miércoles, noviembre 20 2024

por Carlos Meza Viveros

“Una mentira nunca vive hasta hacerse vieja”

Sófocles 

Para mi amigo Luis Miguel Barbosa,

futuro gobernador de Puebla.
Afectuosamente

A diario escuchamos estos anglicismos que se han incorporado a nuestra lengua: “Fake News” (Noticias Falsas). Ya no es casual oir esa expresión en  noticieros, en charlas de café, en los pasillos de las universidades y en las bocas de nuestros políticos quienes son el blanco propicio para caer enredados en la telaraña.

Por fake news se entiende: un bulo de contenido pseudo-periodístico difundido por distintos medios de comunicación tales como la prensa escrita, portales de noticias, radio, televisión, y sobre todo, en redes sociales.

El objetivo de estas mentiras (muchas veces nada piadosas)  disfrazadas de verdad, es promover y espacir la desinformación, el engaño deliberado, la inducción al error, el manipuleo de masas; en definitiva, las Fake News son echadas al mar del monstruo de la opinión pública para tergiversar los hechos y empañar la realidad.

Resulta ineluctable rememorar un libro estelar como lo es Homenaje a Cataluña, escrito por el inglés George Orwell, sobre la Guerra Civil Española; obra que se traduce en la represión del proceso revolucionario que lideraron los anarquistas y trotskistas por parte de las autoridades, y que culminó en la derrota de la República frente al fascismo franquista.

En medio de los muchos argumentos vertidos, este libro alude al debate político polarizado a las corrientes posverdad o posmentira -como algunos autores sostienen- esto es, abruptas (y delirantes) invenciones que mezclan y funden lo popular con lo mediático.

Uno de los más alarmantes males de nuestro tiempo anida en el supuesto de que, a falta de posturas razonadas, a falta de argumentos contundentes, a falta de hechos (con o sin explicación), los líderes de opinión, sin importar el medio que posean y sin importar la región, han profesado y enfatizado la máxima “quien controla el lenguaje controla la realidad”. Dicho lo cual, el meollo del asunto no radica en quien maneja la política o la economía, sino quien tiene a su disposición lo medios de comunicación… y recordemos que los medios, siendo el “cuarto poder”, también acarrean intereses no siempre muy nobles.

En la actualidad, el tsunami de las Redes Sociales y la falta de criterio, y debilidad intelectual por parte de los usuarios, reflejan un escenario altamente fértil para la proliferación de mentiras corrientes, excesos de información que indefectiblemente detienen el desarrollo de los medios de comunicación. Y es precisamente en Cataluña donde Orwell reflexionó arduamente sobre los mecanismos de comunicación mediante los cuales las sociedades descendemos vertiginosamente hacia sistemas totalitarios y absolutistas. Desde luego, la realidad suele ser más dantesca, predecible y monótona. 

El francés Bernard-Henri Lévy refiere a Orwell como la persona que acuñó el término fake newsderivado de los acontecimientos  de la guerra civil española; cuando el escritor, cuyo nombre verdadero es Eric Arthur Blair, siendo testigo de los sucesos bélicos en la península ibérica, y al leer los periódicos, decía constantemente: “todo esto que leo son fake news”, expresión que respondía a su malestar; en primer lugar porque la noticia se daba a retales; y en segundo lugar, porque los hechos se inventaban, se manipulaban y se distorsionaban para llegar con toda impunidad al lector quien se quedaba con una idea falsa de lo real.

Por su parte, Carlos Fernández (experto en redes de la Policía Nacional de España) lanza un pronóstico desalentador al afirmar que para el año 2022 el mundo entero se nutrirá en un 90% de fake news.

¿Qué nos recomienda el experto?

  1. Que siempre dudemos de las noticias, principalmente de nuestro interés, por tratarse de nuestra región, de nuestro estado, de nuestro país, en suma, el entorno en el que vivimos.
  2. Que crucemos la información, por lo menos, dos veces.
  3. Que saquemos conclusiones.
  4. También recomienda que los medios de comunicación cumplan de manera cabal con el código de ética del periodista y que, quienes difunden las notas, dediquen un espacio para denunciar las fake news.

Quiero abundar un poco en el inciso C, que finalmente está estrechamente ligado a nuestra capacidad de análisis, al desempeño intelectual, pero ante todo alude al menos común de los sentidos: el sentido común.

