Por Samantha Páez / @samantras,
Responsable del OVIGEM del @CCSJPuebla
La semana pasada hubo una noticia que me perturbó: una niña de un año y medio, en evidente estado de abandono, sentada en la banca de un parque junto a un letrero. No es sólo por la violencia que la bebé pudo haber vivido, sino por cómo fue presentada en los medios de comunicación: como una muñeca, como un objeto.
Sólo dos medios de comunicación, de todos los que publicaron notas al respecto, no mostraron a la menor de edad. El resto sólo censuró su rostro, pero publicó el video donde se ve a la bebé sentada, inmóvil, mientras decenas de personas la rodean y la miran con lástima o intriga.
¿Qué imagen se quedará en la memoria colectiva de esta niña? Será una poco digna, se los aseguro. Además, se le revictimiza y se le usa para atraer más audiencia o visitas a la página.
En Puebla es común que a las víctimas de violencia, sobre todo a las mujeres, se les utilice como mercancía que ofrecer audiencias de los medios de comunicación. Como muestra, en el estudio Feminicidio en medios digitales: Tercer diagnóstico del Observatorio de Violencia de Género en Medios de Comunicación, damos cuenta que más de la mitad de los titulares farandulizan el delito, lo transforman en un espectáculo o en una ficción policial.
Lo mismo ocurrió con este hecho: el abandono de una menor de edad, que está tipificado como delito en el artículo 346 del Código Penal del estado de Puebla, se mostró como un espectáculo, dejando de lado los derechos de la niña a la dignidad y a la integridad personal.
Si bien es importante dar cuenta de las violencias que viven niñas, niños y adolescentes, siempre debe de hacerse con respeto a los derechos humanos. Sobre todo, cuando en México la violencia contra personas menores de 18 años es generalizada.
De acuerdo con el documento Panorama estadístico de la violencia contra niñas, niños y adolescentes en México, publicado el año pasado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), cuatro de cada diez madres y dos de cada diez padres reportan haber pegado a sus hijas e hijos cuando sintieron enojo o desesperación.
Asimismo, la Encuesta Nacional de Niñas, Niños y Mujeres 2015, que también elaboró el Unicef, reporta que 63% de las niñas y niños de México de entre uno y 14 años han experimentado al menos una forma de disciplina violenta. Siendo las prácticas más comunes: agresiones psicológicas, castigos físicos y, por último, castigos físicos severos.
Las consecuencias de esta violencia en la primera infancia son múltiples, pero –según Unicef- pueden socavar su autoestima, impedir el correcto desarrollo de sus cerebros, debilitar su sistema inmune y, en casos extremos, provocar la muerte prematura.
Ante una situación de violencia contra niñas, niños y adolescentes, los medios de comunicación y periodistas debemos informar con ética y responsabilidad. Aquí algunos consejos para dar una mejor cobertura.
Siempre cuidar los datos que se revelan, la Red por la Infancia y Adolescencia (RIA) sugiere cuidar que los datos -imágenes, voz o texto- no pongan en peligro a las niñas, niños y adolescentes, ya sea de forma individual o colectiva.
Es importante que los medios den cuenta de los derechos de la infancia o adolescencia que fueron violentados, qué consecuencias tienen esas violaciones y cómo deben de ser reparadas.
Proporcionar información sobre dependencias de gobierno que brinden atención a niñas, niños y adolescentes, para que la audiencia sepa a que instancia acudir según sea el caso. Además, permite la vigilancia a los organismos, tanto públicos como privados, que no cumplan su función de protección a la infancia.
Después de cubrir algún hecho de violencia contra la infancia o adolescencia, es importante que las y los periodistas den seguimiento a los casos e informen cuáles son las acciones posteriores por parte de las autoridades, recomienda el manual La Infancia en el Periodismo.
El Manual para la protección de la infancia en los medios de comunicación y en las campañas publicitarias apunta que es importante utilizar lenguaje incluyente. Se debe evitar el lenguaje genérico masculino para situaciones que atañen a niñas y niños. Esto abona a romper los estereotipos de género con las palabras y las imágenes, porque es común resaltar la belleza y sensibilidad de las niñas, mientras que de los niños se destaca su fuerza y valentía. Además de hacer visible la diversidad y la pluralidad de la infancia y la adolescencia.