viernes, noviembre 22 2024

por Grace Balcázar 

A lo largo de los años, la guerra (que es de lo más antinatural que hay) se ha convertido justamente en el absurdo más grande de todos los tiempos.

Hoy se habla acerca de una necesidad por regresar a lo básico, de volver a ese origen de la civilización humana, aquel tiempo en el lo natural se dejaba fluir; no sabemos si por convivir, por conveniencia o simplemente nos encontramos ante la mas alta expresión de la sabiduría.

Pareciera una mala broma o una historia de ficción que después de hacer patente en la historia de la humanidad que la guerra –por lo que sea–  no paga bien, ahora estemos viviendo una situación que parece que podría haberse dado hace más de 100 años.

No es posible que sigan existiendo locuras tan grandes como el racismo, la discriminación o lo que hoy conocemos como bully-ing, que ha existido siempre sólo sin el título de carácter extranjero que hoy se le da y que parece en ocasiones una manera de normalización de una situación absolutamente inadmisible.

El ser humano, que se siente superior a los animales, cree que nuestro cerebro nos confiere  el derecho  de ser “libres”, y así atacar no sólo a las demás especies, sino también a nosotros mismos.

¿Es verdad que estamos empleando todo nuestro potencial en algo tan primitivo como la guerra?

La guerra se presenta hoy con todo lo diferente, con lo que no conocemos, con lo de otro color, olor y sabor que ignoramos, ¿es así?

No lo sé… esa pregunta cada uno debería hacérsela de manera personal.

Me preocupa que seamos espectadores de otra guerra innecesaria: la de los géneros. Hombres contra mujeres, y la más peligrosa: la de las mujeres contra otras mujeres.

¿En qué momento dejamos de usar la lógica y el sentido común para reconocer que hombres y mujeres tenemos estructuras tanto físicas, emocionales y psicológicas completamente distintas?

Tal vez habría que empezar por la primera lucha que nos debemos como personas, y en mi caso diré que como mujeres: la lucha es contra y a favor de una misma.

¿Cómo se construye esta “guerra interna”? Pues así nada más, como por sistema.

En muchos países –cuando nace una niña– lejos de ser un júbilo o gozo se llega a lamentar. En México existen frases como “uy, otra vieja… ya hay muchas en el mundo”.

De ahí partimos para construir ,o mejor dicho, deconstruir la personalidad y el carácter de una menor que apenas al nacer ya carga con la idea de no poder ser mejor que ningún hombre por el simple hecho de ser ella.

El asunto se pone grave cuando a lo largo de la vida se va comprobando esta programación a través de los abusos que esta niña vive, y ya cuando es mujer, no sólo se odia a sí misma, sino que traslada ese odio a otras mujeres, y por supuesto, al género opuesto.

De ninguna manera quiero generalizar; lo que hago es, además de invitar a la reflexión,  honrar a quienes ya entendieron que nuestras diferencias de género nos dan la oportunidad de complementarnos teniendo lo mejor de ambos mundos, pues no hay nada más delicioso que poder hablar de temas profundos y tener la visión tanto de uno como de otro sin importar las preferencias,  la apertura para poder escuchar al otro y aprender de él.

Y acerca de la otra guerra, la loca guerra entre unas mujeres contra otras, diré que hacerle la contra a otra mujer es solamente el reflejo de lo que cada una tiene dentro y cree de  sí misma. Arremeter contra otras mujeres es la manera de reflejar cómo nos tratamos, con lo cual la invitación es a amarnos; amarnos tan profundamente que seamos incapaces de iniciar cualquier querella con otra de nuestras hermanas. Sólo así sabremos que  la fuerza de un grupo de mujeres que se aman, apoyan  y respetan, es mágica.

Es justo la   frase de una de mis mujeres favoritas que me animó a dar título a esta entrega y me inspira para crear de esto que parece imposible una ciencia.

“Nothing is impossible, the work itself says I’m possible”

“Nada es imposible, la propia palabra lo dice: es posible”

Audrey Hepburn.

 

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