jueves, noviembre 21 2024

On était beaux tous les deux, tu sais ?

“Hey, for you I always had an admiration, we lost touch, but you never left my imagination”.

J. Cole

“… turn my phone on silent, I need to get away. Put on J. Cole’s Warm Up and let it play. I thank God for blessin’ me with life every day and to my peoples who’ve gone, we’ll meet at Heaven’s gates […] Nothin’ left to say, now it’s time for action. No more bullshit, no more relaxin. ‘Rappin’s my passion, so I stay writin’…”.

Mac Miller

Por Aldo Cortés

Lo más arduo en el proceso de escribir es la vorágine de separar la ficción de la realidad. Las emociones son un plano histriónico cuyo alcance rebasa lo que somos, pero no lo que podemos llegar a ser. Una persona termina por ser la firma de un destino; lo que escribimos suele ser la redención con uno mismo.

Tuve que alejarme de ciertas cosas, porque el zoom de la vida no es sinónimo de mirar con mayor nitidez, y ceñirte a los detalles abstrae las cosas de sí mismas. Los más importante de envejecer no es encontrar motivos nuevos para seguir, sino reafirmar, reafianzar, recobrar las semillas que han germinado desde el comienzo. No hay historia que no llegue a su fin y, sin embargo, donde hubo queda. Son constantes las implosiones que conducen a puertos taciturnos, a callejones sin salida, a palabras llanas, a miríadas sin universos. Durante los últimos meses viví explosiones continuas; caos que desembocó en destrucción, emociones enteramente perdidas. Un día desperté y no encajé en mí mismo. Perder tu identidad es un lastre, una hendidura en la aljaba de un viajero. Con todo, existe un gran potencial para sanar en la destrucción.

Intento escribir desde la perspectiva no ofuscada, con el corazón en la mano, con sentimientos encontrados. Siempre he sentido admiración por los procesos creativos. Pienso un poco en retrospectiva, porque el pasado me inunda con más frecuencia que el futuro, definitivamente me importa más recordar dónde estuve que saber hacia dónde voy. Ahora entiendo que, el contexto es importante para mí. Quiero decir, el arte nace cuando la vida misma no alcanza para vivir; sin embargo, no todas las creaciones ocurren de forma ex nihilo. Muchas veces solo cabe hablar de lo que llevamos dentro.

A veces sucede esto: Existe mucha belleza en cuán ciegos podemos llegar a ser. Nos ayuda a recordar momentos de mucha felicidad. Dicho esto, sólo porque los sentimientos son demasiado intensos no siempre nos ayudan a crear cosas, o crear cosas que deriven directamente de estas emociones. No siempre nos llevan a lugares nuevos, pero sigue siendo importante hacerlo. Sigue siendo importante sentir. Y cuando recordamos vivimos estas cosas, inmediatamente nos traen de vuelta a este lugar emocional. Esta manera de poder escribir es mi favorita.

Llevamos aparejadas cicatrices al corazón, te entregas hasta quedarte vacío. Me tomó tiempo comprender que tus valores son irrestrictos, que puedes renunciar a lo que crees ser, pero no a aquello que realmente eres. Es una bendición ser leal a tus valores, no canjearlos por las apariencias insulsas, no sabemos por qué creemos en lo que creemos. Pero sabemos que no lo negociamos.

En cierta forma, tienes que sufrir por lo que crees, pero no estoy seguro de que debas hacerlo de la misma forma que lo hiciste en algún momento de tu vida. Tu presente y tu contexto siempre serán distintos. Conservar el amor en lo que te haces te mantiene a ti mismo. Es importante reconocer aquello que es digno y aquello que no lo es. Puedes implementar muchas cosas durante un proceso, pero al final corres el riesgo de salir lastimado. No es extraño sufrir por lo que quieres. Pero no tanto.

