domingo, diciembre 22 2024

Por Luis Conde

La libertad de expresión y la censura juegan siempre en los terrenos de la dicotomía. Por un lado, el primer concepto parte de una lucha histórica para buscar insertar en la discusión pública situaciones y problemáticas que atañen a la sociedad en su generalidad; el segundo término, sin embargo, siempre ha tenido que ver con el poder y su forma de ejercerlo.  

Y es justamente en este tenor que me sorprendo, primero por tener dos, quizás tres, minutos de fama en el nuevo programa que integran mis queridos Juan Manuel Mecinas, Mario Alberto Mejía y mi muy amiga Alejandra Gómez Macchia; y en segundo lugar porque Mario Alberto, quien escribe su Quinta Columna desde antes de que yo naciera, lanzó una serie de comentarios donde aduce que incito a la censura, esto con respecto a una serie de tuits que lancé a raíz de la producción mediática generada por la marcha del 8M y la guerra política que disputan Claudia Rivera Vivanco y Miguel Barbosa Huerta. (Del minuto 06:10 al 14:48).

En esta serie de tuits (ni siquiera un texto formal) cuestioné y critiqué la forma en que los medios abordaron la marcha por el Día Internacional de la Mujer, e hice un llamado a ser críticos con los medios a los que de alguna u otra forma consumimos. Pedir medios responsables no es ejercer censura, por mucho que lo queramos creer.

Es aquí donde, de forma muy respetuosa, me gustaría aclarar algunos puntos a Mario Alberto Mejía.

  1. La censura parte de una estructura de dominación, tanto en el terreno ideológico como en los planos terrenales que tienen que ver con el dinero, recursos técnicos y espacios de la esfera pública. Si bien la mayoría de los medios de comunicación –en estos casos—pertenecen a privados, se mueven y subsisten por sus relaciones con el poder. Para este punto a nadie debería sorprenderle. Es por ello que yo, aunque quisiera, no podría ejercer censura hacia ninguna persona o empresa.
  2. El autor de La Quinta Columna dice que defendí a Claudia Rivera, algo que está unas yardas lejos de la realidad. ¿A quién defendí? A las mujeres y su derecho a la protesta. Me opuse y sentí asqueado de las prácticas (esas sí) que los medios de comunicación que son arropados por el gobernador replicaron para deslegitimar y exhibir de maneras nada éticas a personas que tienen nada o poco que ver en la guerra que viven los huéspedes de Casa Aguayo y el Charlie Hall.
  3. Sí hice un llamado a dejar de consumir periodismo que, en medio de los intereses políticos y económicos, utiliza mañas oscuras y se avoca a replicar el modelo de negocios tlacoyero. ¿A qué me refiero? A fabricar escándalos y vínculos y a exhibir información privada de personas que no tendría por qué ocupar portadas en los medios con el único fin de poner en el tribunal de lo público a los detractores del poder.

En el desarrollo de su programa, donde también estuvo el periodista Zeus Munive, Mario Alberto Mejía dijo que es muy fácil que la gente decida qué medios consumir y cuáles no. Tiene algo de razón, pero también le faltó poner en contexto que un medio como el que dirige, y otros más que son afines al proyecto político del gobernador, tienen todas las herramientas técnicas y poder de distribución para manipular la opinión pública a favor del gobierno en turno o para deslegitimar a opositores, para ejemplo está la campaña de 2019.

En un principio, esto no tendría nada de malo dentro del desarrollo de una sociedad democrática, el problema radica dentro de una conceptualización analizada por brillantes personas de la academia desde mediados del siglo XX: la instrumentalización de la prensa. En pocas palabras, este concepto se refiere a la falsa libertad de prensa que creemos tener con la creación de múltiples medios en la esfera pública. Y digo falsa porque pueden existir muchos medios de comunicación, pero todos, o su gran mayoría, operan a favor de los intereses económicos y políticos de los gobiernos en turno, por lo que se convierten entonces en extensiones de las oficinas de comunicación social de cada administración, dejando de lado su papel de contrapeso al poder (como surgió idealmente el periodismo) y reiterado por Hallin y Mancini en su concepto de watch dogs. 

Bajo este concepto valdría preguntarnos entonces si como consumidores preferimos leer portadas y reportajes que salen de las cloacas de comunicación social o a empresas que con sus propias filias y fobias buscan hacer un trabajo más cercano al concepto ideal de periodismo.

Entonces, expuestos estos puntos, debemos preguntarnos también si podemos seguir llamando periodistas a quienes se han convertido en trabajadores más de las oficinas gubernamentales, algo que, por supuesto, no tiene nada de malo, pero que sí es algo a lo que debemos darle sus justas dimensiones.

Entonces sí será el momento de plantear la interrogante: ¿de verdad las personas pueden elegir muy fácil qué consumir cuando el bombardeo informativo surge de forma sincronizada y desde el poder mismo? Parece que el panorama no es sencillo.

Por cierto, ojalá que mis dos seguidores en Twitter me den retuit y like y que la “ternura” que le provoqué a Mario Alberto sirva de incentivo para mejorar la producción mediática. Hay nivel para hacerlo, de eso no tengo la menor duda.  Y miles de gracias a La Negra y al Dr. Mecinas por salir con la espada desenvainada al escuchar mi nombre. Ya habrá tiempo para los mezcales. 

Un abrazo a quienes hacen el programa. Que sea exitoso y que haya muchos, muchos más.

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About Author

Luis Conde

Incipiente lector. Defensor del lenguaje. Coordinador de Sala de Prensa de la Facultad de Comunicación de la BUAP. Peganotas que aspira a editor en 24 Horas Puebla.

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