Es la segunda mujer en llevar las riendas de la ciudad. Para ella las cosas no han sido fáciles.
Le tocó iniciar su administración en medio de una marea alta, de hecho, en medio de una marea roja.
Se supone que los arcanos habían marcado el destino, y el destino decía que serían dos mujeres quienes iban a gobernar, pero un trágico accidente malogró la permanencia de Martha Érika Alonso.
Claudia Rivera Vivanco tuvo que apechugar.
Los reflectores se dirigieron sobre su cabeza. El pueblo no espera, el pueblo es impaciente.Las masas son pura tripa y corazón, y la promesa de que esta tierra se tiñera de rosa no se cumplió.
Claudia despegó el vuelo sola.
La primera administración de izquierda en un estado históricamente pandeado a la derecha.
Atrás quedaban los años de lucha desde Radio AMLO, en donde conoció a su colaborador más cercano, Javier Palou. Juntos fueron parte de la resistencia. Se instalaron en los plantones de Reforma y no cejaron en su labor de denunciar y visibilizar el fraude. Calderón llegaba a la silla del águila con la letra escarlata del espurio sobre la frente. Rivera Vivanco era una jovencita entonces, a la que su madre le había enseñado el valor de la lucha.
Los años pusieron en el tablero del juego a aquella joven. Nadie la vio venir. Era poco conocida en una sociedad empachada con las políticas del PRIAN. AMLO regresó con gran fuerza, o más bien nunca se fue.
La terquedad puede ser su mayor defecto, pero también su más redituable virtud.
La ciudad necesitaba un rostro fresco y amigable. Un rostro de mujer. Un rostro que abandonara las imposturas y los acartonamientos típicos de la clase política poblana. Elmorenovallismo estaba agonizando sin enterarse.
La gente que no creía en el MOVIMIENTO DE REGENARCIÓN NACIONAL comenzó a creer.O mejor dicho, se programó para el cambio. Puebla, sorpresivamente, también apostaría por dar el viraje pese a ser una de las ciudades más cerradas del país.
Claudia Rivera arribó al poder cuando el poder se caía a pedazos. La plaza de la gubernatura quedaba vacante. El interinato, todos los saben, es sólo un puente que lleva hacia el otro lado, y en medio de ese puente la realidad era una: Claudia Rivera iba a ser quien acaparara las notas de ocho. Sobre ella recaerían todas aquellas noticias que no cubrieran la encarnizada campaña que vendría. Claudia se convirtió entonces en el villano favorito de una clase carroñera, la de los periodistas.
Rivera Vivanco es una idealista, ¿eso es bueno o es malo?
Es bueno en tanto la gente sepa algo de romanticismo, pero la gente lo que urgía y lo que urge siempre es achacarle sus males al vecino. La solidaridad no es una planta que crece en cualquier clima.
Cierto: la criminalidad se visibilizó más, pero eso no quiere decir que no existiera en el pasado. Lo que pasó es que Claudia Rivera se convirtió en el blanco perfecto para distraer el descontento de una ciudad entrópica. Ella no cede a los embates. Se niega a hacer intercambio de favores con los medios que la lapidan día a día. ¿Está haciéndolo bien? Lo más normal es que tenga sus huecos, pero algo es seguro: no despierta con la firme intención de joder a Puebla.
Ninguna persona en sus cabales se da un balazo en el pie cuando acaba de obtener un triunfo, y Claudia triunfó, descarriló a Lalo Rivera en las urnas y es la alcaldesa.
Rivera Vivanco algo sabe de actuación y tablas. Pero esto no es el teatro. No se puede salir dos veces seguidas a presentar la misma puesta en escena en espera de que el auditorio sea benevolente y vea lo bueno.
La paz no reina en la plaza pública.
La obra se llama “Las chicas rudas no bailan”.