viernes, noviembre 22 2024

por Alejandra Gómez Macchia

Comenzar un texto con un verbo es la forma más eficaz de hacer entrar al lector al mundo al que se le quiere llevar.

La vida, de hecho, empieza con varios verbos: reventar, pujar, gritar, llorar, alumbrar.

Un sabio muy solicitado dijo: en el principio fue el verbo.

El verbo es siempre un acelerador; proyecta hacia delante. Es, en pocas palabras, precipitarse hacia la acción.

Producir: dar fruto (a la tierra, las plantas u otra cosa de la naturaleza). Fabricar o elaborar un objeto.

Eso dicen los diccionarios, y no se equivocan, pero acotan. Todo aquello a lo que el hombre pone nombre, es limitado.  

Producir implica muchas cosas más: es un asunto que requiere atención, sentidos, pulso, disciplina, y un lenguaje.

Giuseppina Coria produce escenarios, lo que la convierte en una traductora de ambientes, una organizadora de espacios.

Producir es una suerte de maternidad, otra distinta a la de dar vida a un ser humano; la producción de cine, comerciales, documentales y todo lo que tiene que ver con el microcosmos de la multimedia, es la deconstrucción de la vida. Una interpretación dulce o cruel de ella; una aproximación, una manera de evitar la desmemoria. Es animar lo inerte mediante suertes de luz, planos, texturas, sonidos, colores.

La cámara es una prolongación mecánica del ojo. Enfoca como él, panea, acerca, aleja, distorsiona, falla. Pero el beneficio de la lente es que retiene, suspende, amplifica y puede mejorar lo que se quiere ver. Es un vehículo de ilusiones.

La niña que se congelaba en la cámara de mariscos del negocio familiar optó por la magia.

Ser hija de un hombre como don Silverio Coria no es sencillo, pero la acercó a ese otro punto sobre el plano: el de la sensibilidad por lo bello, teniendo en cuenta que lo bello no es siempre lo que aparece a primera vista.

La cocina es el lugar donde se aprende a amar de verdad; es el verdadero surtidor de vida, la metáfora más simple y exacta de la paciencia. Giuseppina creció entre los vapores calientes del fuego y el hielo que preserva la materia. No lo sabía: pero fue ahí, entre la severidad de Silverio y la sabiduría perenne de doña Perita que empezó a producir.

El corte exacto de una cebolla; mirar sus capas como el tránsito de su proceso vital: cada círculo, una edad. Cada corte, el fin de una acción que jamás se repite de la misma forma. Como en el cine; como el cierre de la claqueta: la escena cambia, el actor trasmuta, los objetos se mueven, las luces dan paso a las sombras.

¡Acción!

Phoex es la casa productora encabezada por Giuse Coria y Esteban Marenco, su pareja. El proyecto se consolidó una vez que Giuse dejó la dirección de SET (Sistema Estatal de Telecomunicaciones), puesto que le ofreció el gobernador Barbosa el primer año de su gestión. Barbosa vio en Giuse un duende especial desde que formó parte del equipo que monitoreó y cubrió su campaña, y así sin más, un buen día la mandó a llamar para ofrecerle la empresa de renovar la televisión estatal. Pero la vida que está llena de cortes y de cambios de escena, la llevaron a independizarse, para al fin, entrar en las grandes ligas de la publicidad y los documentales.

En palabras de Giuse, la producción es una profesión que le queda de maravilla a las mujeres, tomando en cuenta que la mujer es mucho más cuidadosa de los detalles, se fija en todo, gestiona con más habilidad, es mejor administrando el recurso, es el lado más humano y sensible de un negocio y coordina naturalmente a los miembros de la manada.

Producir es materializar los sueños con los ojos bien abiertos.

 

 

 

 

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