Dad al hombre salud y metas a alcanzar
y no se detendrá a pensar sobre si es o no feliz
George Bernard Shaw
Estimado Guillermo:
He decidido hacer esta carta abierta por una razón: porque en la vida se debe reconocer públicamente a los hombres de valía, y tú eres –sin duda– uno de ellos.
Podría mandar a imprimir una felicitación tradicional, de esas frías que se insertan en las páginas de los periódicos, sin embargo, tú y yo sabemos que no hay nada más viejo que un periódico pasadas las 10 de la mañana.
El mundo gira a una velocidad vertiginosa y la información se pierde; más ahora que transitamos en medio de esta era delirante en la que la cibernética se ha convertido en el único vehículo que ha desafiado al tiempo.
Justamente este fin de semana leía a Borges, una conferencia sobre la inmortalidad y otra sobre el libro. Borges, bien lo sabemos, perdió la vista a los 50 años, sin embargo, dentro de esa inasible oscuridad (que no era oscura sino más bien una extraña aura amarilla), el bardo descubrió otros lenguajes, otras formas de leer y de traducir al mundo. Y habló de la enfermedad como un estado de gracia, y de la salud como un tesoro que tenemos siempre enfrente, y que por otro tipo de ceguera, la mental, no alcanzamos nunca a aquilatar hasta que desaparece.
Dentro de su conferencia sobre el libro, Borges nos remite a Esculapio, dios de la medicina para los romanos. Narra de una manera magistral cómo Sócrates recibió de él (hipotéticamente) la cicuta que le daría el remedio a todos los males de la vida: la muerte, y lo haría antes de que la mano del hombre insensato le arrebatara el aliento.
Fue hasta ese momento que comprendí la frase de “Le debemos un gallo a Esculapio”. Sócrates se la dice a Critón, uno de sus pupilos; y deja instrucciones precisas de que se lleve a cabo la extraña ofrenda.
Quiero que sepas que, he tenido el placer de tratar y ser atendido por tu señor padre en los Laboratorios familiares, ¡hombre probo y sabio como tú!
En mi caso particular, estimado Guillermo, puedo decir que yo también te debo un gallo como el de Esculapio, pero al contrario de Sócrates, no te lo ofrezco por proporcionar el bálsamo que significa la muerte para un condenado, sino por dotar con tu sabiduría y con el amor a tu oficio, vida y felicidad a mi amada hermana Jacqueline, a Dios gracias, hoy continúa habitando este mundo. ¡Todo gracias a ti!
No podía dejar pasar la oportunidad de desearte lo mejor en la empresa que hoy te ha sido encomendada, por nuestro común amigo Miguel, Gobernador para la fortuna de nosotros los poblanos, a quien felicité el pasado martes por tu atinado nombramiento en favor y para el bienestar de las políticas públicas de un área tan sensible como la Salud.
Estoy más que seguro que con todos los años de experiencia y la pasión con la que te has ganado el gran prestigio que te precede a donde quiera que llegas, coronarás tu vocación.
¡Felicidades, señor secretario!
Con respeto y admiración,
Carlos Meza Viveros