Paco Ignacio Taibo II y los falócratas
Texto publicado originalmente en The Huffington Post
«Sea como sea, se la metimos doblada, camarada» fue la expresión que desató la polémica. Fue proferida por Paco Ignacio Taibo II, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, refiriéndose a la derrota propinada a quienes se oponían a que llegara a la dirección del Fondo de Cultura Económica.
Taibo II es un escritor prolífico, historiador polémico, promotor popular de la lectura como pocos. NO es una novedad que Taibo habla y escribe utilizando mentadas de madre, «chingaos», «cabrones», «pendejos» y otras palabrotas. Esto en sí mismo no sería cuestionable, ni en el nivel personal y menos como parte de obras literarias e incluso de narración histórica.
Respecto de las palabrotas de Taibo, hay que destacar que en nuestro país impera una profunda «doble moral»: buscamos comportarnos «como dios manda» en público, pero en privado, como dirían muchos, pocos pasaríamos una prueba de discriminación, machismo, homofobia o todo lo que tiene que ver con lo políticamente correcto.
Dicho esto, sería idiota considerar que la frase de Taibo es condenable por lo soez de su lenguaje; por lo impolíticamente correcto y menos aún por cuestiones de corrección y «propiedad idiomática». No, la frase de Taibo es condenable en el marco del país que somos: machista, discriminador, homofóbico, lesbofóbico, transfóbico y violento contra las mujeres, niñas y niños, por decir lo menos.
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, entre enero y octubre del 2018 se ha registrado un promedio de 115 casos diarios de denuncias por delitos sexuales en el país; y por cada uno de los denunciados, podría haber hasta 85 que no se denuncian; de esa magnitud es la violencia sexual que impera en nuestra sociedad.
De ahí es que resulta escandaloso, no que un escritor, sino uno que está a punto de convertirse en funcionario público, diga sin más y pensando que no habrá una reacción pública adversa, que una «victoria política», pueda ser caracterizada como un acto sexual violento: «Se la metimos doblada, camarada».
Lo que está en juego aquí es una forma de hablar desde el poder, con base en un lenguaje que le rinde culto a lo que bien podría denominarse como la «falocracia»
Dice Taibo que a las cosas hay que llamarles por su nombre; así que resulta relevante desdoblar lo que Taibo presentó de manera doblada:
- «Se la metimos», es decir, no una persona, sino varias (¿violación tumultaria?)
- «Se la metimos doblada»; es una frase escrita en femenino; no es «le metimos el pene»; no, es «se la metimos» en franca alusión a la otra palabrota que se omite por obvia: la verga.
- «Se la metimos doblada, camarada» alude a un acto físico imposible; y por ello mismo, metafóricamente también a un evento dirigido a causar dolor, a desgarrar, a lastimar. Y como cierra con la palabra «camarada», cabe pensar que se trata de una penetración anal, dado que va de Taibo a alguien a quien considera un camarada digno de ser penetrado de forma agresiva y violenta.
Los gustos de cada quien son asunto incuestionable. Empero, lo que está en juego aquí es una forma de hablar desde el poder, con base en un lenguaje que le rinde culto a lo que bien podría denominarse como la «falocracia»; es decir, el ejercicio de la dominación social que tiene como referente a la representación fálica, en un sentido literal, pero también alegórico.
Si se piensa en un país que año con año es territorio en el que se cometen feminicidios e incontables crímenes de odio que cobran sus peores expresiones en agresiones sexuales; en un contexto de infinita desigualdad entre mujeres y hombres; de discriminación en contra de quien no vive en la «heteronormalidad», la frase de Taibo es a todas luces inapropiada. Debe insistirse, no solo en una figura pública como lo es él, sino sobre todo en un funcionario público que, por lo establecido en la Ley, estará obligado en unos cuántos días a promover la transversalidad de la perspectiva de género, en la complejidad y amplitud que ello implica.
Lo que Taibo y muchos de quienes llegan al gabinete de la llamada Cuarta Transformación no han acabado de asimilar es que a partir del 1º de diciembre serán burócratas (en el sentido weberiano, claro está). Y que son, les guste o no, funcionarios del Estado; sí, del más frío de los monstruos fríos, como le llamaría Nietzsche, y frente al cual han sido férrea oposición desde hace décadas.
Nadie pretende que nuestros funcionarios sean santos ni militantes de la vela perpetua, pero ser funcionario público sí exige ciertos niveles de decoro y moderación.
Que son diferentes y que actuarán distinto y que darán mejores resultados, es algo que está por verse en los próximos años; la mayoría votó por este proyecto por hartazgo y esperanza de que las cosas cambien; y a ello están obligados. Sin embargo, este y otros exabruptos de otros personajes que llegan al poder lanzan malas señales y le dan cuerda a sus detractores para insistir en la cantaleta de la «venezolización» del país, del mesianismo de López Obrador y la retahíla de adjetivos y acusaciones que se le han hecho no ahora, sino a lo largo de su carrera política.
Nadie pretende que nuestros funcionarios sean santos ni militantes de la vela perpetua, pero ser funcionario público sí exige ciertos niveles de decoro y moderación. La austeridad y vocación republicana que pregona el ya prácticamente en funciones presidente López Obrador implican precisamente eso: prudencia en el actuar y en el hablar. Porque no se habla a título personal: se es depositario de una representación institucional que no puede funcionar apropiadamente si no se asumen formas mínimas de civilidad democrática.
Mal hacen los defensores de Taibo en argumentar que se trata de un acto de libertad de expresión; porque lo que nos dicen en el fondo es que cada victoria política que obtengan será asumida llanamente como una cogida a sus adversarios. Y con esa mentalidad es simplemente imposible construir democracia, en el sentido más amplio del término.
La democracia requiere de funcionarios tolerantes, abiertos al diálogo, respetuosos de la diferencia, solidarios con los otros. Los falócratas por el contrario deben ser, urgentemente, parte del pasado.