La oposición frente al espejo
Por Juan Manuel Mecinas / @jmmecinas
La oposición mexicana no propone programas, no articula ideas, se encuentra desperdigada y tiene un problema central: piensa que su fin último es el fracaso de López Obrador.
Todos los que no ven con buenos ojos las políticas y las acciones de la 4T olvidan que los gobiernos tienen un principio y un fin. El de López Obrador llegará a su ocaso en 2024, y ahí habría que pensar seriamente qué propone la oposición. Pero para eso faltan cuatro años y deberían hacer algo en el camino: más política y menos redes. Harían bien en aprender algo que Andrés Manuel realizó con éxito: saber qué es lo que quiere la ciudadanía y proponerlo en términos simples. No se trata de reducir el debate democrático, sino de conectar con los ciudadanos. Si la oposición piensa que ahora mismo la población quiere que se acabe el gobierno de la 4T, los números no le dan la razón y muy probablemente sea una de las menores preocupaciones de los mexicanos. Los mexicanos están preocupados por no morir de coronavirus, mejorar su economía y que se disminuya la inseguridad. De los 3 principales problemas, la oposición no ha podido articular propuestas coherentes en los últimos meses.
Además, ideológicamente parece que los principales actores enfrentados con López Obrador son los mismos desde 2006 y la Historia ya puso a algunos en su lugar, aunque no lo quieren ver. Si los Chuchos (PRD), Dante Delgado (MC), Calderón y súbditos (PAN y extrema derecha), además de los priistas, son los principales opositores a López Obrador, nada bueno nos espera. Además, la “sociedad civil” opositora a López Obrador no alcanza a entender que los perfiles de María Elena Morera, Wallace y Claudio X. González están muy lejos de entender las preocupaciones y necesidades de los ciudadanos. Apenas la semana pasada presentaban un nuevo grupo donde vuelven a ser los mismos de hace 15 años pero con un membrete distinto. Y precisamente tendrán que entender que el rechazo a ellos fue mayúsculo en 2018. O se transforman o están destinados al fracaso.
Además, estamos en un momento en el que se necesita una definición ideológica y política que a todos convenga. Que el PAN deje de coquetear con la extrema derecha (dejar que esa sea de Calderón, el jefe de Margarita) y que se asuma como un partido de centro derecha que ofrezca una visión de combinación de libre mercado con derechos sociales; que Movimiento Ciudadano deje de ser el partido de Dante y que permita la irrupción y liderazgos de Patricia Mercado y Martha Tagle, por mencionar a algunas; que el PRI se extinga, dando paso a un partido de centro izquierda -incluso con nuevo membrete- y necesariamente con nuevos liderazgos; que el PRD se decida en la disyuntiva de extinguirse y volverse un apéndice el PAN o volver a ser un partido de izquierdas, para lo cual debe de dejar de lado sus alianzas inconfesables con Acción Nacional, además de que los Chuchos y sus secuaces dejen al partido que un día pudo liderar el país.
Hoy, esa distinción entre partidos no existe en la oposición y parece que todos caben en el mismo saco. No se dan cuenta que López Obrador los puso allí y ellos han sido incapaces de salirse de ese encasillamiento.
La oposición gobierna la mayor parte de las gubernaturas (25) y el próximo año estarán en juego 13 de las gubernaturas que ahora mismo ostenta. Será un laboratorio interesante porque sería una catástrofe si un presidente al que vilipendian, desgastado por el ejercicio del poder y con las crisis sanitaria, económica, social y de seguridad que se vive, logra arrebatarles al menos la mitad de ellas (principalmente Nuevo León, Querétaro, Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Guerrero y Zacatecas).
El escenario de la confrontación sin ideas no conviene a los partidos de oposición y menos a los ciudadanos. La oposición debe dejar de lado a López Obrador y centrarse en los problemas. Ya está claro que las ideas y los proyectos son distintos a los de la 4T. Pero de ninguna forma es evidente que el “regreso” de quienes se sienten desplazados por el gobierno de AMLO -los que ya gobernaron- o el “arribo” de quienes aspiran a hacer política de manera distinta y poner en práctica programas distintos, sea benéfico para el país.
La oposición aún tiene que comunicar por qué es mejor que ellos estén y en qué se quieren diferenciar de AMLO. Vociferar que porque es comunista o socialista hace recordar a John McCain en la elección de 2008 contra Barack Obama. Esos adjetivos no hicieron mella al candidato demócrata. En cierta medida, porque a la mayoría de la población no le importa el perfil ideológico de un candidato. Menos aún, perfiles ideológicos que cayeron en desuso hace más de treinta años. Ahí está reflejada la realidad de una buena parte de la oposición: incluso sus descalificaciones (al estilo McCarthy) tienen siete décadas de desfase. Ni más ni menos.