jueves, noviembre 21 2024

“Estudiamos la salud, deliberamos acerca de lo que comemos, bebemos, hacemos, tallamos, pulimos. Pero en un minuto, un cañón lo derriba todo, lo desmorona todo, lo derriba todo, una enfermedad imprevista pesar de toda nuestra diligencia, insospechada a pesar de nuestra curiosidad” 

(John Donne)

Por Héctor Hugo Bustos López

15 de Mayo. Día del maestro. 8:17 a.m. Se cumplen 61 días de mi cuarentena. Falta una semana más de encierro, mis estimaciones fueron correctas… 

Regresé de trabajar y completar mi Doctorado en Filosofía en Biología, el llamado PHD en la Universidad de Boston, EUA: un lugar realmente preparado, la ciudad entera dedicada para eso, para estudiar. Jóvenes, cerveza y libros, ¡el paraíso! El programa me cambió el chip. 

De estudiar Biología en la Universidad Autónoma de Puebla -Pensar bien, para vivir mejor- de José Bustos Sarmiento, me voy a otro país a un entrenamiento a profundidad: biología celular, bioquímica, biología molecular, genética, bioinformática y escritura científica. Un cambio. En el aeropuerto de Ciudad de México hice dos llamadas: una a mi mamá y la segunda a Carlos, mi profesor de Biología del último año. A mi mamá, porque dados mis estudios en receptores virales, la información que se estaba proporcionando en México era más política que biológica. Los biólogos trataban de agradar al presidente. Un populista: “No pasa nada”, “Vamos bien”, “Como anillo al dedo”….. Estruendosas declaraciones que ocupaban las primeras páginas del NYT, Washington Post, Le Monde, The Guardian, La Stampa…ese, él, “el de la silla” desestimando todo. Todos están equivocados a sus ojos. Punto. 

A Carlos sólo quería decirle que tenía cuatro años pensando en él, sí. Porque nadie como Carlos… nadie como él. O como sus ojos. Sus manos. Sus antebrazos torneados. Su voz. Su profundidad. Su suavidad. Su fuerza. Su humor. Su locura. Su preparación. Su olor. Su pecho. Puff. Una locura. Mi locura.  

Al llegar tenía que acomodar mis datos. Mis cifras. Decidí bien, a tiempo. Me fui antes de la cuarentena como una gran parte de la sociedad civil, antes de que el gobierno aceptara la gravedad de la pandemia: la pandemia por COVID-19 o SARS CoV-2, la crisis sanitaria, económica y social más importante de este siglo. En ese momento le comenté a mi profesor los deseos contenidos de verlo, deseos húmedos contenidos cuatro años, deseo por sentir sus brazos. Cuatro largos años viéndolo en todas partes: en mis libros, en mis experimentos, en mis conferencias, en cada bocado de alimento o bocanada de aire, en cualquier rincón. 

Hoy, día del maestro, mi curva epidemiológica por fin estallaría. Hoy comería con él. Y me lo comería también. Hambre postergada cuatro largos años. Mi deseo era mucho mayor que las curvas cuchareadas de Lopez Gatell, una curva sin casos, en uno de los países del mundo que menos pruebas RT- PCR se han realizado (155, 932), 0.4 pruebas por 1,000 habitantes, siendo el promedio de pruebas de países de los 36 países de la OCDE 22.9 pruebas por 1,000 habitantes. 

Sólo en los Estados Unidos se realizan ese mismo número de pruebas por día (150,000), de un total de 3,893,815 pruebas realizadas COVID-19, para el día del Maestro. Estar en los Estados Unidos durante este tiempo ha sido la experiencia más contrastante que he tenido en mi vida. México, un país mágico, sí, pero con un realismo mágico tan torcido en el que acabamos apedreando lechuzas para luego arrojarles agua bendita… un país en donde echamos cloro a las enfermeras, un país donde bajamos del UBER a los médicos, un país en donde no le vendemos café al personal de salud en los OXXOS. 

Vamos a ver; las curvas de Neil Ferguson -Investigador en Jefe del Royal College of London, cambiaron las conductas epidemiológicas de la Gran Bretaña: del libre albedrío a la cuarentena obligatoria.  Pero en México dichas curvas se toparían con la realidad social de nuestro país con sólo abordar el metro Pantitlán, porque las personas sí o sí requieren salir a trabajar para subsistir. Un país donde sólo el 21.9 % de los 130,000,000 de la población no es pobre o vulnerable, de acuerdo al CONEVAL.  Esto es, 2 de cada 10 mexican@s viven en una situación, digamos, más “holgada” que los demás. 

