sábado, diciembre 21 2024

Para una probadita de lo que es la sociedad en todas sus formas y estratos con sólo deslizar la pantalla de tu teléfono hacia arriba, date una vuelta por TikTok.  

Por Madai Murillo 

Justo cuando pensábamos que no podía existir una red social más diversa y aleatoria que Facebook, llega a nuestras vidas TikTok, el gigante asiático del momento.  

Muchos, si no es que la mayoría, recién llegamos al terreno que otros tantos ya tenían bien recorrido y explorado desde el 2018, cuando la fama de la aplicación comenzó a crecer de manera exponencial e internacional.  
La aplicación ya llevaba un par de años rondando entre los usuarios más jóvenes del Internet, siendo la burla de quienes, ciegamente, no vimos su potencial ni el intrigante universo que escondía. No, no y no. ¿Esas ridiculeces qué? Me hice del rogar. Primero descargué la aplicación solo para ver, pero al cabo de unas semanas ya me quemaban los deditos por grabar mi primer video (y lo hice). 

La oferta de contenido que ofrece es enorme y, si te lo propones, infinita en tanto seas capaz de plasmar tu idea en un video de máximo 60 segundos sin romper los Términos del servicio, obviamente. Las herramientas de edición de video también son muy amplias e intuitivas por lo que la mayoría puede utilizarlas, y digo la mayoría porque una de las características fundamentales de la aplicación es que encuentras todo tipo de personas creando todo tipo de contenido: desde niños, adolescentes, adultos mayores, personas con discapacidad, animales y cuanta cosa te cruce por la mente. El encierro nos reunió a todos en una aplicación donde lo que sea que hagas puede conducirte al fenómeno —muchas veces efímero— de ser visto por millones de personas alrededor del mundo. Oh, sí, la fama. 

En TikTok la viralidad está a la orden del día y no es exclusiva de los usuarios talentosos que hacen gala de sus mejores pasos de baile, habilidades de canto, maquillaje, edición de videos o lip sync, ni de quienes presumen sin reparo sus atributos físicos y posesiones materiales. Bien puedes encontrar un video de excelente definición que muestra una chica preciosa bailando en bikini en su terraza con vista al mar, seguido de otro grabado con una calidad precaria de una familia de escasos recursos compartiendo la comida y descubrir que ambos videos tienen la misma cantidad exorbitante de reproducciones. La fama nunca estuvo tan a la mano de todos, acá para triunfar no necesitas precisamente talento o belleza.  

Si bien el Internet ya era parte fundamental de nuestras vidas, el coronavirus terminó por confirmárselo a los escépticos: maestros dando clases en línea, entrenadores deportivos, abuelitas comediantes, reos cocinando desde la cárcel, oradores motivacionales… todos tenemos un lugar en Internet, solo falta encontrarlo, y con TikTok se volvió aún más fácil. O esa es la promesa hasta ahora.  

Las redes sociales son buenas aliadas de ocio y risas para muchos mientras atravesamos enclaustrados esta pandemia, haciéndonos perder un poco el miedo al ridículo y al qué dirán. Pero si miras un poco más allá, reflejan también la cruda realidad: una profunda desigualdad desde la cual las personas se enfrentan a la pandemia a lo largo del mundo.  

Así que si durante la cuarentena tienes hambre puedes descargar Rappi o UberEats, si tienes ganas de enterarte de la vida de los demás entra a Facebook, para alimentar tu vanidad y subir tus mejores selfies tienes Instagram, los mejores opinólogos y pseudointelectuales están en Twitter, pero para una probadita de lo que es la sociedad en todas sus formas y estratos con sólo deslizar la pantalla de tu teléfono hacia arriba, date una vuelta por TikTok.  

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