debilidad de Acción Nacional, la pérdida de rumbo de la oposición y la irrupción abierta –ya no bajo siglas del PAN- de la extrema derecha en el escenario político mexicano.

Acción Nacional fue un instituto importante de cara a abrir el sistema. Lo hizo pactando con el PRI. Ganó en su momento, pero no se dio tiempo de que sus alianzas con el partidazo le cobrarían facturas y perdería pronto lo obtenido. Los acuerdos que logró con el salinismo en los noventa fueron claves para llegar a la presidencia en 2000, aunque le costó ceder a las presiones del PRI y tuvo que mirar el retorno del partidazo –en su peor versión- en 2012. El PAN fue instrumento del PRI para lavarse la cara y no supo desmarcarse a tiempo del priismo que no murió con el arribo de Fox. En ese proceso, Felipe Calderón jugó un papel importantísimo, primero como Secretario General y –después- Presidente de Acción Nacional, y luego como mandamás del país. Los acuerdos oscuros o evidentes de Calderón con el priismo inundaron las instituciones mexicanas: no las transformaron, sino que ahondaron su carácter clientelar. Los que hoy se rasgan las vestiduras con algunos movimientos y alianzas AMLO, olvidan que Calderón pactó con el PRI durante todo su sexenio. Además, según algunos narcotraficantes detenidos, el calderonismo recibía dinero de los cárteles de la droga.

Todo eso parece no entenderlo Felipe Calderón y quienes le siguen el juego en su intento por imponer a Margarita como presidenta. Lo intentó en 2018 y la candidata “independiente” de plano no llegó al final de la contienda. Margarita sin el PAN vale poco, pero el enfrentamiento entre los Calderón y lo que queda de Acción Nacional es criptonita para el PAN, porque el voto y los apoyos que pudiera recibir el panismo sangran con Calderón y su esposa dividendo a la derecha.

No es solo un enfrentamiento en términos electorales, sino es también un juego ideológico. El PAN debe ganar el centro y los Calderón serán la voz de la extrema derecha, lo que significa que la democracia cristiana habrá cedido a los caprichos de la extrema derecha que no solo se opone al aborto, al matrimonio entre personas del mismo sexo y a programas sociales, sino que aborrece las políticas que luchan contra la desigualdad. Son esos que piensan que es pobre “quien quiere” o que “todos” tienen las mismas oportunidades o que, de plano, aborrecen a los inmigrantes centroamericanos que cruzan el país y piden mano firme de parte del gobierno (el primer lema de Calderón en 2006 fue ese: “Mano firme”).

La oposición está perdida, y más aún el panismo, que se desangra igual que el PRI, solo que como aquellos perdieron la presidencia de la república en 2012 y no 2018, piensan que sus heridas son lejanas y por eso son menores. Y se equivocan.

Así, estamos a punto de presenciar una hiperfragmentación partidista preocupante. No parece que el PRI, el PAN, Morena, el PRD o Movimiento Ciudadano puedan lograr más del 25% de la votación en la próxima elección de 2021. Eso abre la puerta a las opciones extremas que ganan terreno y alcanzan a imponer una parte de la agenda. Los calderones son solo una muestra de esta fragmentación.  No solo buscarán ganar la presidencia: creen en un modelo decimonónico de la política. Su nueva irrupción puede ser un golpe mortal para Acción Nacional y los Calderones no se detendrán: el poder es demasiado atractivo como para esperar que tengan piedad con el partido que fundó Gómez Morín. Para que la cuña apriete debe ser del mismo palo. Y solo un panista puede acabar con el panismo. Calderón y los panistas de hoy están preparando el terreno para destruir el castillo de centro derecha que un día quiso ser Acción Nacional. Los que un día fueron panistas; los que hoy dicen serlo. Los de adentro y los de afuera. Calderón y los panistas.

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