Sigo… 

Durante mi estancia doctoral trabajé el tema de receptores celulares. Me explico: los virus para entrar en las células requieren de un RECEPTOR. Estos se llaman ACE2 (Enzima convertidora de Angiotensina) y TMPRSS2. Los investigadores buscaron entre 1,2 millones de células individuales de muestras de tejido humano para encontrar cuáles producen ACE2 y TMPRSS2 y anotar sus ubicaciones en el cuerpo.

Los receptores y el virus funcionan como un sistema “de llave” (virus= una proteína) y “cerradura” (los receptores). Esta unión permite que el virus “viaje” dentro de la célula y ahí se multiplica hasta reventarla. Si no hay CERRADURA, el virus no entra. 

Estos receptores o cerraduras se producen o se expresan en distintas células del cuerpo como aquellas de pulmón, corazón, riñón, placenta, páncreas, hígado, cerebro, vejiga, próstata, intestinos (íleo), ojo y testículo. 

Este último sitio me resonaba, me hacía un ruido particular, porque contagiarse de un virus COVID, más allá de las poquísimas posibilidades, me contrastaba incluso como científica con las listas de espera de hasta 3 días, de acuerdo a las bolsas negras de los crematorios. Veintidós hornos sólo en la Ciudad de México. El doble de muertos. 

 En el Panteón Civil de San Lorenzo Tezonco, en Iztapalapa, considerado como uno de los más grandes del mundo, se registra el ingreso de una carroza cada cuatro minutos. Y como científica, es cuando las cuentas de muertos oficiales (819 al día de hoy), ya no me dan para explicar la sobresaturación.  O las cifras oficiales. 

8.38 am. Alacio, embellezco mi pelo, y lo estiro como verbo, como una palabra que expresa mi acción, mi existencia, mi estado y mi consecución. No quiero pelo, quiero terciopelo. 

Hoy deseo el pelo más bello para mi profesor. Mi mejor cara. Mi más hipnótica tersura. Soy bióloga, pero primero, un ser humano; y aunque celularmente somos lo mismo, la belleza es la reina del deseo. 

Lo único que deseo con este champagne es rociarlo, tirarlo sobre mi cuerpo  y que Carlos lo deguste. Lo lama con su poderosa lengua. Poco a poco, un beso o un suspiro, ¡salud, por estos 61 días de encierro!,

Nunca antes como hoy, sólo deseo “eso”:  deseo. Sólo deseo cuerpo. Carne. Hoy soy animal. Hoy quiero pasión. Hoy encarno a la biología. Tanto deseo femenino contenido por mis padres o por mi sociedad. Más por mi sociedad poblana de doble moral.  

Mañana primero seré un ser humano. Con mis mejores cremas. Mi mejor shampoo. Un baño de tina, burbujas. Suena la marca L´Occitane: almendra, durazno, miel o limón. No he decidido a qué quiero saber. 

Poco después, una crema de ducha con coloridas notas de Arlesienne de rosa, violeta y azafrán. ¿Música? Mmmm, elijo Away de Tony Green. Respiro. Previamente he cortado durazno, melón, frutos rojos, rojos como mi pasión. Una copa de Fornasetti, champagne col. Llevo otra para después de la comida. Lo único que deseo con este champagne es rociarlo, tirarlo sobre mi cuerpo  y que Carlos lo deguste. Lo lama con su poderosa lengua. Poco a poco, un beso o un suspiro, ¡salud, por estos 61 días de encierro!, un beso o un suspiro por estos 1,460 días de deseo: que se abra la cerradura. ¡Entra, instálate ya y no vuelvas a salir! 

Mis hormonas me traicionan; siento mis neuroesteroides, mis esteroides neuroactivos: esas hormonas que me hacen menstruar y ovular y que hoy sólo están dedicadas a alterar mi percepción, mi emoción, los siento a todos juntos. Veo más claro el cielo, huelo mucho más el melocotón, quiero cantar. 

10 am. No deseo distraerme con mi rutina científica. Estoy esperando un mail de mi amiga que presentó un artículo para ser aceptado por una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo. 

Mi amiga también trabajaba con receptores. Ella estaba tratando de demostrar la presencia de receptores de COVID en testículo. 

