domingo, diciembre 22 2024

“Running away is easy,
It’s the living that’s hard.
And loving you was easy,
It was you leaving that scarred”.

BBNG

“Ya Dios lo habrá olvidado y es menos una injuria que una piedad demorar su infinita disolución con limosnas de odio”.

Jorge Luis Borges

Por Aldo Cortés

Escribo con el desdén que provoca perder. Unas cuántas metáforas y se piensa que hemos superado a la realidad. Qué equivocados estamos. No puedes recrearte sobre lo ya conseguido, el éxito es deformante, obliga a aupar ciegamente los errores de la estadística, a creer que para el resto habrá tiempo, que no atender los defectos es minorizarlos, confiar ciegamente en aciertos que han sido superados. Se emplean adjetivos calificativos con la intención de definir o, mejor dicho, de reducir. Cuando se carece de ingenio la mimetización es oxígeno. Te colmas definiéndote; no otorgándote la oportunidad de recular, como si fueses la misma persona en todo instante. ¿Habrá algo más? Un acercamiento verdadero, algo que la dialéctica ni la retórica igualen. En medio de todo esto, la lejanía es el bálsamo que nos ofrece la vida.

La soledad y sus indómitos caminos, un laberinto que no siempre conduce a la felicidad. Recuerdo una frase que leí hace muchos años: “¿Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos para los que brillas?”. Qué es de ti ahora que el cobijo de lo trivial, de lo monótono, de la costumbra indolente, ha desaparecido; qué sucede cuando no puedes fotografiar tu rutina en el gimnasio; cuando no puedes documentar los estragos de una nimia borrachera; cuando no puedes pagar por placer efímero y vanas sensaciones. ¿Qué pasa cuando todo lo que creías ser realmente no es ni tu sombra?

Te has reducido a cero. Te has colmado de imágenes, de palabras, de datos, de opiniones. ¿Es esta tu identidad? ¿Cómo distinguir del discurso inocuo a la postura personal? ¿Esto es todo? Las respuestas deben ser valetudinarias. Quizás realmente eres eso: unas cuántas palabras, y después silencio. Ensordecedor para quien la vida lo obliga a lidiar con la lluvia torrencial de superficialidad, de hipocresía y de mentira consigo mismo. El ruido detona un especie de halo protector, permite obnubilar la conciencia, dopar el dolor de la pérdida, olvidar el vacío de la perdida.

La existencia es otro fármaco de la esencia. Escasea el oxígeno. La vida se está agotando. Por eso recurrimos a los epitafios, el hálito de un lacónico mensaje que lleva inscrito vida. ¿Crees poder huir? ¿Existe dónde puedas ocultarte? Tu soledad te ha redimido. Te ha obligado a aparejarte contigo mismo. La sintonía del ser vibra con el mundo que escucha. En alguna parte entre ellos y el resto, estás tú.

El ego desprendiéndose del yo. Filosofías que comulgan con tu cerebro, pero no con tu espíritu; palabrería acumulada, posturas plagiadas de quien tiene miedo de no ser quien creía que era. No puedes morir porque no estás viviendo, no puedes percibir emociones porque no eres honesto contigo mismo, crees ser susceptible de elegir, aunque, en realidad, siempre terminas renunciando.

No eres lo que haces, no eres lo que piensas, no eres lo que te sucede, tampoco lo que crees haber olvidado. Las conceptualizaciones exiguas no son tu voz ni tus pensamientos. Eres la memoria del niño que mira algo por primera vez. Eres las personas que no has abandonado. Tú eres quien eres, no el que resto piensa que eres. No renuncies a tu derecho de marcharte. Puedes contradecirte, puedes desvariar, puedes ser menos de lo que tú esperas de ti mismo.

Estás aquí, bueno o malo que sea. La búsqueda no es la verdad y, sin embargo, debes proclamar las pequeñas verdades que encuentras en el camino. No lucres con el valor de tu tiempo, no te empeñes en la fatua esperanza ni en las promesas del prójimo. Convive con tu dolor, asimílalo, no menosprecies lo que tu cuerpo trata de decirte. No cedes a la nimia idea de creer que alguien más puede sanarte. Sé digno de tu propio dolor. La cura no es el placebo que te han hecho creer.

Olvida todo lo aquí escrito. Únicamente concede crédito a las cosas que has experimentado por ti mismo, no negocies el caudal de tu vida por la arenga de quien no te conoce.  No renuncies a ti mismo. Si no puedes huir de tu sombra, invítala a bailar.

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