martes, noviembre 19 2024

Nadie la vio venir porque siempre se movió otra dimensión del juego.  

Fabiana Briseño es fotógrafa. Pocos saben que la cámara es su primera pasión; esa que la llevó a ser una viajera, una ciudadana del mundo en busca de paisajes y personajes que le contarán algo más de lo que pasaba en Puebla.  

Fue una de las supresas más desconcertantes a la hora de que Barbosa revelara a su gabinete. ¿Quién es ella?, se preguntaban los periodistas urgidos de nota. ¿Por qué no hay fotos en la red de la mujer que encabezará una de las secretarías más nobles? ¿Quién carajos es Fabiana Briseño?, se repetían mientras hacían llamadas en busca de respuestas.  

Para añadirle suspenso, el día que se presentó a la prensa el listado de funcionarios y secretarios, es decir, el día previo a la toma de protesta, en la página oficial aparecían todos ellos y todas ellas ya con su respectiva foto de estudio; en cambio la enigmática mujer de turismo estaba representada por una silueta prefabricada en computadora como aquellas que aparecen cuando uno bloquea a alguien en Whatsapp, y todavía, para alimentar más la duda, en la lista sólo se leía su nombre de pila “Fabiana”, así sin apellidos. Un nombre poco común entre el resto de los nombres. Pero Fabiana no era un holograma ni una ilusión óptica. Había sido una de las operadoras más eficaces en el tema de enlace empresarial.  

¿Cómo llegó al equipo de Barbosa?  

Lo más fácil era especular que por las bondades de sus amistades. Y vaya que tiene muchas. Y muy poderosas. Amistades que no se quedan en la aldea. Sin embargo, esa versión es un recurso facilista. Nadie la vio venir quizás porque en el fondo, y aunque no ejerza su profesión de fotógrafa, algo sabe sobre la paciencia, el momento y la oportunidad. Uno no puede matar su vocación por mucho que la remita al buró más viejo de la casa.  

Lo que sí se sabe es que después del triunfo en las urnas, el gobernador se convenció de que aquel fichaje había sido un acierto. Fabiana, un poco en contra de su naturaleza libre y escurridiza, aceptó el reto.  

Un par de noches antes de ocupar su oficina, Fabiana pasó revista a los acontecimientos que cambiaron su historia en los meses y en los años pasados. Lo suyo lo suyo, ella misma lo decía, era la operación sin reflector. A partir de entonces las cosas serían distintas; tener que llegar a convencer a la prensa voraz de que sí, de que la decisión de Barbosa de ofrecerle ese cargo no era un despropósito, pues para el monstruo de mil cabeza llamado Opinión Pública siempre será mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. 

A la fecha, Fabiana ha sufrido una metamorfosis singular: dejó de ser una mano fantasma para convertirse en una mano visible que crece y mueve hilos importantes. 

Dicen quienes la conocen que una de las causas que le generó confianza al gobernador es que Fabiana no oculta su rostro tras gruesas capas de pintura, lo que puede parecer una frivolidad, sin embargo, no lo es.  

En un escenario en donde lo común es ver una danza de máscaras, el valor de la naturalidad expone el alma de la gente, en este caso el rostro que no ha necesitado avatares ni sesiones de estudio para empezar a ser reconocida en la calle: el único lugar en donde uno se vuelve un ciudadano honorable o un pobre patibulario.  

Previous

Entre paréntesis

Next

Un salto a "Se nos hizo tarde", de Fritz Glockner

About Author

Dorsia Staff

Somos todo lo que no son las revistas poblanas...

Check Also