Un buen amigo me dijo que, la deconstrucción forzada se convierte en demolición.  No pienso que, dejes de creer en las cosas, simplemente tu forma de entender la vida trae consigo distintos matices, perspectivas que, con el devenir del tiempo, son un rezago de un viejo “yo”. No es sorpresa que un mandamiento universal, sin importar de qué religión se trate, sea: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Es que solo desde el autoconocimiento, desde la autoestima, de un intento sobrehumano de realmente aceptar tus emociones y tus pensamientos. Los prejuicios son ideas que están en todo ámbito, pero lo más jodido es tener prejuicios de uno mismo. Con el tiempo comprendes que, debes eliminar ciertos obstáculos que perturban la quietud de tu alma, y suele ser que no puedes lograrlo sin sentir dolor. Nadie puede forzar un cambio que todavía no va a suceder. En última instancia, puedes estar jodido, ser un poco raro, no sentirte bien contigo mismo, pero eres como eso. Y no hay nada malo contigo. Ser feliz es muchas veces estar bien con la gente que piensa que no eres tan genial como realmente eres. Si estás cansado de todo esto, hay un camino hacia arriba, en lugar de un camino hacia abajo.

Nos han hecho creer que lo más cruel en la vida es perder alguien muy importante. Pero la verdad es que es terriblemente jodido perderte a ti mismo en el proceso de querer a alguien, olvidar que tú también eres una persona valiosa. No sólo ocurre con las personas que te rodean, la mayor parte del tiempo estamos renunciando a infinitas posibilidades por creer ciegamente en una. Los contextos son importantes, sin embargo, creo nos debemos a las ideas, y no a los ideales; nos debemos a las decisiones que emanan del corazón, y no a las decisiones que presuponen nuestros propios intereses; nos debemos a creer a un persona, incluso encima de la verdad. En la literatura abundan tragedias, y en todas ellas siempre hay algún personaje que dio un paso al vacío. No, no aprendió a volar. Ocurrió algo mejor: supo que en la vida existe algo más, que el destino se ríe de nuestros planes, y por un instante sentimos que el resto puede esperar. El milagro de la vida es que, entre un suspiro y otro, apenas hay un segundo más rápido o un segundo más lento. Las ilusiones renacen a una velocidad insólita. Llegar cuando las luces se apagan.


De forma impersonal concluyó que crecemos sin saber decir adiós; que, incluso cuando el destino puede ser caprichoso, confiamos en sus sincronías y simetrías, que volveremos a coincidir con lo ya perdido, con quienes ya se han ido. También hay mucho amor en saber cuándo marcharse, en saber cuándo extender las manos y dejar que la vida se deslice. Abandonar porque no puedes mantener el curso del barco solo, porque aquí ya no puedes ser tú mismo. Suele ser que el peso de los recuerdos no permite el nacimiento de lo nuevo, interfiere en la fe de un futuro. Y como dice aquel tango: “Perdón si me ven lagrimear, los recuerdos me han hecho mal”. La nostalgia ya no sirve para recuperar aquello que se ha marchado. Decir adiós se convierte en un bálsamo para la vida desierta. Decir adiós es perder en aras de volver a creer.

La vida nace del anhelo de sentir todo. Estos son tiempos de completa transformación, de metamorfosis, de renacimiento. Las cenizas siempre vuelven a arder. No tiene sentido huir de la oscuridad, no existe valentía en dejar que se acumulen emociones y fragmentos de algo que va más alla de nosotros. La  oscuridad de la cual intentas escapar, de alguna u otra forma, siempre renace. Con fortuna, la vida nos mostrará oscuridad pero como un camino  fuera de ella.

Una mano cerrada solo puede coger un puñado de arena. Una mano abierta, como las tuyas… por ella pueda deslizarse todo el desierto. Lo más difícil que podemos hacer: no interferir, dejar que la naturaleza corra su curso, que se autorregule y que la luz de la vida se actualice en nosotros.

El tiempo hace la diferencia. El tiempo de aceptar y reconocer un error — el tiempo entre hacer y disculparse. El tiempo correcto puede sanar nuestras relaciones, puede cambiar la forma de entender la vida. El tiempo que se demora puede privarnos de lo que realmente necesitamos. Hazlo ahora.

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