Un primer artículo publicado en Fertility and Sterility, la revista más “top” de fertilidad del mundo. Este artículo había sido publicado por autores chinos. Actualmente sus científicos son los principales contribuyentes al conocimiento que tenemos sobre COVID-19.   Habían estudiado la presencia del virus en el semen. Su artículo había sido aceptado en abril 13 del 2020.   

Los científicos del Departamento de Urología, en el Hospital Union del Colegio Médico de Tongji, en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong, habían estudiado a 34 varones chinos adultos diagnosticados con COVID-19 mediante una reacción en cadena cuantitativa confirmatoria de la transcriptasa-polimerasa inversa (qRT-PCR) de muestras de torunda faríngea y habían muestreado con la misma técnica el esperma de los sujetos. 

A pesar de que seis pacientes (19%) habían presentado molestias escrotales relacionadas con la orquitis (inflamación testicular) viral en el momento de la confirmación de COVID-19, el virus SARS-CoV-2 no se detectó en el semen con una de mediana de 31 días. 

Habían encontrado una presencia de receptores de ACE2 y TMPRSS2 , casi sin superposición de la expresión génica. Puff. Este virus nos ha quitado nuestra libertad, nuestra movilidad, nuestro permiso de ir adonde quisiéramos, nuestro dinero, nuestra tranquilidad, y ahora cabe la posibilidad de quitarnos el sexo sin riesgo. Y para mí, la posibilidad real de envolverme y bañarme con el jugo de las vesículas seminales, la próstata, el epidídimo y las glándulas de Cowper. Hoy sólo deseo estar en contacto con mi parte carnal, a pesar de que Carlos es casado y tiene hijos… y yo tengo una madre (poblana, bien poblana) y porque sé que la principal vía de contagio son las gotitas de saliva, tos o estornudos. Y porque hoy, solo deseo entrar en contacto con mi parte carnal. 

Abro el mail.  Mi amiga china  lo había logrado: su trabajo de largos años había sido aceptado para la revista JAMA el 7 de Mayo del 2020. Me comunica su alegría, su entusiasmo, su felicidad completa. ¡Un artículo en JAMA!. El sueño de cualquier investigador.  Ella había estudiado otros Coronavirus. Un virus presente entre nosotros hace muchos años. Nunca tan famoso como hasta ahora. El SARS-CoV1, también produce un Síndrome Distress Respiratorio (SDR) Agudo severo SDRAS, el Coronavirus del síndrome respiratorio del medio oriente (MERS-CoV), el HCoV 229E, NL63, OC43 y HKU1, todos con distintas mortalidades pueden producir síntomas como una gripe común. 

Leí el título “Características clínicas y resultados de las pruebas de semen entre hombres con enfermedad por coronavirus 2019”. 

Tuve la peor decisión ante mi deseo: leer el artículo. (SARS-CoV-2) se ha detectado en heces, tracto gastrointestinal, saliva y muestras de orina. Sin embargo, se sabe poco sobre el SARS-CoV-2 en el semen. Entre 50 pacientes identificados, 12 pacientes no pudieron proporcionar una muestra de semen derivado de disfunción eréctil, estar en estado de coma o morir antes del reclutamiento; por lo tanto, un total de 38 pacientes se inscribieron para la prueba de semen. 

Las pruebas de semen arrojaron que 6 pacientes (15.8%) tuvieron resultados positivos para SARS-CoV-2, incluidos 4 de 15 pacientes (26.7%) que estaban en la etapa aguda de la infección y 2 de 23 pacientes (8.7%) que estaban en recuperación, lo que es particularmente notable. 

El artículo concluía tácito, frío, congelado: los estudios sobre detección viral y persistencia del semen son beneficiosos para la práctica clínica y la salud pública, especialmente en lo que respecta a los virus que pueden causar una alta mortalidad o morbilidad, como el SARS-CoV-2. 

Unas lágrimas se asomaron a mi rostro, el cual palideció con desencanto inmediato. 

La conclusión fue cruel: “por lo tanto, evitar el contacto con la saliva y la sangre del paciente puede no ser suficiente, ya que la supervivencia del SARS-CoV-2 en el semen de un paciente en recuperación mantiene la probabilidad de infectar a otros”. 

Mi Carlos, ¡ay!, mi deseo, mi animalidad, mi humedad se congelaron en un instante. Un diálogo de cierre inició desde mi sistema límbico ordenando a las puertas del paraíso cerrarse.  Tomé el teléfono. Sólo alcancé a decirle: Carlos… estoy menstruando. 

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