domingo, diciembre 22 2024

En aras de hacer conciencia sobre las frases peyorativas que escuchamos a diario de los hombres hacia las mujeres (frases que son tan comunes que las vemos normales), se abrió en Twitter el hashtag #comohombres, cuyo único afán fue hacer un ejercicio inverso a la normalidad, es decir, que las mujeres o todo aquel que quisiera participar, desplegaran su más rico repertorio de piropos barriobajeros o de frases hechas a la medida del sistema patriarcal que aborrecen las feministas.

Fue interesante ver cómo se leen las cosas del lado contrario. Interesante por raro, ya que en nuestra mente esas palabras han estado y siguen estando asociadas a un cuadro de representación mental en el cual, cuando se dicen, inmediatamente se ven colgadas en el cuerpo o en la circunstancia de una mujer.

Entraron toda clase de participantes y surgieron joyas, ante todo las que nos remiten a la más alta vulgaridad. Personajes de la farándula, de la política, lideresas morales, periodistas, opinólogas de ocasión, intelectuales, etcétera… se dieron vuelo haciendo del albur y los lugares comunes del machismo el escenario propicio para desplegar sus traumas.

En lo particular no entré al juego porque preferí observarlo desde fuera. Hoy que paso revista por los miles y miles de tuits, en verdad me sacaron varias sonrisas, sin embargo, hay algo que se oye falso; la mayoría de las frases suenan a impostura tomando en cuenta que, aunque no nos guste, los roles sociales y los atributos físicos que nos diferencian hacen inverosímiles e imposibles llevarlas al terreno de la realidad.

Lo más curioso es que en mi caso muchas de esas frases embonan a la perfección con mi día a día. Yo, que prefiero por mucho la presencia masculina que la femenina alrededor, he tenido que crearme un lenguaje similar al que proponen estas damas del twitter para poder transitar a gusto y a mis anchas en un mundo de hombres.

Todos los días convivo por lo menos con media docena de cabrones (literal) que hablan #comohombres, y sin darme cuenta he logrado establecer un vínculo de respeto con ellos pese a las barbajanerías que luego dicen, ¿cómo? Aplicando la que hicieron ayer en Twitter, pero sin ese tufo moral.

Quien me conoce sabe que de femenina sólo tengo la pinta: me gusta vestir bonito y bailar y a veces paro el dedo meñique cuando tomo el café, pero por lo general soy eso que se conoce como una chica ruda. Hablo con “picardías” y cuando voy al volante y si algo me saca de quicio soy capaz de bajarme a golpear el parabrisas del pendejo o la pendeja que va en el boulevard como de paseo veraniego.

“Eres un bato”, me dicen mis amigas. Un bato que a veces también piensa #comohombre porque así la vida me ha resultado más fácil de sobrellevar.

No nací así, así decidí ser como un mecanismo de defensa.

Mi pareja es un hombre rudo, lo que se podría calificar como el perfecto cabrón; un macho en estado puro… de esos que las feministas detestan por como habla. Sin embargo, sus acciones neutralizan ese lenguaje aparentemente agresivo (resultado de una cultura ancestral en el que el cuerpo de la mujer es el eje en donde se sostienen tanto sus deseos como sus miedos) porque ha respondido siempre a las obligaciones que se le impusieron por nacer hombre, y no hay mujer que pueda decir que no haya dado todo por protegerla.

Lo que olvidamos siempre es que el diablo está siempre en los pequeños detalles, y que el discurso de un hombre que está acostumbrado a descalificar al otro hombre atribuyéndole rasgos femeninos, es un tema cultural. No vamos a poder extirpar de la noche a la mañana ese discurso. Es más, es parte de la picaresca del mexicano.

Una frase que descalifica no los hace feminicidas potenciales. Lo que sí los puede llevar a tomar pésimas decisiones es el consentimiento excesivo de la madre y la influencia de los medios que los educan.

Leí hace unos días que Angélica Aragón salió a decir que se debía prohibir la canción “Mátalas”, que canta El Potrillo. Lo que me dio mucha risa porque yo que iba seguido a los karaokes me podía percatar que quienes más piden y corean dicha canción son… las mujeres. Mujeres que #comohombres se empedan y ligan en la barra y sacan provecho de su condición de mujer.

Olvida la actriz que su padre, el compositor José Ángel Espinoza “Ferrusquilla”, no hubiera podido llevar el pan a la mesa de haber sido acotado y censurado a la hora de inventar canciones que si bien no son “hirientes”, sí retratan mucha de la necesidad del hombre por tener a la mujer esclavizada a su estatus de eterna culpable: “Que allá en el otro mundo, en vez de infierno, encuentres gloria (…)”.

Pero regresando al tema del Trendic Topic #comohombres, creo que ha sido interesante porque en muchos de los casos, esas frases que las participantes escribían como un escenario utópico, para mí son parte de lo cotidiano, es decir, yo he sido capaz de decir: “Ya vine, ya cogí, ya me voy” o “Si te vas a matar por mí nomás no salpiques” o “encontré en otra casa lo que acá ya no me dabas”.

Y las dije no como alguien a quien sus amigas le dicen: “eres como un bato”. No: las dije #comomujer que soy y porque sé que culturalmente esas frases no destruyen a una mujer, pero a un hombre sí.

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