La Quinta Columna
Por Mario Alberto Mejía
El año que viene a estas horas todos estaremos metidos en las narrativas de la elección de 2021.
En esencia, será la elección intermedia del gobernador Miguel Barbosa Huerta, pese a que éste apenas llevará un año cinco meses al frente de la administración estatal.
Para entonces ya sabremos quién será el candidato de Morena a la alcaldía de Puebla, por ejemplo, y a las otras presidencias municipales importantes.
También tendremos idea de los virtuales candidatos a las diputaciones locales y federales.
Los encuestadores —una buena mayoría— nos estarán engañando con bonitas encuestas a modo.
Los futurólogos armarán sesudos análisis para vendernos a los candidatos de su preferencia.
Los pesimistas reunidos en contra del gobernador serán optimistas a la hora de trazar sus mapas electorales.
Dirán lo que vienen diciendo en las mesas que presiden: que Morena será arrasada en la zona metropolitana, que la siguiente legislatura será dominada por el PRIAN y que el albiazul empezará a prepararse para recuperar la gubernatura en 2024.
Los optimistas reunidos en el entorno del gobernador continuarán siendo optimistas a la hora de hacer las quinielas.
Dirán también lo que siempre dicen: que Morena volverá a arrollar al PRIAN, que retendrán la mayoría en el Congreso y que una vez terminado el 21 se prepararán para mantener la gubernatura en el 24.
Ahora que Fernando Manzanilla se fue de Gobernación muchos apostadores iniciaron la ronda del futurismo al asegurar que los enemigos del gobernador se unirán en una sola fuerza para derrotarlo el año próximo.
Olvidan algo: que esos enemigos son enemigos también entre sí y que muy pocos se sentarían en una sola mesa larga para ponerse de acuerdo en el nombre del candidato, por ejemplo, a la alcaldía de Puebla.
No está mal que todos quieran encabezar la planilla.
El problema es que una vez que surja el candidato iniciará la otra ronda: la de las deslealtades.
Se van a apuñalar más de tres.
Hablarán pestes del ungido.
Filtrarán información en su contra.
Lloverán hígados.
Vomitarán fuego.
Y algunos, faltaba más, buscarán al gobernador o a su gente para negociar u operar.
Es la historia de todas las elecciones.
Digamos que es una vieja película mexicana puesta en cartelera por enésima vez.
Hoy por hoy, el gobernador Barbosa ya trabaja en el tablero de esa elección.
Y como los buenos jugadores de ajedrez, mueve sus piezas, observa al contendiente, lee sus pensamientos y articula el jaque mate.
Se escuchan las respiraciones.
La tensión se corta con los dedos.
Un susurro surge de repente.