sábado, noviembre 23 2024

En un mundo en el que los privilegios se reparten entre unos cuantos, la impunidad sÛlo es derrocada si la cloaca se destapa por una mano con influencia en los medios.

A diario surgen movimientos espontáneos que florecen y mueren por falta de reflectores. ¿Quieres que un runrún se convierta en “nota de ocho”? ¿Quieres que una demanda archivada se vuelva escándalo mundial? La receta es infalible: remueve el subconsciente de una súper estrella, hurga en su pasado y ábrele la aplicación de Twitter en su móvil. Añade sal y pimienta al gusto, y pídele que escriba un hashtag demoledor. Deja reposar tres segundos, y una vez que hierva el agua, dile que cuente su historia.

¡Boom! Los muertos reviven. La justicia removerá la venda de sus ojos y millones de personas se animarán a hablar.

Es indignante que para poder ser escuchados o para obtener atención de las autoridades, se tenga que recurrir a una receta tan aparatosa, sin embargo, la vida real es así: la musa ciega de la justicia deja de ser inmutable cuando es trastocada por un famoso.

¿Y si son más y más famosos? ¿Y si son mujeres? ¿Y si son mujeres bellísimas que salen en películas? ¿Y si el victimario es también ultra-famoso? No hay pierde. Con todos estos ingredientes, el coctel será por demás explosivo. El movimiento se propagará como la pólvora pues la trama contiene los elemento necesarios para alcanzar un clímax instantáneo: sexo + mujeres hermosas + dinero + medios de comunicación.

Hay, pues, condiciones favorecedoras para llevarlo a cabo. De otra manera, el camino es largo y tortuoso. Desde que el hombre es hombre y la mujer, mujer, los primeros han transgredido y pisoteado los derechos de las segundas. Cuando un corrillo de hombres sabios (o con poder de información) comenzó a escribir la historia del mundo, puso a la mujer en el papel secundario: como “la compañera de”, “la sierva de”… también como la intrigante, la que perecía a causa de su virtud, la bella robada que provocó la caída de un imperio. Todo por su sexo. Por lo que trae en medio de las piernas.

Ese oscuro objeto del deseo que por un lado le da poder, pero que por otro, la hace un ser vulnerable. La mujer asociada a la serpiente ¿Por qué con tan desagradable criatura? Ellos dirán que por su veneno. Por ser la tentadora. Pero en una asociación menos violenta, y en defensa del género, se podría debatir que ese paralelismo (religioso) tendría una aproximación más justa: la mujer, como la serpiente, ha tenido que aprender a reptar, a andarse con cuidado, a moverse con sigilo. ¿Suena terrible? El mundo lo es. Los primeros movimientos feministas se gestaron así: en la sombra, a hurtadillas, con secrecía.

Octubre del 2017. Harvey Weinstein, importante hombre de negocios del showbiz, y uno de los productores más respetados en el medio, es acusado públicamente por varias actrices, entre ellas Alyssa Milano, quien fue la primera en anteponer el hashtag #Metoo a su denuncia. A partir de ese momento, la historia cambió no sólo para el titán de la casa productora Miramax, sino para todas aquellas mujeres que callaron durante años sus episodios de acoso y/o abuso sexual.

#Metoo desencadenó una ola de confesiones que hasta ese momento permanecían ocultas entre mujeres de todo los rangos sociales y de toda la gama del espectro racial. No sólo Angelina Jolie o Salma Hayek abrieron el baúl de los horrores para narrar los abusos de “su monstruo”, como llama Hayek a Weinstein. También la recepcionista, la secretaria, la barrendera, el ama de casa, la hija y la madre… también ellas, encontraron en Twitter el lugar propicio para exhibir a sus victimarios (o a sus “cerdos”, como nombraron el hashtag en Francia).

A la fecha, #metoo arroja en Google 23,900,000 resultados, y en Twitter la mención es una llama imperecedera. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas, ya que el movimiento –como todo movimiento– se ha pervertido por el brazo implacable de las feministas ultra radicales, quienes han aprovechado la inercia para iniciar una cruzada atroz contra todo lo que huela a testosterona, lo que nos lleva a concluir que, de no equilibrarse, esto se va a descontrolar.

Recordemos que el oportunismo es el catalizador más eficaz para instaurar un tribunal inquisidor. Y los árbitros morales del “feminazismo” están listos y van con todo para iniciar una nueva cacería de brujas cuya consigna ya se escucha en todos los rincones del planeta: “muera el patriarcado”.

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About Author

Alejandra Gómez Macchia

Truncó su carrera de música porque se embarazó de Elena. Fue bailarina de danzas africanas, pero se jodió la rodilla. No sabe cómo llegó al periodismo (le gusta porque se bebe y se come bien). Escribe para evitar el vértigo. En el año 2015 publicó “Lo que Facebook se llevó” (Penguin Random House), y en unos meses publicará un libro de relatos, “Bernhard se muere”, en la editorial española Pre-Textos.

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