lunes, noviembre 25 2024

por Carlos Meza Viveros

Existen dos escenarios en los que un político doblado de bufón de la corte puede desplegar su potencial tragicómico: la tribuna, y hoy por hoy, las redes sociales.

El caso de José Juan Espinosa, mejor conocido como “El enano de calabacillas” (*googlear) es digno de una tira cómica o de alguna película mexicana de baja producción, aunque pensándolo bien, JJ no podría ser protagonista porque el perfil no le alcanza y le falta definición. Él se cree héroe romántico: una mezcla de Juan “Charrasqueado” con Chucho “El Roto”, pero esa idea sólo habita en su mente perturbada, pues si recogemos opiniones entre el respetable –en especifico los habitantes de San Pedro Cholula- la mayoría dirá que el así llamado “Niño Naranja” parece estar más verde de que un mango criollo en semana santa, sin embargo, esa imagen sólo es un espejismo externo, pues a sus cuarenta y tantos parece un mozalbete incapaz de gobernar su propia habitación.

Tampoco podría ser el villano por excelencia, ya que  para ser un verdadero antagonista debe por fuerza tener cierta brillantez… los seres más malvados son, ante todo, manipuladores profesionales, y don Calabacillas su manipulación no le ha servido de mucho por una razón: es un hombre de ocurrencias, no de ideas. Un hombre de arranques, no de decisiones medidas. Bajo esas premisas, JJ es un OMNI (objeto mamador no identificado), y utilizo el verbo mamar no desde la connotación vulgar del coloquialismo mexicano, sino desde la definición exacta de la palabra: José Juan ha mamado como lactante del erario sin reparos ni pudor.

Muestra de ello es su inexplicable enriquecimiento que empezó a hacerse visible desde que se convirtió en  la rémora de Dante Delgado; luego en su primer paso por el Congreso, para después vivir su mejor época en la alcaldía de San Pedro y rematar con una segunda –y malograda– temporada como diputado.

La evidencia de su voracidad está materializada en varios negocitos (algunos que empezaron siendo familiares y que crecieron desmesuradamente en los últimos años) como lo es su llantera (que de vender gallos y neumáticos chinos hoy ofrece chanclas de hule para autos de lujo); las pompas fúnebres “Asís”, que de ser una modesta galera de un velatorio con cafeterita Oster y sillones de loneta, hoy es una morada de lujo para difuntos que mínimo tienen su parcela de coles que pueden dejársela empeñada en caso de no pagar; sus locales comerciales, que de albergar dulcerías de barrio hoy son arrendadas por cadenas de tiendas de conveniencia; su hípico en Atlixco, que de tener una cuadrilla de mulitas, cuacos tilicos y pollinos cargacarbón, hoy hospeda a bellos ejemplares pura sangre y oferta clases que sólo pueden pagar los jinetes que salen de jugar golf en El Cristo; su Montessori, que como cualquier escuela del sistema deja una buena lana a cambio de mentirle a los padres de familia con el discurso de que sus niños serán independientes, emprendedores y libres… etcétera.

Todos esos negocios (y los que no le conocemos) forman parte del catálogo de la ignominia que JJ tendrá que explicar ahora que el Congreso lo ha puesto en picota pues, si bien la Auditoría Superior del Estado palomeó su cuenta pública, esto no bastó para que una comisión inspectora propusiera levantar la tapa de la cloaca que al parecer hiede más que Dinamarca.

Y en medio de este rifirrafe, José Juan aparece cotidianamente en Twitter lanzando estiércol contra sus compañeros de curul que no se han quedado callados, como Emilio Maurer, con quien se ha enfrentado varias veces en el Congreso y también en el espectáculo cotidiano que ofrecen la redes.

Pero lo peor está por venir para este muchacho que, como el cerdito más gandaya de Gabilondo Soler, “Soñaba que era rey”. El reyezuelo caricato que ha jugado de una manera sucia y descuidada.

Espinosa tiene más dobleces que una cama de motel, basta con pasar revista por sus escándalos, de los  cuales destacaré la “heroica” irrupción en el hotel MM, adonde aparentemente fue para defender al hoy gobernador electo, Luis Miguel Barbosa, de las mapacherías y el fraude pergeñado por el extinto matrimonio Moreno Valle.

En esa ocasión, José Juan se puso en el papel de justiciero incendiario: gritó, se saltó bardas, aventó muebles, confrontó a granaderos, se descamisó, lloró, tomó el altavoz, mentó madres, mandó a encuerar a los operadores de… ¡uy!, Eukid Castañón, quien de pronto apareció a cuadro montado en el potro del alcohol como método infalible de distracción.

Todo parecía bien para JJ. La gente que lo detestaba simpatizó con él por unos minutos, por unos cuantos días, porque en apariencia fue el que más se “rifó” al defender a Barbosa del fraude, pero las cosas no eran como parecían.

El performance era sólo eso: una puesta en escena chabacana, una tomada de pelo total, un gatillazo… de no ser así, que el interfecto conteste estas sencillas preguntas:

¿Por qué si era tan enemigo de Eukid lo visitaba en su oficina de La Paz?

¿Por qué si traía tan puesta la camiseta de Barbosa, lanzaba esputos y excrecencias desde lo oscurito y apoyaba al otro suspirante de MORENA a la gubernatura?

¿Por qué los san petrinos lo reprueban y dicen que es un desafecto?

¿Por qué en plena votación para elegir interino de pronto se alió a los que supuestamente habían cometido el fraude electoral, mismos contra los que arremetía como una gata en celo?

¿Por qué en plena víspera navideña del año pasado, ya medio zarazo y envalentonado, le dijo a Marcelo García Almaguer que él (JJ) era socio del “O1”, mientras que el otro (Almaguer) era sólo un esclavo que hacía campañas negras y manejaba bots en Twitter?

¿Por qué, José Juan, por qué insistes en pintarte como un impoluto cuando en realidad, fuera del guión de tu película de ficheras eres una fichita? 

Lo digo con toda la acritud posible.

*Texto retomado de La Jornada de Oriente

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