El próximo domingo 11, se llevará a cabo una marcha muy peculiar.
Una marcha que, ¡sabrá Dios!, qué clase consignas llevará como banda sonora.
No es fácil imaginar la calidad de las rimas que lanzarán los indignados por la cancelación del aeropuerto. Para ese ejercicio hace falta gente experimentada en el arte del grito y la descalificación jocosa.
¿Quiénes irán a dicha marcha?
Obviamente la banda fifí, es decir, los detractores de AMLO.
Pero no sólo ellos, pues si mis pronósticos no fallan, los organizadores de la manifestación aplicarán bonito lo del acarreo.
Eso no falla.
Nunca se debe subestimar la billetera de los miembros dilectos de la Mafia del Poder ni el hambre de la gente. Y mucha gente –aunque no sea fifí y a pesar de haber votado por “La Cuarta”– se irá a plantar al Ángel y sacará sus mejores “do de pecho” para mentarle la madre a los Rioboós y a los chairos que impidieron que, como dice Varguitas (Ley de Herodes), “el progreso y la modernidad llegaran al pueblo”. Y está bien. Cada quien es libre de manifestarse y de sonsacar a las fuerzas vivas para exigir algo.
Siempre hay que exigir.
Quien no exige simplemente pasa a ser un conforme más. Un mojón seco en medio del patio escolar.
Aunque es más que obvio que la marcha fifí no va a servir de mucho.
Sólo pasará a la historia como un intento fallido de organización (a ras del suelo) de los ingrávidos habitantes de Polanco, Las Lomas y El Pedregal, entre otras colonias fresonas.
Lo que es un poco desconcertante es por qué los inéditos inconformes no han salido a quejarse de que, por ejemplo, se encuentren camiones con cuerpos pudriéndose o mujeres asesinadas o miles y miles de desparecidos.
Está muy chido que los empresarios y los afectados por la cancelación del NAIM salgan a caminar y se dejen broncear por el sol chilango sin reservas, pero: ¿y a las demás marchas?
¿Por qué nunca se codean con aquellos que sufren por vidas humanas y no por un pedazo de tierra?
Es pregunta.
