El avión no es el avión, el nieto es el avión (no el de Peña Nieto)
Cuando los mexicanos lanzamos una crítica sobre nuestros gobernantes olvidamos que esos gobernantes son humanos y son mexicanos y también, por una ley de usos y costumbres, apegados a líneas matriarcales, por lo tanto, los caballeros acaban siempre por ceder ante los encantos de su mujer o de la madre (o la futura madre) de sus hijos.
Olvidamos que toda nuestra historia plasmada en lacrimógenas películas (desde aquellas de la época dorada del cine nacional, pasando por el oscurantismo de las cintas estelarizadas por “El Caballo” Rojas y Héctor Suárez), es un recordatorio de que la madrecita es intocable, sea ésta la madre de uno o la madre de nuestros respectivos hijos.
En este convulso país atestado de feminicidas, los delincuentes que acometen toda clase de atrocidades seguramente llegan a casa y besan a su “jefa” o le soban el vientre a su Chorreada: únicas dos mujeres en la vida de los machos a las que consideran santas, impolutas y dignas de respeto. Luego vienen las hijas.
La madre, diría Compay Segundo, es un surtidor de miel que nunca se agota.
En todo este contexto edipiento, repito, olvidamos que nuestros gobernantes tienen madre o son esposos de las madres de sus hijos, y cuando la señora dice: “va”, la cosa va, y si la señora dice “ni madre”, no hay manera de echar abajo una idea o sugerencia.
Andrés Manuel López Obrador algo sabe de los usos y costumbres del país que gobierna. Lo ha caminado ene cantidad de veces no sólo en una campaña, sino en dos o tres o más bien en la que sigue haciendo día a día.
A nuestro presidente le gusta compartir de repente escenas familiares. Le ha cantado las mañanitas a su dama en al menos dos ocasiones. Se hace tomar videos echando el taco placero o viendo el beis en compañía de su hijo menor. AMLO explota ese tipo de recursos infalibles para conectar con el pueblo, para que el pueblo vea que es igual a él: que come igual, que se mueve igual y que en aras de enarbolar los valores familiares mexicanos no le teme al ridículo. Sin embargo, hace unos días pecó de omiso al no mostrar demasiado júbilo con el nacimiento de su nieto, hijo de su hijo José Ramón.
La prensa se enteró que un niño saludable, de buen peso y mejor color, había arribado a este mundo el pasado 9 de enero. El nieto de “nuestro hombre”, que lleva como primer nombre el de su ilustre abuelo, supo que la tierra no era plana y que ya estaba aquí, en una clínica como casi todos los bebés del mundo. En una sala de expulsión con lámparas gigantes, cama con perneras y un séquito de hombrecillos disfrazados de color azul pitufo.
La primera cara que vio Andrés Salomón fue, evidentemente, la de su madre, Carolyn Adams. Y es lógico que el bebecito no sabía bien a bien que ese rostro enternecido por su llegada era alguien a la que muy pronto reconocerá como su mamá. Y le dirá “sí, mamá”, como todos los niños a sus progenitoras (hasta que otra mujer, años más tarde, se vuelva el centro de su vida y se convierta en madre de sus hijos y entonces será a ella a quien, como marido, le dirá: “como tú quieras, amor. Sí, reina”.
AMLO puede parecernos un hombre de ocurrencias más que de ideas, sin embargo, yo creo que nada de lo que dice en sus mañaneras es arbitrario. Más bien, como buen observador de los usos y costumbres de su gente, sabe que al mexicano se le escandaliza con cualquier cosa, y algo mejor: que al masaje se le puede injertar el morbo con una sola frase que le parezca picaresca.
Acostumbrados a sus bromas “familia burrón”, AMLO acuñó el mote de “Borolas” al que otrora bautizó como “Fecal”, ambos apodos, como todo buen apodo, peyorativos a lo cuanperro. Y eso a los mexicanos les encanta.
Porque somos un pueblo educados por el lugar común de Chespirito, por Yolanda Vargas Dulché y “El Perro” Bermúdez.
Muy por el contrario de lo que sus detractores creen, AMLO no tiene un pelo de tonto, es más bien un gran manipulador de masas, por eso es líder.
El tema de la rifa del avión presidencial incendió las redes y llegó a la prensa internacional hace unos días.
AMLO siempre fue un crítico de la famosa Caja China: mecanismo accionado por la mafia del poder en contubernio con los medios chayoteros que consiste en inventar un escándalo nuevo para tapar otro anterior y por lo general de mayor importancia.
