La Quinta Columna
Por Mario Alberto Mejía
Cuando el hipócrita lector tenga ante sí estas líneas estaré a punto de abordar un vuelo con destino a San Petersburgo, donde participaré el 2 de octubre en una mesa de académicos con un tema interesante: AMLO y Juárez, vidas paralelas.
El foro no podría ser mejor: la Universidad de San Petersburgo.
Y el congreso, inmejorable: Rusia e Iberoamérica en el Mundo Globalizante: Historia y Contemporaneidad.
Éste es el cuarto foro internacional organizado por la propia Universidad de San Petersburgo, el Instituto de América Laguna de la ACR y el Instituto Bering-Bellinsghausen para las Américas.
El patrocinio corre por cuenta del Ministerio para los Asuntos Extranjeros de la Federación Rusa y el Gobierno de San Petersburgo.
Fueron mi queridos Celina Peña y Mario Martell quienes me invitaron a este foro ruso-iberoamericano.
A ellos, mi gratitud y admiración.
Como el hipócrita lector se imaginará, dejaré de escribir esta columna con la regularidad acostumbrada de aquí al 11 o 12 de octubre, y eventualmente compartiré algunas crónicas de viaje.
Las expectativas son elevadas, tanto como las tentaciones artísticas y culinarias.
Algunos de mis escritores favoritos nacieron en Rusia y en París.
Ir a esas tierras es el equivalente de beber su aliento.
Los museos también son delirantes.
¿Y qué decir del barrio judío en Praga?
Ahí surgió el mítico Golem creado por Loew —un rabino cabalista— que defendió a los judíos de la persecución a la que eran sometidos.
Ese Golem también dio origen al mejor poema de Borges.
Muero de ganas de decir algunos de esos versos de memoria a la hora de caminar por ese barrio.
La nostalgia ya invadió mi prosa.
El spleen de París también.
Baudelaire bien vale una misa aunque no sea en Notre Dame.
Disculpe el lector este arrebato dictado por esa dulce tristeza que es la melancolía.
Melancolía por lo que uno deja en Puebla y por lo que espera ver y beber en Rusia, Praga y París.
Es cuanto.