domingo, diciembre 22 2024

A unos cuantos días de rendir protesta, López Obrador comienza a retractarse de las promesas que hizo durante décadas.

¿A dónde se fueron?

En las entrevistas que le han hecho en los últimos días, AMLO porta una sonrisa triunfalista, demasiado desparpajada ante el escenario que se vislumbra. Es la típica sonrisa que precede a la coronación. La sonrisa que se le veía, por ejemplo, a la reina Isabel antes de que llegara a ser la reina Isabel. La sonrisa nerviosa del que sabe que tendrá un poder ilimitado, sin embargo, ¿qué hay después de la ceremonia y las salutaciones?

En mi caso particular, minimicé el futuro. Todavía en medio de las campañas andaba por la vida a paso liviano creyendo que todas las catástrofes que se vaticinaban no eran más que arranques paranoicos de los detractores del hoy presidente electo.

Me di el lujo de iniciar una empresa con una inocencia rayana en la estupidez, creyendo que pocas cosas cambiarían en realidad. Pensando que lo peor que podría suceder sería que la Cuarta Transformación no fuera más que la inminente refundación del PRI, y por lo tanto, MORENA llegaría con la estructura del partidazo y  sus liderazgos. Con la mafia de siempre, pero camuflada con ramas de otros tipos de verde. Hoy veo que no. Que estaba equivocada.

MORENA está causando estragos en los Congresos. Sus legisladores son los seres más primitivos y limitados del reino (salvo pocas excepciones). Al menos en Puebla, el Congreso parece un circo de Freaks.

El panorama es completamente distinto: adverso. Lleno de cráteres como la superficie lunar.

Salgo a comer y no hay personaje con el que me siente que no traiga los testículos colocados donde van los aretes. La gente tiene miedo, pero no la clase de miedo que nos infundieron en la primera o en la segunda o en la tercera campaña negra contra AMLO, sino un miedo más vívido; el miedo que te paraliza cuando el vaho del monstruo ya sopla junto a tu oreja. El temor de que el pasado haya sido “menos peor” de lo que nos depara el futuro. Sin embargo, el futuro no existe. Lo que importa es el presente, y el presente (que es el hoy) se vive a manera de los viejos equilibristas de circo. Ahí va uno, pasito a pasito, tambaleándose, evitando mirar al vacío porque el vacío atrae hacia sí y en el vacío no existen redes.

Escucho a AMLO en las entrevistas. Es el mismo potro, pero más desbocado. Ahora tiene el poder absoluto. Dice que hará lo que el pueblo mande, pero, ¿cuándo ha sabido el pueblo lo que le conviene? Un “sí” o un “no” estampado en una boleta, aunque podría ser considerado un acto de libertad, no es sabiduría.

Ahora resulta que se retracta…

Nuestro héroe pasa a ser antihéroe y le perdona la vida a los truhanes que lo entramparon y le cerraron el paso. Manda al verdugo a dormir la mona. Sólo si el pueblo bueno dice que hay que colgar a alguien, se le colgará. Si no, que el malandro siga ahí, jugando, comiendo, bebiendo, caminando sereno por Reforma o Polanco.

AMLO “perdona”, condona, exime, indulta. ¿O más bien negocia?

AMLO juega a la política como se juega al póker.

Si sabes blofear lo suficiente, logras que el otro caiga, abra sus cartas, y un modesto par  puede matar a un full de ases.

Así AMLO y sus estrategias. Una mezcla de faenas y mañas de tahúr.

 

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