Y es que la inmediatez que se vive en las redes sociales está creando una involución en el ser humano, tanto física (deformidades por andar hundidos en el móvil) como mnemotécnica y de atención. Esto se da principalmente por estrategias de la más ventajosa y usurera mercadotecnia, es decir, los internautas prefieren lo llamativo que lo veraz, lo exprés que lo contemplativo, o como diría el genial Jorge Ibargüengoitia, confunden lo grandonte con lo grandioso.

El tiempo apremia en la redes y las así llamadas “timelines” son espacios luciérnagas que se encienden y apagan al instante, así pues, la mayor parte de los usuarios (que no lectores atentos) no filtran la información y se van por el espejismo de una foto escandalosa. La imagen lo es todo en la actualidad, y de hecho, según los expertos, una marca o un anuncio que no capta tu interés en siete segundos está condenada a habitar en el más triste ostracismo. Por eso los medios de comunicación han cambiado el texto por la imagen, por el video; y es en los videos donde se dan las farsas más grandes, sí, pero también las más virales.

Lamentablemente parece harto difícil que se cumplan los puntos que propone Carlos Fernández.

Aquí en Puebla todos los días somos testigos de cómo los expertos en redes sociales y la prensa escrita sesgan obscenamente la información sacándola de contexto. Publican “a granel” notas falsas que el lector recoge y hace suya, y no sólo eso: se atreve a difundirla generando un caos informativo que lejos de abonar a un acto de difusión veraz, convierte a la redes sociales en un instrumento de mentidero, que de boca en boca (de click en click, de retuit en retuit) va deformando las noticias hasta convertirlas en un Frankeinstein, de tal suerte que “la fake news inicial termina siendo un remix del remix de la primera noticia falsa”, lo que otrora era conocido como “teléfono descompuesto”, y en casi todos los casos esa noticia que se ha convertido en una cucaracha como Gregorio Samsa en “La metamorfosis” (Kafka), resulta más grave, más dañina y mucho más perjudicial que la inicial.

Recientemente somos testigos de esa práctica perversa (la entronización de las fake news) en contra del futuro gobernador de Puebla, Luis Miguel Barbosa Huerta; a quien los corifeos de los candidatos de oposición (Cárdenas, sobre todo, y el entrometido ex suplente de Monreal, Alejandro Rojas Díaz Durán) tratan –sin éxito–de bajar al puntero del escenario de afecto y cariño que le ha otorgado colectivo poblano, lanzando a las redes esputos pútridos que sólo pueden oxigenarse desde la frustración y la más alta desesperación (esa que acaba aniquilando los nervios del perdedor sempiterno).

Estas fake news son distintas a las de los acontecimientos políticos cotidianos en nuestra geopolítica: van cargadas de veneno en un avieso interés por generar en el soberano desanimo o cierta decepción, originada por un hecho falso que mueve al afectado a tener que aclarar constantemente lo contrario a lo difundido en redes sociales, panfletos e incluso en alguno que otro periódico de baja estofa. Sin embargo, y pese a las actitudes zafias de estos camanduleros de marras, Barbosa será el próximo gobernador de los poblanos.

Volviendo al plano internacional, recuerden ustedes los rifirrafes que se suscitaron entre Hilary Clinton y Donald Trump. Descalificaciones y pleitos que iban de lo sublime a lo ridículo, todo gracias a la ingesta diaria de fake news recetada por profesionales alineados a los intereses de Putin, escándalo que campeó tanto en redes sociales como en la prensa mundial.

Por otra parte –y de vuelta al escenario nacional– pese a la información que nos regala cada día el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, sus poderosos detractores (a quienes la política anticorrupción ha afectado) se han hecho de infinidad de sicarios de las fake news para reproducir hasta la ignominia en redes sociales hechos falsos, al parecer contrarios a los intereses económicos y de desarrollo de esta cuarta transformación, para mancharlo y generar, no sólo controversia, sino desesperanza en aquel que participó en la urnas.

Aun así, y con todo el aparato del terrorismo cibernético en contra, AMLO pasará a la historia como el más honesto y atinado político mexicano; el que acabó por matar a la bestia torva y voraz conformada por la mafia del poder que encabezó Fox, Calderón y Peña Nieto.

¡Lo digo sin acritud, pero lo digo!

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