El chupacabras fue una caja china.
La muerte de la niña Paulette fue una caja china.
El montaje de Loret en la detención de Florance Cassez fue una caja china.
Así pues, con un estilo menos elaborado, y mucho menos oneroso y dañino, el chascarrillo de la rifa del avión fue una caja china que AMLO activó para desviar un tema con el que le la prensa no-amiga le iba a tundir: ¿por qué el nieto del presidente de la 4T, el presidente de la austeridad, el presidente de “primero los pobres”, nació en territorio Yanqui y no en la patria tenochca?
¿Por qué no en un nosocomio público o en el hospital militar o ya de a tiro en uno de los muchos sanatorios “Belén” que hay en el territorio nacional?
AMLO sabía que sus enemigos lo agarrarían de bajada con este asunto.
Lo sabía y por eso recurrió al non-sense de la rifa del avión.
Porque AMLO calculó que con semejante despropósito lo iban a tildar de orate y no de incongruente.
Es una estrategia política –chabacana– para la banda que espera un nuevo capítulo de la nueva tragi-comedia mexicana.
La pregunta que surge en el ambiente de los menos despistados (los que no nos tomamos en serio la charada del avión) es por qué recurrió a un disparate más pandeado al sinsentido que al recurso inefable de la narrativa matriarcal, es decir, si parte del personaje que el presidente se ha manufacturado con base en la educación sentimental mexicana, propinando golpes al corazón de pollo a todos aquellos fans tardíos de Sara García o Prudencia Griffel (madre sufridoras pero jamás pasadas por alto), ¿por qué en vez que se le “chispoteara” la “ideota” de la rifa, no salió a cuadro en una de sus mañaneras y dijo: “Mi hijo es un hombre, no un niño al que puedo mangonear. Mi hijo a su vez tiene una mujer que ahora es la madre de su primogénito, y como todos sabemos, señoras y señores, en todas las casitas mexicanas la última palabra la tenemos nosotros, los hombres, y esa palabra que más bien es una frase no es otra más que: “Sí, mi amor. Lo que tú digas, reina”.
Un pretexto muy muy muy mexicano, para deslindarse de responsabilidades patriarcales, y en este caso, de Estado.
La madre es la madre. Y sobre todo si es la de nuestros hijos.
Con esa respuesta se iban a quedar callados sus acérrimos detractores pues, todos ellos también tienen madre (o no), y también terminan haciendo lo que la señora quiere en aras de evitarse un mimiki descomunal. Un jarabe de trompa que por lo general a cualquier mujer le dura meses.
La señora Adams, pareja de José Ramón López Beltrán, en realidad no tiene porqué someterse a los lineamentos de austeridad de su suegro- presidente, o sí, si quiere seguir el canon de lo políticamente correcto, sin embargo, según el columnista Salvador García Soto: “la brasileña se dedica al sector petrolero y actualmente trabaja como “cabildera” para Cava Energy, una empresa que es parte de un fondo financiero especializad en construcción de gasoductos, proveedora de PEMEX”.
Para el columnista, Adams es “La nuera incómoda”, cosa que no se puede saber de cierto a menos que uno entre a la íntima intimidad de la familia López.
Lo que sí es claro es que la nuera no quiso que su vástago naciera en el IMSS o en el hospital “La Pus”, que irían más acorde con el pensamiento 4T, y en cambio optó por una higiénica y cómoda clínica en Houston.
Lo que olvidamos es que, ¡caray!, poco puede hacer un hombre frente a los caprichos femeninos.
Más si la dama en cuestión calza Valentino y viste Chanel.
Más aún si, tomando en cuenta su edad, forma parte de la generación Millennial.
Nada podía hacer el presidente ante el poder hipnótico que ejerce una nuera guapa sobre el hijo bien amado.
Es la historia de México.
La que hemos visto siempre en nuestros clásicos taquilleros… ¡México, México ra ra rá!
La madre es la madre.
Pero cuando la madre falta, la madre nuestros hijos toma (por breve o largo tiempo) ese lugar de honor, imbatible.
La figura sacralizada por la que se construyen y caen imperios.
Por lo tanto, se le sugiere al respetable que vino esta noche a la carpa, que: no se haga chaquetas mentales: el avión no llegará con sendos moños en las turbinas a estacionarse en sus garajes.
El avión es el nieto.
Y AMLO no nos dará el avión, aunque a veces nos dé el avión.