lunes, noviembre 4 2024

Memorial
Por Juan Manuel Mecinas

Las encuestas muestran que el partido de López Obrador sigue siendo la primera fuerza de cara a las elecciones de 2021. En realidad no son buenas noticias para el partido en el poder: es muy probable que pierda un 40% de los votos que obtuvo en la elección de 2018 y que pierda el control de la Cámara de Diputados, además de alcaldías importantes. Nada de qué preocuparse si se piensa que el Senado seguirá siendo de Morena y que el Presupuesto sólo tendría que ser pactado con la oposición durante la mitad del sexenio. Así, el retroceso de Morena tampoco preocupa demasiado al grupo en el poder, porque se sabe con el control de la situación, sobre todo por el segundo aspecto importante que arrojan las encuestas antes mencionadas: que la oposición sigue perdida.

Entre el PRI, el PAN y el PRD no logran la mitad de las preferencias de Morena. Tal vez los tres partidos tradicionales en las últimas tres décadas no entendieron el mensaje de 2018, pero aún es buen momento para que reflexionen sobre él: el voto a favor de AMLO fue al mismo tiempo un voto en contra de ellos. Eso significa que deben cambiar a las personas que fungen como figuras principales en dichos institutos políticos y que, además, el discurso que propongan debe ser diferente.

Si AMLO insistió durante 15 años en un discurso contra la mafia del poder, la actual oposición insistió en un discurso contra López Obrador. Le funcionó en dos ocasiones (2006 y 2012), pero en la tercera ya no fue suficiente. AMLO ganó una batalla, y la oposición debería entender que de poco sirve insistir en un discurso antiAMLO, cuando la mejor solución sería proponer algo distinto. A un año de que López Obrador asumiera el poder, la oposición no ha podido fijar un mensaje claro en la opinión pública. No es suficiente que sostengan que están contra AMLO para que los electores vuelvan a confiar en el PRI, PAN o PRD. En esencia, los partidos de oposición no han sabido decir de qué sirve ser diferente a López Obrador.

Muchos pueden coincidir en que el Aeropuerto de Texcoco se pudo seguir construyendo, que tal o cual nombramiento en la Corte pudo ser mejor, o que alguien más alejado de Morena debió asumir la CNDH, pero a la oposición le falta transmitir sus ideas y mostrarse como una opción para algo más. AMLO se vendió como el contrapeso a la mafia del poder y la oposición no ha sabido desligarse de ese señalamiento; no ha sabido quitarse de encima la careta de responsables mafiosos. Les vendría bien comprar el discurso del tabasqueño (sobre todo al PRD y al PAN) y decir que, efectivamente, había una mafia, pero que ya no la hay más porque la han echado de los partidos, y decir que ellos también están en contra de la mafia del poder, esté donde esté. Igualar el discurso con AMLO puede ser arriesgado, pero es solo una de las probables salidas a una crisis de la oposición que es hasta cierto punto normal después de perder poder y posiciones, pero que es preocupante si se observa que no se percata de sus problemas y nada hace para resolverlos.

Por supuesto que las encuestas no se verán reflejadas de manera exacta en las elecciones de 2021 ni en las de 2024, pero revelan un desencanto por todos los partidos políticos. Eso deja abierta la puerta a que los personajes pesen más que las instituciones. Los electores votarán poco por las instituciones políticas y lo harán en mayor medida por el personaje que postulen esos partidos. Eso deja abierta la puerta a personajes como Samuel García (para la gubernatura en Nuevo León) o Cuauhtémoc Blanco –de cara a 2024–, lo que es preocupante para una democracia que necesita más instituciones y menos populismos. Si el siglo XX trajo al PRI como institución que dio salida a la crisis revolucionaria- con la deriva autoritaria que nadie desea-, habría que pensar qué instituciones queremos que formen un nuevo sistema democrático en el siglo XXI que consolide la democracia en México, y que recoja y conjugue los intereses de los ciudadanos y no solo los de la élite política del momento. En esa tarea no están pensando los partidos políticos, pero más les vale que lo hagan pronto.

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