Memorial
Por Juan Manuel Mecinas
No está mal que el gobierno de Miguel Barbosa trate de saldar cuentas con el morenovallismo.
El gobierno de 2010 a 2018 tuvo dos características: el autoritarismo de Rafael Moreno Valle y el uso indiscriminado del Estado para el enriquecimiento de unos cuantos. Por eso, es difícil que alguien acuda en defensa de los intereses del morenovallismo. Rafael hizo muchos enemigos, quienes ahora disfrutan el espectáculo de persecución contra algunos de sus cercanos.
Sin embargo, como siempre pasa en estos casos, hay perseguidos que poco tienen que ver con quienes verdaderamente se enriquecieron en el periodo en el que Rafael fue el mandamás del pueblo, y verdaderos cínicos que siguen estando en puestos de poder y que caminan impunemente por el estado.
Por ejemplo, nadie duda que algunos notarios nombrados por Rafael y Gali son prestanombres de otras personas, pero exactamente en la distinción de quienes son testaferros y quienes sí son notarios de tiempo completo está la justicia que quiere alcanzar Barbosa con las acciones emprendidas contra 29 notarios en la entidad. En distinguir quiénes reunían los requisitos y cumplieron procedimientos, y quienes no hicieron lo uno ni lo otro.
Además, surge la duda de si en los 29 notarios se concentra el verdadero despilfarro de recursos que hubo en las administraciones de Moreno Valle y Gali. El dinero es el quid..
En las grandes obras, pero también en los grandes contratos, se pueden encontrar las claves. Si eso es cierto, Cabalán, Moya, Aguilar Chedraui, Eukid y compañía son personajes menores. Me explico: los grandes beneficiarios de los contratos y obras monumentales que otorgó el morenovallismo no fueron personas de su círculo cercano, sino empresarios nacionales e internacionales.. En ese entendido, bastaría con revisar quiénes fueron los constructores del Museo barroco, los remodeladores de Los Fuertes, los constructores y beneficiarios de Acrópolis o de Ciudad Audi, por mencionar algunos negocios.
En otras palabras, los verdaderos despilfarros del morenogalismo no están en esos personajes perversos, pero menores, si se atiende a las cifras. En ocho años, el morenogalismo dispuso de un presupuesto que ronda los 700 mil millones de pesos. Si las obras que se hicieron con parte de esos millones fueron convenidas con empresas nacionales e internacionales, entonces es ahí donde se tiene que ajustar cuentas. Claro que quisiéramos saber las verdaderas maniobras y negocios del círculo cercano a Moreno Valle, pero en gran parte para que se desvelen los secretos del morenogalismo y se entienda que es en los grandes contratos donde Rafael hizo crecer sus esperanzas de liderar a la derecha en las elecciones de 2018 o en las de 2024. Muchos de los beneficiarios de esos contratos enormes no son del círculo de Moreno Valle, sino que eran más cercanos a la administración de Peña Nieto. No significa que cien millones o doscientos millones de pesos que haya desviado algún funcionario del círculo de Rafael deba pasarse por alto, solo que, en comparación con las empresas nacionales y extranjeras a las que Rafael benefició por órdenes de Peña, la riqueza del círculo cercano a Moreno Valle palidece.
Dicho lo cual, el ajuste de cuentas iniciado por el gobernador es una gran noticia. Pero será verdaderamente democrático si y solo si se establece como política de Estado. Sería la única forma de hacer que la justicia no fuera selectiva, sino que tocara cualquier interés y a cualquier personaje. Si esta cacería no se convierte en política de Estado, no estaremos más que en presencia de una pantomima.
Después de esa revisión del pasado, bien vale pensar en lo que quiere Barbosa para Puebla. A juzgar por algunos proyectos que se han dado a conocer, estamos en riesgo de caer de nuevo en las garras del Estado constructor, porque los programas que propone echar a andar el próximo año parecen no ser otra cosa que obras. Y está visto, después de 8 años de morenogalismo, que la prosperidad del Estado no se funda en obras. Pero parece que la receta del gobernador será la misma del morenovallismo. Cambiaremos unos beneficiarios por otros. Y nada más. El Estado entrará en un nuevo ciclo: una nueva etapa constructora. Las construcciones seguirán siendo de hormigón. Las instituciones de la democracia, esperarán una nueva oportunidad para ser construida. Otros cinco años perdidos.