lunes, noviembre 18 2024

Cuando se habla de COVID-19 en Puebla, es inevitable pensar en uno de los primeros médicos privados que se enfrentó al monstruo cuando el virus era un perfecto y letal desconocido.

Marzo del 2020. El epidemiólogo Alfredo Victoria recibe a su primer paciente.

El nerviosismo del personal de salud no se hizo esperar. Había temor e incertidumbre; medidas de prevención surrealistas, sin embrago, era lo que había. La información se daba a cuentagotas por lo inédito de la situación.

La emergencia era inminente. Los hospitales del sector público comenzaron a prepararse también para la llegada de los enfermos. Caerían miles. Muchos no la contaron. Se tendría que ir aprendiendo sobre la marcha.

Alfredo había pasado ya por el servicio público. Ahora le tocaba embestir al toro desde otra trinchera.

A partir de ahí, nuestro personaje tuvo que rodearse de un pool de especialistas, ya que el SARS COV-2 es un padecimiento inflamatorio que compromete a muchos órganos y miembros del cuerpo.

En esta batalla se ha tenido que improvisar, sobre todo en el inicio, cuando la infodemia competía en viralización mediática con la propia evolución de la enfermedad.

La vida, tal cual se conocía, tuvo que cambiar, pero reeducar a la gente es un contratiempo gigantesco, más si hablamos de millones, de toda la población del mundo.

En México se han dado los mayores índices de mortalidad en personal del sector salud. Imaginemos por un momento qué hubiera sido de los enfermos si los médicos no hubieran arriesgado su propia integridad en aras de sacar avante el problema.

Durante ese primer año de pandemia, Alfredo Victoria fue convirtiéndose en uno de los más destacados covid-warriors.

Su consultorio pasó de ser un salón normal, con pacientes regulares, a uno de los centros neurálgicos en los que el enfermo ve un rayo de esperanza.

En los sillones de su sala de espera te podías encontrar a tu vecino más próximo, así como al maestro que hace años no veías. Todos uniformados y unidos con un propósito: librarse del virus que amenazaba con fulminarles.

Cada uno con grandes sobres que llevaban dentro tomografías de pulmón. Algunos con neumonías severas, otros con problemas más leves.

Los tratamientos para la Covid 19 comenzaron siendo una suerte de adivinación. Al desconocerse las afectaciones totales, muchos médicos mandaban una lista interminable de fármacos que iban de lo sublime a lo ridículo, como el uso de la Ivermectina… con el tiempo se vio que era un despropósito.

¿Cómo acabar con la ola de mitos que genera un enemigo inédito?

Estudiando y entrando en acción.

No pasó ni medio año para que Alfredo viera rebasadas sus citas en la agenda. Al día de hoy, tras dos años y medio del primer caso, la lista de sus consultas es una columna sin fin.

Ha visto de todo, dentro y fuera del periodo de enfermedad de cada persona. Y luego, las secuelas.

La detección del Covid largo lo obligó a brindar apoyo extra a sus pacientes, ya que muchos siguieron presentando síntomas y secuelas muy molestas a partir de la alta.

¿Cómo una mente lidia con tanta incertidumbre y dolor ajeno? ¿Cómo con la muerte que acecha detrás de la puerta?

A la fecha ha contraído tres veces el virus. Impensable no caer en las arenas movedizas cuando se anda rodando el desierto, o no quemarse si se vive dentro de la cocina.

Luego de recuperarse y ser testigo de las escenas más demoledoras y bizarras, hubo que implementar otra manera de colaborar, por otro frente: las redes sociales, para así llegar a la gente que no puede acudir a su consultorio.

En Instagram, Alfredo ofrece pequeñas historias y secciones de preguntas y respuestas que dan luz a los que de repente no se atreven a preguntar.

Se trata de una vena dentro del complejo sistema circulatorio de información que no para de generarse, entre artículos científicos importantísimos (pero que necesitan traducción al llano) y la marejada de fake news

 

La irrupción de las vacunas fue un catalizador en el crecimiento mediático del epidemiólogo, otra batalla por librar: las dudas y el resquemor de la gente ante el abanico de opciones que salieron en el 2021. Ante este escenario, Alfredo puso en marcha una campaña permanente para motivar a la población a asistir a los centros de salud, recalcando que “la mejor vacuna es la que está en tu brazo”.

Tras la inminente llegada de nuevas variantes, sobre todo Ómicron, que elevó velozmente el contagio masivo a finales del año pasado, Alfredo saturó sus redes con un mensaje que surtió un gran efecto entre los incrédulos y aquellos quienes procuran respetar los mecanismos de protección: “en esta temporada, cualquier gripe es COVID hasta que se demuestre lo contrario”.

Ni duda cabe que el médico que en marzo del 2020 recibió a su primer paciente covid-positivo, es una de las pruebas fehacientes de que la resiliencia es la mejor forma de sobrellevar y afrontar una crisis.

Mientras la pandemia no se dé por erradicada y se convierta en endemia, Alfredo seguramente seguirá siendo uno de los grandes protagonistas dentro de este pasaje histórico que nos ha cambiado a todos.

 

 

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