domingo, diciembre 22 2024

por Alejandra Gómez Macchia

Lo que proviene de lo incierto y se queda dormitando en el suspenso a la merced de toda la clase de conjeturas, fantasías e ilusiones, pocas veces se degrada.

Si el joven poeta Lucien de Rubempré, personaje de Ilusiones Perdidas de Balzac, no hubiera viajado a París en aras de ganarse un lugar respetable en el Parnaso de las letras; la corrupción de los vicios, de las mujeres y del periodismo no lo hubieran alcanzado.

Pudo haber permanecido en su pueblo, trabajando de impresor con el padre de su mejor amigo, con una vida sencilla y sin mayores sobresaltos. Gris, monotemática, tal vez, pero digna.

Todo lo que anhelamos y no se llega a concretar queda en un espacio dorado, en un lugar donde la gracia de la duda impera.

Muchos nombran este estadio como conformismo, como mediocridad, sin embargo, algunas veces permanecer en un sitio guarecido del peligro de la vanidad, resulta más saludable.

La marcha contra AMLO me genera sentimientos encontrados… las personas que se dieron cita para conformar sus contingentes no alcanzan a reconocer más allá del hígado las verdaderas razones por las que asisten.

Vivimos tiempos de una sobrexplotación de información manoseada a modo, por lo general falsa. Con esto no quiero decir que la gestión de AMLO me parezca plausible, menos aún en el control de la pandemia. Todo lo contrario, desde que esto inició he sido crítica con sus políticas, con su forma, con su liviandad a la hora de seleccionar su ejército de salvación. Desastroso, el panorama me parece lamentable, y no, no me da gusto que esto esté sucediendo.

Por eso comienzo este texto con una referencia a lo incierto, a la idealización como método infalible para conservar la buena imagen que alguna vez se tuvo de alguien.

En mi caso personal, la figura de López Obrador del pasado y la expectación que en ese entonces generaba hacia el futuro se ha arruinado en el presente.

Es algo parecido a lo sucede con una persona que te cautiva en la juventud; esa que se debe quedar en el plano de lo platónico para que los estragos del tiempo y el roce de la convivencia no acaben por desdibujarla, y peor, descarrilarla de tus afectos hasta llegar a convertirse en alguien indeseable.

Durante años creí que, llegado el momento, la propia vanidad de López Obrador sería un catalizador para no incurrir en los mismos errores (sobre todo de omisión) en los que se revolcaron sus predecesores, es decir, sus enemigos.

Llegué a pensar y a decir que un hombre así, poseedor de un ego rebosante y herido, no podría darse el lujo de pasar a la historia como un mal gobernante.

Creía que el amargo sabor de la derrota y de las trampas lo pondrían en una posición de ventaja, pues querámoslo o no, el papel de víctima puede llegar a funcionar en el tránsito que surca el camino de una derrota injusta hacia un triunfo digno, y ante todo, legitimado por las masas.

Desgraciadamente algo falló.

Dejando fuera el tema del aeropuerto, de la refinería, del tren maya y de la surrealista rifa de un avión, la verdadera estatura de AMLO ha quedado exhibida en la frialdad del número de muertos y contagiados por COVID.

Su negligencia se desveló precozmente en el mensaje equívoco que envió desde marzo, cuando el virus hubo alcanzado categoría de pandemia.

Los efectos secundarios de la ceguera y la sordera empiezan a sentirse en todos los niveles, y desgraciadamente aun no se puede calcular la magnitud de la tragedia.

Vi la entrevista que Loret de Mola le hizo a Julio Frenk; y si todavía me quedaba alguna duda sobre la negligencia con la que se ha tratado esta crisis sanitaria, esa charla acabó por generarme arcadas.

Por eso digo que no hay cosa más triste que, una vez cristalizado el sueño, se viva dentro de él y se torne en pesadilla.

La adulación proveniente de las fuerzas vivas lopezobradoristas pretende confundirnos y meternos en la espiral de la polarización.

Hay quienes creen que la adulación es sinónimo de la solidaridad, cuando, por el contrario, el fanatismo no sólo es una falsa imitación de la admiración, sino que la derrota y la aventaja.  

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